O6 | Libertad, Seth

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¿Debería seguirla a todas sus salidas de compras? Me costaba, me costaba con todo.

Había pasado toda una jodida semana, y aún no comprendía el actuar bobo de la princesa. Iba de allá para acá, de acá para allá. ¿De qué iba a protegerla? Según fuentes confiables, como la sirvienta Margaret, una chismosa, yo era su guardia personal.

¡Guardia personal! ¡Un estúpido guardia! Yo. Soldado de fila 1. Soldado destacado. Soldado sobresaliente, trabajador, de los mejores y capacitado.

Niñero actual de la princesa Ruby, mujer que me enloquecía.

Era parte de la guardia real, bien, pero la mayoría de los de mi división tendrían acción constante. Ser un guardia personal significaba estar a salvo para mantenerla a salvo, mientras que el resto arriesgaba su vida, como si fueran peones.

Ella solo me llamaba para quejarse, a veces para llorar o tocar mi cuerpo con admiración. Adoraba que me quitara los protectores para brazos, solo para adorar mis pequeños pero significativos músculos. Literalmente, cuando se sentía mal me llamaba para eso.

Rogaba que viniera alguien a atacarla para así demostrar que yo no era una inútil niñera de tiempo completo.

Tenía momentos en los que me confundía, bien.

─Quítate la ropa ─ordenó, mirándome desde su escritorio. En poco tendría que recoger mi mandíbula del piso, se me caería de tanto tener la boca abierta.

─¿Por qué?

─¿Te atreves a cuestionarme? A volar, prendas de hierro. ¡Quítate la ropa!

Déjenme presentarme, soy Niñera Sexualizada.

Al final, solo me observó, se volteó, volvió a lo suyo y me ordenó que me vistiera.

Desde mi corazón, esperaba otra reacción más que una mirada seria y un elevo de hombros desinteresado.

¿Debí haberme quitado la ropa interior también o...?

─¡Soldado, vuelva a correr! ─gritó mi comandante. Me había distraído en plena práctica por andar pensando en la princesa. Volví a correr. Sabía que la mencionada me observaba con esa libretita estúpida desde un costado.

Esta vez, lucía un cuero negro y de líneas azules, sus gruesos labios eran relamidos por su lengua cada tanto, y el viento de aquel día nublado la hacía enloquecer. No dejaba de mover su cabello.

Alister estaba ahí, mirándome con cansancio. Al ser su semana de descanso, había vuelto a la rutina. Nada de salidas, nada de misiones. Solo entrenar y entrenar.

─¿Qué tal todo, amigo? ─rió al verme desconcentrado, sentado en la tierra seca que pronto se llenaría de lluvia por el clima─ ¿Te anda devorando, no?

¿Devorando?

─¿La princesa? ─cuestioné. Rogaba porque no hablara de algo que me llenaría de pesadillas.

─Claro que la princesa. Parece que no deja de mirarte ─carcajeó, levantándose─. Hizo una elección importante al pedirte de guardia.

─¿Ah, sí?

─Pues, me informaron que quería uno permanece.

─Prefiero la tortura tradicional. Esta me está aburriendo ─solté al mirarla los dos. Sentí el empujón de Alister en mi espalda.

Los ojos claros de ella chocaron con los míos por un segundo, y juraría que ella quería seguir.

─Ve. Salúdala y pregúntale si requiere de tus servicios ahora.

─¿Por qué haría eso? ─me volteé hacia él, notando su sonrisa madura.

─Tú piensa que si haces un buen trabajo como guardia, te querrá dar beneficios. Uno de ellos podría ser salir de aquí ─me miró serio, con un semblante menos expresivo pero esperanzador─. Libertad, Seth.

«Libertad», ¿hace cuánto no oía esa palabra?

Libertad.

Libre, libre otra vez.

Decidido, me encaminé hacia ella. Al verme, el comandante no dijo nada. No se atrevería a gritar hacia la princesa.

Al verme, ella enrojeció. Su piel pasó de un marrón semi-oscuro a un bordó impresionante, cerrando su cuaderno con estruendo, enderezándose para mí, viéndome sudado, listo para sus órdenes y sin saber cómo decirlo.

─¿Necesita algo, princesa?

Vi nervios en su mirada, que me esquivaba con astucia y determinación. Buscó sus cosas, la noté ansiosa, y poniendo la libreta en su bolso se quiso marchar.

─No, no necesito nada, solo quería ver tu entrenamiento, porque eres un buen soldado, pero ya estaba yéndome ─Para disculparme por mi ausencia, por mi pregunta tan tonta, y por haberla hecho sentir incómoda, me acerqué para pedir el perdón de mi princesa. Entonces, su libreta cayó al suelo, y como un buen soldado, valeroso, generoso, lleno de bondad, la levanté, viendo que se abrió en una página que claramente yo no debía ver.

Era un dibujo mío. Un dibujo mío sin prendas.

─Lo siento, su majestad ─solo pude decir al devolverle el pequeño cuadernito, cerrado con seguridad.

Con razón, con razón estaba tan roja.

─Me iré ahora ─quiso huir. La tomé del brazo sin darme cuenta─. Van a retarte, no deberías estarme tocando.

─¿Dónde está la actitud dominante que mostraba hace días? ─espeté en un susurro─ Es un dibujo magnífico.

─Estás desnudo en él ─murmuraba avergonzada─. Y no he podido dibujar todo.

Lo sabía, lo sabía muy bien.

─¿Por qué?

─Por algo que no he visto.

─Tranquila, mi princesa ─me acerqué un poco más. Oía su corazón latir con fuerza debido a mis extrasentidos─. Pronto, verá todo lo que quiera dibujar.

Oí la saliva pasar fuerte por su garganta, imaginando que era por mí.

─¿De verdad?

Y se me escapó una risita.

─Claro, ¿por qué no la dejaría ver mi espalda? Ahí guardo mi tercer pezón.

Recibí una mirada acusadora, una de «Me traicionaste», y posteriormente se marchó ofendida.

Cuando subió al carruaje, volví a lo mío, y antes de que se fuera, le eché un vistazo más.

Sabía que estaba sonriendo, y por un momento, disfruté ser la razón.

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¿Ustedes en la vida son como Seth, observados sin darse cuenta, o como Ruby, apreciando cuerpos ajenos y volviéndolos arte?

Yo soy como Alister, una ratita astuta ajfjsjdj 💕

De oro y bestias© | ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora