35 | Dejarte volver sin mí

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Los susurros no cesaban.

«Escuché que la reina perdió un hijo», decían las voces. «Me dijeron que por eso mató a su madre», murmuraban.

Llegué a mi casa en Cratano, una pequeña cabaña a las afueras, dejando cada bolsa de tela en la mesa. Limpié mis botas en el tapete para quitar la nieve de ahí.

Sentí el pinchazo en el pecho, cerca del corazón. Significaba que ella estaba demasiado lejos. Llevé mi mano allí por instinto, apretando, extrañando.

Era una marca cicatrizada de piel más clara que el resto, piel nueva, y cortada cada varios centímetros. Cada línea era interrumpida, cada parte de mi cuerpo era libre.

Habían pasado dos meses desde la desconexión y aún seguía con ciertos efectos secundarios. Cuando ella me extrañaba, mi mente pensaba en lo que había amado de ella, mis ojos se llenaban de lágrimas y a veces, la soñaba.

Aparecía en casi cada sueño que tenía, hasta que un día, 56 días después de la desconexión, lo dejó de hacer.

Dejó de buscarme. Dejó de necesitarme.

En esos dos meses sucedieron centenares de cosas. Busqué a la familia de Haelon e hice que fueran a Cratano a velar su cuerpo, Durán me protegió ante cualquiera y me dio hogar como soldado en descanso, Alister me presentó a su hermana; fue impresionante ver cómo la vida les cambiaba cruzando la frontera.

Cada kova parecía más feliz ahí. Un recuerdo de Haelon amargó mi expresión, o más bien, de Durán hablándome de Haelon.

─Lamento informarte que estás en un error ─había dicho, analizando la hoja de la espada de Haelon, revisando la escritura y tocándola bastante─. No estoy seguro de qué sucedía con este soldado, quizá sí estaba algo involucrado, pero... ─me entregó la espada y me miró a los ojos─ Soldado mío no es. Es un kuviro común y corriente de Soldier, no un rebelde. Quien creías que estaba de nuestro lado, solo se dedicó toda su vida a ejecutar a personas como tú.

Salí de mis pensamientos cuando llegó Alister a mi cabaña una mañana, agitado, saludándome. Sacudí la cabeza, distraído.

─Coryn murió ─me contaba─. Dicen que ella la asesinó y Durán planea ir a Soldier mañana a primera hora.

─Hola, ¿cómo estás, Seth? Ah, yo bien, ¿y tú, Alister?

Alister no vivía conmigo, pero en cualquier momento se mudaría. No le gustaba dormir rodeado de soldados y pasaba casi todo el día en mi cabaña. Según él, era un lugar tranquilo.

Según yo... No sabía qué pasaba por su cabeza.

─¿Y? ¿Me pides permiso para ir?

─No necesito tu permiso, Seth ─sonrió burlesco, limpiando sus botas en el tapete y quitándose el abrigo para ayudarme a sacar las compras de mis bolsas─. Soy delegado de Cratano, y primer comandante, ¿por qué necesitaría que un soldado en descanso me permitiera ir a mi propio labor?

─Porque lo necesitas. No voy a limpiar tus cosas cuando te vayas, no soy un criado y dejaste prácticamente todo lo que tienes aquí ─quejé.

Sentí sus manos ir a mis hombros, masajeándome con tranquilidad, haciendo que me relaje.

Y cuando me sintió bajarle a mi tensión, susurró cerca de mi oído:

─No quiero que limpies mis cosas, quiero que vengas conmigo.

Fue suficiente para hacerme apartarme y mirarlo incrédulo.

─¿Por qué quieres que vaya?

─Durán quiere negociar con ella un tratado de paz y alianza entre los reinos, y quizás... No sé, puedas persuadirla.

─Alister, no me interesa saber nada de ella y lo sabes. Además, tú más que nadie deberías querer que no me le acerque. ¿No estás celoso o algo?

─Seth, que haya estado enamorado de ti no quiere decir que no te quiera cerca de quienes amaste en el pasado ─bufó─. Pero quiero que me acompañes. Te quiero conmigo.

─Cuando dices esas cosas, en serio, es difícil creer que ya no me amas más.

─Creo que nunca lo averiguarás ─sonrió─. ¿Vienes, por favor? No tengo ganas de oír a Durán quejarse de que detesta a los demás kuviros y a Alissa tirándole indirectas sobre su fallido noviazgo.

─Obviamente no iba a resultar, él está comprometido y es una unión importante ─pensé en voz alta─. ¿Cómo está ella?

─Molesta, pero sigue siendo una buena mujer. Aún no le prendió fuego un navío caro.

Le sonreí sincero a Alister. Vi su mano en la mesada de mi cabaña, toda de piedra, fría, cómoda. Un impulso me hizo poner mi mano sobre la suya, y finalmente la tomé.

─Oye... ─empezó a decir─ Cuando tomas mi mano y me miras a los ojos así, el enamorado no parezco yo ─bromeó relamiéndose los labios sin querer─. ¿Esta es tu forma de decirme que estás dispuesto ahora o...?

─Iré a Soldier contigo.

─¿De verdad?

─Sí, pero quiero que me prometas una cosa, Al.

─¿Qué es lo que quieres? ─destellaban sus pupilas.

─Si ves la marca brillar... Sabiendo que si me le acerco a quien me marcó, brilla para volver a marcarse... Maldición, quiero que cortes mi piel hasta que se apague.

Al principio me miró con miedo, pero al final, puso su expresión más seria y decidida y dijo:

─Lo prometo.

Asentí y después de unos segundos de silencio, se avalanzó hacia mí, abrazándome por la cintura, pegando su oreja a mi pecho con los ojos cerrados.

» Gracias por no dejarme ir solo. Es... Difícil volver.

Y recordando cada vez que Alister lloraba antes de los entrenamientos, lo abracé con fuerza.

─Jamás te dejaré volver sin mí.

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De oro y bestias© | ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora