Capítulo 27

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- He conocido a unas cuantas.
- Apuesto a que sí.
- ¿Y los hombres? — preguntó él.
- No son fáciles de ayudar. Como ya te he dicho, no suelen hablar mucho. Tengo un par de pacientes que sufren de miedo escénico...
- ¿Y eso qué es?.
- Algo que estoy completamente segura que tú no padecerías jamás — le contestó, pensando en la continua y arrogante persecución a la que él le sometía. Se aclaró la garganta y se lo explicó — Son hombres que tienen miedo de que sus compañeras se rían de ellos cuando están en la cama.

- ¡Ah!

- También tengo un par que abusan verbalmente de sus parejas, y otros dos que quieren cambiarse de sexo...
- ¿Se puede hacer eso? — preguntó Niall, totalmente pasmado.
- ¡Claro! — respondió ___ con un gesto de la mano — Te sorprendería saber de lo que son capaces los médicos hoy en día.
Tomó una curva y se adentraron en su vecindario. Niall permaneció callado tanto rato que estaba a punto de enseñarle lo que era la radio cuando, de repente, él preguntó:
- ¿Por qué quieres ayudarlos?.
- No lo sé — le respondió con franqueza — Supongo que se remonta a mi infancia, una época de muchas inseguridades para mí. Mis padres me querían mucho, pero no sabía relacionarme con otros niños. Mi padre era profesor de historia y mi madre ama de casa...
- ¿Qué es un ama de casa?.
- Una mujer que se queda en casa y hace las cosas típicas de las madres. En el fondo, nunca me trataron como a una niña, por eso, cuando estaba cerca de otros niños, no sabía cómo comportarme. Ni qué decir. Me asustaba tanto que me ponía a temblar. Finalmente, mi padre comenzó a llevarme a un psicólogo y, después de un tiempo, mejoré bastante.
- Excepto con los hombres.
- Ésa es una historia totalmente diferente — le dijo, suspirando — De adolescente era una chica desgarbada, y los chicos del instituto no se acercaban a mí, a menos que quisieran burlarse.
- ¿Burlarse de ti?, ¿por qué?.
___ se encogió de hombros con un gesto indiferente. Por lo menos, esos viejos recuerdos habían dejado de molestarla. Finalmente los había superado.
- Porque estaba plana, tenía orejas de soplillo y un montón de pecas.
- ¿ Que estabas plana?.
- No tenía pecho.
___ hubiese jurado que podía sentir el calor que desprendía la mirada de Niall mientras inspeccionaba sus pechos. Mirándolo de reojo, confirmó sus sospechas. De hecho, la estaba observando como si se hubiese quitado la camisa y estuviera en mitad de...
- Tus pechos son muy bonitos.
- Gracias — le respondió con torpeza, aunque curiosamente se sentía halagada por un cumplido tan poco convencional — ¿Y tú?.
- Yo no tengo pechos.
Lo dijo con un tono tan inexpresivo y serio que ___ no pudo evitar estallar en carcajadas.
- No era eso a lo que me refería, y lo sabes muy bien. ¿Cómo fue tu adolescencia?
- Ya te lo he dicho.
Ella le miró furiosa.
- En serio.
- En serio, luchaba, comía, bebía, me acostaba con mujeres y me bañaba. Normalmente, en ese orden.
- Todavía tenemos problemas con esto de la falta de confianza, ¿no? — preguntó ella de forma retórica.
Asumiendo su papel de psicóloga, cambió a un tema que a él le resultara más fácil. — ¿Por qué no me cuentas qué sentiste la primera vez que participaste en una batalla?
- No sentí nada.
- ¿No estabas asustado?.
- ¿De qué?.
- De morir, o de que te hirieran.
- No.
La sinceridad de su sencilla respuesta consiguió desconcertarla.
- ¿Y cómo es que no tenías miedo?.
- No tienes miedo a morir cuando no tienes nada por lo que seguir viviendo.
Impresionada por sus palabras, ___ tomó el camino de entrada a su casa. Decidiendo que sería mejor dejar un tema tan serio por el momento, bajó del coche y abrió el maletero. Niall cogió las bolsas y la siguió hasta la casa. Se dirigieron a la planta alta. ___ sacó sus cómodos jeans del vestidor e hizo sitio en los cajones para poder guardar la ropa nueva de Niall.
