15. Bajo el temor

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Once años atrás

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Once años atrás

—Entonces ¿Por qué estoy yo aquí? —la voz de la castaña esta vez fue clara y concisa.

—Bueno, justamente de eso quería hablar contigo ... —antes de terminar de hablar, el coronel sacó de su bolsillo una pequeña tablita negra y extremadamente delgada que se iluminó en su superficie mostrando símbolos que la muchacha no logró identificar. Torger miró los símbolos e hizo un gesto de decepción antes de volver la mirada a la curiosa joven—. Creo que tendremos que posponer esta platica; tengo que irme —comentó mientras regresaba el curioso articulo a su bolsillo.

—El Agente puede seguir mostrándote el lugar, si así lo deseas —sugirió refiriéndose a Jano, que se encontraba sentado al lado de su amiga—, o puedes regresar al área médica, la Doctora Ziben aun quiere hacerte algunos estudios —le indicó a Darcy mientras se ponía de pie.

—Pero yo quiero irme a mi casa —protestó nerviosa.

Torger la miró por un momento y después al muchacho a su lado.

—Eso no es posible por el momento, él puede explicarte por qué —el coronel se marchó sin decir una palabra más, perdiéndose en uno de los muchos pasillos que estaban alrededor.

Darcy miró con los ojos húmedos y suplicante a su amigo.

—Escucha, una vez que estés completamente recuperada, podrás irte —Jano no sabía por qué su superior quería mantener más tiempo a Darcy en ese lugar, pero decidió sólo tranquilizar a su amiga—. Por el momento, deberás quedarte aquí, pero no te preocupes, yo no pienso separarme de ti ni por un segundo —el joven le sonrió a la castaña, pero ésta aún no estaba tranquila—. Y bien ¿quieres que te siga mostrando el lugar? —quiso animarla.

—No, prefiero ir a dormir —contestó la chica con voz ahogada.

—Bien, entonces te llevaré a descansar —Jano tomó a la chica de la mano dedicándole una sonrisa tranquilizadora.

Caminando por un largo pasillo, Darcy miraba a todos a su alrededor de forma curiosa y al mismo tiempo con temor.

—¿Todo lo que dijo ese hombre es verdad? —preguntó a su amigo, pues no podía dejar de pensar en eso.

—Si, todo es cierto —admitió Jano con un suspiro.

—Entonces tú... —la castaña tenía duda si el joven a su lado también era un alienígena.

—Así es; yo no soy humano —confesó con una media sonrisa.

Darcy se estremeció y por un momento quiso soltarse de la mano de su amigo, pero éste la tomó más fuerte, como si hubiera leído sus pensamientos.

—Yo jamás te haría daño, lo sabes ¿verdad? —el joven detuvo su caminar para poder mirarla a los ojos.

Darcy lo examinó para comprobar que tuviera orejas, que no tuviera escamas o que no tuviera alguna extremidad de más, lo que provocó la risa del castaño.

Aithaus: El mundo oculto en el espacioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora