22. El Circo de Sikkedium

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Presente

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Presente

Después de mi tensa platica con Balkim no me quedaron ganas de hacer nada más, por lo que, disculpándome con Taël y mis acompañantes, decidí descansar en una de las habitaciones que nos habían proporcionado.

Al otro día, me dirigí directamente al centro de operaciones para terminar con la misión por la que desde un principio vine.

—Pero mañana termina el Torneo de las Trece Fuerzas —se quejaba Taël después de comunicarle que regresábamos a la Tierra—. Sería increíble que pudiera estar en la ceremonia de premiación —intentaba convencer.

—De verdad no puedo —me disculpé—. Ya he estado mucho tiempo ausente, y seguro habrá mucho trabajo esperándome en la Tierra —me defendí.

—Bueno, entiendo —el coronel asintió resignado.

—Descuide coronel, encontraré un espacio en la agenda de la presidenta para que pueda asistir a alguno de los torneos siguientes —animó Aryzard a mi lado.

Todos caminábamos tranquilamente hacía el hangar para volver por fin a casa, rodeando la plaza central de la base.

—Eso me encantaría —el ánimo de Taël mejoró en un segundo—. Aunque de verdad esperaba que pudieran estar presentes para el homenaje —comentó señalando hacia la plaza, la cual se encontraba completamente en caos, con personas moviéndose por todos lados con diferentes adornos y accesorios variados.

—¿Homenaje? —pregunté confundida.

Recordé de pronto que lo había mencionado el día que llegamos, pero no había puesto atención a lo que se refería.

—Así es —afirmó el rubio—, en pocos días se cumplirá un ciclo de los sucesos con el escuadrón especial Yar —informó mirando con pesar de nuevo hacia la plaza.

Seguí su mirada y sentí como mi corazón se hacía diminuto al ver cinco cuadros enormes colgados en la pared principal de la plaza con los rostros del mencionado escuadrón.

Parándome en seco, ignoré todo a mi alrededor y crucé la gran plaza hasta llegar frente a los cinco cuadros. Miré cada uno observando cómo se movían y sonreían las caras en estos, cómo si pudiera ver a cada uno de ellos a través de una ventana. Estaban acomodados en forma de pirámide con la fotografía de su líder en la punta.

Una cabellera negra con algunas hebras grises y ligeramente desordenadas coronaban el rostro triangular del joven sonriente y combinaba perfectamente con sus excesivamente ojos oscuros. Esos oscuros ojos que por mucho tiempo me engañaron, haciéndome creer que tenían un claro tinte azul.

Miré por un tiempo, que bien pudieron ser horas o tal vez sólo minutos, el rostro que tanto extrañaba, examinando su sonrisa tan relajada, deseando que en cualquier momento pudiera mirarme y salir del cuadro para abrazarme.

Aithaus: El mundo oculto en el espacioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora