31. En el olvido vive, y a él se adhiere

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Presente

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Presente

Conducía con un extraño entusiasmo hasta la fuente en el centro de la Villa Amarum, en dónde planeaba encontrarme con cierto fotógrafo que había estado cancelando nuestros encuentros desde hace algunos días, y que unas horas atrás me había avisado que por fin estaba desocupado para vernos, además de advertirme en el mismo mensaje, que por ninguna razón podía faltar, pues tenía algo importante que mostrarme, algo que me tenía un poco ansiosa y curiosa a la vez.

Me estacioné como normalmente lo hacía, frente a la tienda de souvenirs a lado del parque que rodeaba la fuente y desde ahí pude ver a lo lejos a Lev, quien estaba de pie junto a la fuente, entretenido con su móvil.

Caminé hasta donde el fotógrafo se encontraba, pero el que no estuviera sentado como siempre no era lo único extraño en él, a su lado se hallaba una bocina que le llegaba hasta la cintura y el joven la palmeó al mismo tiempo de esbozar una gran sonrisa en cuanto me vio.

—¿Qué...

—Te tengo una sorpresa —confesó haciendo su sonrisa aún más amplía.

—¿Una sorpresa? ¿Porqué? —pregunté al tiempo que me percataba de algunas miradas curiosas alrededor.

—Bueno, ¿recuerdas que la última vez dijiste que te gustaría que todos pudieran escuchar la música mientras ven la fuente como nosotros?

—Si, pero...

—Pues quise complacerte —el fotógrafo señaló con entusiasmo el aparato a su lado.

—No pensarás utilizar eso para poner tu música a todo volumen ¿cierto? —cuestioné asustada por la idea de ser el centro de atención, pues a pesar de que, como Sombra, las miradas siempre estaban posadas en mí, Darcy siempre pasaba desapercibida, lo que me daba un momento de paz.

—¿Qué? Por supuesto que no —rio Lev divertido y un sentimiento de alivio me calmó—. Esta no sería suficiente, hay más bocinas por allá —mi alivió se esfumó de inmediato al ver las pequeñas bocinas que se encontraban en lo alto de algunos pilares y unos pocos árboles.

—¿Lista?

—No.

El joven de ojos miel sonrió al momento de presionar algo en su móvil y dar así vida a unos suaves sonidos de naturaleza que, a diferencia de otras veces, solo se mantenían en un volumen bajo y construyendo un hermoso escenario para dar paso a la suave voz de una mujer que, a pesar de cantar en algún idioma ajeno, transmitía una combinación de emociones, que en momentos representaban el júbilo y en otros, una profunda melancolía.

De inmediato me percaté de las miradas confundidas y curiosas de las personas alrededor, por lo que me apresuré a tomar asiento en la banca más cercana para alejarme del foco de aquellas miradas.

—¿Y qué te parece? —Lev se sentó rápidamente a mi lado con una sonrisa de oreja a oreja.

—De verdad es muy bonito, pero no estoy segura de que se pueda hacer esto —le comenté en voz baja, como si sintiera que todo el mundo podía escucharnos—. Verás, este es un lugar público e imagino que no puedes simplemente poner tu música a todo volumen —le expliqué mientras miraba en todas direcciones esperando ver a alguna persona enojada por el acto de mi acompañante.

Aithaus: El mundo oculto en el espacioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora