De oro y bestias© | ✔

32 | Alrededor de cinco meses

─¿Sabes las consecuencias?

Parpadeé.

─¿Qué?

─Que si sabes las consecuencias, Seth ─repitió Durán desde arriba.

Estaba recostado boca arriba en una superficie plana y fría, casi como una cama, pero también como una piedra gigante. Le llamaban “El Centro”, era un cristal gigante sin nombre, sin color, pero tampoco blanco o negro, que son la ausencia del color.

Estaba frío, realmente frío. Y oscuro, no había luz en esa habitación de su castillo.

Estar en Cratano, tan lejos de Ruby, me hacía doler, pero sabía que no era mi amor por ella, era su nudo en mí.

Esa asquerosa unión.

─Como no respondiste, supondré que no ─dijo él estando de pie a mi lado. Traía a su costado una mesa de madera llena de artefactos para lo que iba a hacerme, pero no quería mirar─. Todo lazo que tengan se romperá. Toda unión suya morirá. No la volverás a ver con los mismos ojos, y la odiarás por un lapso de tiempo indefinido como efecto secundario. Puedes presentar mareos, dolor de cabeza, vómitos, dolor muscular, llantos y desmayos, al igual que ella. Y esto que te haré dolerá tanto que también puede que te desmayes. ¿Alguna duda?

Tragué con dificultad, pero asentí.

─¿Cuál es tu duda, Seth? ─cuestionó.

Era el momento. Debía decirlo.

─Hace unos meses tuvimos sexo ─solté.

─¿Disculpa?

─Ella dijo que estaba embarazada, y por un momento, creí que podría ser mentira, creí saber que lo era, pero ahora...

─Espera, me perdí, ¿en qué momento de esta encrucijada tuviste tiempo de...?

Solté una risa sincera. Aquella charla era ridícula, parecíamos dos amigos discutiendo lo que pasó el día anterior y que por culpa de algún licor no recordábamos.

─Cuando nos conocimos, una noche llamó y asistí a su alcoba ─expliqué─. Se hizo costumbre por unas noches. En su momento me iba de su habitación, algo deseoso, pero luego una noche volví y...

─¿Y ahí...?

─Nos dejamos llevar y prometimos no hablar de eso ─concluí.

─Y crees que podría estar embarazada en serio.

─Me asusta pensarlo ─aunque estuviera todo oscuro, miré donde creía que estaba él, de donde venía el sonido de su voz─. ¿Una especie de híbrido? ¿Las genéticas de nuestras especies son siquiera compatibles?

─Por supuesto que lo son, pero toda cría que haya entre ustedes, mientras no haya nacido, no tendrá muchas posibilidades de sobrevivir si hacemos esto ─lo sentí acercarse y noté su mirada sobre mí sin verle─. Si hipotéticamente existiera este niño, ¿hace cuánto?

Carraspeé.

─Alrededor de cinco meses.

Él quejó suspirando.

─No va a sobrevivir, Seth, así que te lo pregunto una vez más, ¿Estás seguro de que quieres hacer esto? Un niño, un hijo tuyo podría prevalecer si concordamos una cita con Ruby en la que esté cerca tuyo por semana. No necesitas quitarte la marca para ser libre.

─Lo necesito ─espeté─. Con un hijo suyo nunca seré libre. Y ni siquiera sé si mis sospechas son ciertas ─asentí para mí mismo─. Hazlo. Inicia.

Y entonces, Durán calló el resto de la noche y mi pecho se inundó de un inexplicable dolor.

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RUBY

Ver partir el barco que sabía que se llevaba al único hombre que amé: no lo recomiendo para una salud mental estable.

Rompí muchas cosas. Destruí mi habitación. Grité hasta que me doliera la garganta sabiendo que a ningún guardia le importaba, no me dejarían salir.

Me dolían los ojos, rojizos, desgastados. Inútiles y solos.

«Exactamente como yo» pensé y noté que el pequeño ventanal en el que tenía apoyada mi mano, en su marco, estaba echando un hilo de humo.

Ejecutaría a quienes lo dejaron entrar a mi alcoba. No podía permitirlo.

Si nos amábamos, ¿por qué se fue? Yo me había equivocado, pero, ¿por qué una disculpa no era suficiente? ¿Debí dejarlo morir?

«¿Debí dejarlo morir?»

Y de pronto, un pinchazo en mi pecho hizo que me fuera a acostar a mi cama, un pinchazo que no reconocí.

Y sentí otro en mi abdomen, confirmando una sospecha. Rápidamente supe qué era.

«¿Te estás quitando la marca, Seth?
Y si es así, ¿qué te hizo dejar de amarme?»

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