- Veamos — dijo, arrugando las bolsas vacías para arrojarlas a la papelera de mimbre, colocada junto al armario — Es viernes por la noche. ¿Qué te gustaría hacer?. ¿Te apetece una noche tranquila o prefieres dar una vuelta por la ciudad?.
Su hambrienta mirada la recorrió de la cabeza a los pies, haciendo que ardiera al instante.
- Ya conoces mi respuesta.
- Vale. Un voto a favor de arrojarse al cuello de la doctora, y otro en contra. ¿Alguna otra alternativa?
- ¿Qué tal una noche tranquila en casa, entonces?.
- De acuerdo — respondió ___, mientras se acercaba a la mesita de noche para coger el teléfono — Déjame que compruebe los mensajes y después prepararemos la cena.
Niall siguió colocando su ropa, mientras ella llamaba al servicio de contestador y hablaba con ellos. Acababa de doblar la última prenda cuando percibió una nota de alarma en la voz de ___.
- ¿Dijo qué quería?.
Niall se giró para poder observarla. Tenía los ojos ligeramente dilatados, y sujetaba el teléfono con demasiada fuerza.
- ¿Por qué le dio mi número de teléfono? — preguntó enfadada — Mis pacientes jamás deben saber mi número privado. ¿Puedo hablar con su superior?. Niall se acercó a ella. - ¿Algo va mal?. ___ alzó la mano, indicándole que permaneciera en silencio para poder escuchar lo que la otra persona le estaba diciendo. - Muy bien — dijo tras una larga espera — Tendré que cambiar el número de nuevo. Gracias — colgó el teléfono, frunciendo el ceño por la preocupación. - ¿Qué ha pasado? — le preguntó él. ___ resopló irritada mientras se frotaba el cuello. - La compañía acaba de contratar a esta chica y, como es nueva, le dio mi número privado a uno de mis pacientes. Hablaba tan rápido que a Niall le costaba trabajo seguirla. - Bueno, en realidad, no es mi paciente — prosiguió sin detenerse — Jamás habría aceptado a un hombre así, pero Luanne, la doctora Jenkins, no es tan selectiva. La semana pasada tuvo que marcharse de la ciudad a toda prisa, por una emergencia familiar. Así es que Beth y yo tuvimos que repartirnos sus pacientes para atenderlos mientras ella está fuera. Aún así, no quise quedarme con este hombre tan horripilante, pero Beth no pasa consulta los viernes, y él tiene que acudir los miércoles y los viernes debido al régimen de libertad condicional. ___ lo miró con el pánico reflejado en sus pálidos ojos grises.
- Pero yo no quise atenderlo, y el supervisor de su caso me juró que no habría ningún problema. Dijo que el tipo no representaba una amenaza para nadie. Niall sentía que le palpitaba la cabeza por la cantidad de información que ___ estaba soltando, y que él era incapaz de comprender en su mayor parte. - ¿Eso es un problema?. - Es un poquito espeluznante — dijo con las manos temblorosas — Es un acosador. Acaban de darle el alta de un hospital psiquiátrico. - ¿Un acosador?. ¿Un hospital psiquiátrico?. ¿Qué es eso?. Al escuchar la explicación, Niall no pudo evitar quedarse con la boca abierta. - ¿Permitís que estas personas se muevan a su antojo?. - Bueno, sí. La idea es ayudarlos. Niall estaba horrorizado. ¿Qué clase de mundo era ése en el que los hombres se negaban a proteger a sus mujeres y niños de la depravación?. - En mi época, no permitíamos que personas así se acercaran a nuestras familias. Nos asegurábamos de que no estuvieran sueltos por nuestras calles. - ¡Bienvenido al siglo veintiuno! — exclamó ___ con amargura — Aquí hacemos las cosas de un modo... distinto. Niall movió la cabeza, ensimismado, mientras pensaba en todas las cosas de ésta época que le resultaban extrañas. No podía entender a esta gente, ni su modo de vida. - No encajo en este mundo — masculló. - Niall... Se alejó cuando vio que ___ se acercaba a él.

El dios del sexo (Niall Horan y tu) HotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora