Capítulo 32

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___ permaneció inmóvil durante horas, escuchando la respiración tranquila y acompasada de Niall, mientras dormía a su lado. Había colocado una pierna entre sus muslos y le rodeaba la cintura con un brazo. La sensación de su cuerpo, envolviéndola, la hacía palpitar de deseo. Y su olor... Lo que más le apetecía en esos momentos era darse la vuelta y enterrar la nariz en el aroma cálido y amaderado de su piel. Nadie la había hecho sentirse así jamás. Tan querida, tan segura. Tan deseable. Y se preguntaba cómo era posible, teniendo en cuenta que apenas se conocían. Niall llegaba a una parte de su interior que iba más allá del mero deseo físico. Era tan fuerte, tan autoritario... Y tan divertido. La hacía reír y le encogía el corazón.
Alargó el brazo y pasó los dedos con suavidad por la mano que tenía colocada justo bajo su barbilla. Tenía unas manos preciosas. Largas y ahusadas. Aun relajadas durante el sueño, su fuerza era innegable. Y la magia que obraban en su cuerpo... Un milagro. Pasó el pulgar por su anillo de general y comenzó a preguntarse cómo habría sido Niall entonces. A menos que la maldición hubiese alterado su apariencia física, no parecía ser muy mayor, no aparentaba tener más de veinte. ¿Cómo podría haber liderado un ejército a una edad tan temprana?. Pero claro, Alejandro Magno apenas si tenía edad para afeitarse cuando comenzó sus campañas. Niall debía haber tenido una apariencia magnífica en el campo de batalla. ___ cerró los ojos e intentó imaginárselo a caballo, cargando contra sus enemigos. Podía ver una vívida imagen del general vestido con la armadura y con la espada en alto mientras luchaba cuerpo a cuerpo con los romanos.
- ¿Demian?.
__ se tensó al escuchar el murmullo. Niall estaba dormido. Giró sobre el colchón y lo miró.
- ¿Niall?.
Él adoptó una postura rígida y comenzó a hablar en una confusa mezcla de inglés y griego clásico.
- ¡No! ¡Okhee! ¡Okhee! ¡No! — y se incorporó hasta quedar sentado en la cama.
___ no podía saber si estaba dormido o despierto.
Le tocó el brazo instintivamente y, lanzando una maldición, él la agarró con fuerza y tiró de ella hasta ponerla sobre sus muslos. Después volvió a arrojarla a la cama, con una mirada salvaje y los labios fruncidos.
- ¡Maldito seas! — gruñó.
- Niall — jadeó ___, luchando por liberarse mientras él la agarraba con más fuerza por el brazo — ¡Soy yo, ___!
- ¿___? — repitió con el ceño fruncido, intentando enfocar la mirada.
Se apartó de ella parpadeando. Alzó las manos y las observó como si fuesen dos apéndices extraños que no hubiese visto jamás. Después clavó los ojos en ___.
- ¿Te he hecho daño?.
- No, estoy bien. ¿Y tú?.
Él no contestó.
- ¿Niall? — dijo mientras le tocaba.
Se alejó de ella como si se apartase de una criatura venenosa.
- Estoy bien. Era un mal sueño.
- ¿Un mal sueño o un mal recuerdo?.
- Un mal recuerdo que me persigue en sueños — murmuró con la voz cargada de dolor, y se levantó — Debería dormir en otro sitio.
___ lo cogió por el brazo antes de que pudiera marcharse y lo acercó de vuelta a la cama.
- ¿Eso es lo que siempre hiciste en el pasado?.
Él asintió.
- ¿Le has contado tus pesadillas a alguien?.
Niall la miró horrorizado. ¿Por quién lo había tomado?. ¿Por un niño llorón que necesitaba a su madre?.
Siempre había guardado la angustia en su interior. Como le habían enseñado. Sólo durante las horas de sueño los recuerdos podían traspasar las barreras que él mismo había erigido. Sólo cuando dormía era débil.
En el libro no había nadie que pudiera resultar herido cuando le asaltaba la pesadilla. Pero una vez liberado de su confinamiento, sabía que no era muy inteligente dormir al lado de alguien que podía acabar inadvertidamente herido mientras estaba atrapado en el sueño. Podría matarla de forma accidental. Y esa idea lo aterrorizaba.
- No — susurró — No se lo he contado nunca a nadie.
- Entonces, cuéntamelo a mí.
- No — respondió con firmeza — No quiero volver a vivirlo.
- Si lo revives cada vez que sueñas, ¿ cuál es la diferencia? Déjame entrar en tus sueños, Niall. Déjame ayudarte.
¿Podría hacerlo?. ¿Podría tener esperanza?. Sabes que no. Pero aún así... Quería purgar los demonios. Quería dormir una noche completa libre del tormento, con un sueño tranquilo.
- Cuéntamelo — insistió suavemente.
____ percibía su renuencia mientras se unía a ella en la cama. Permaneció sentado en el borde, con la cabeza entre las manos.
- Ya me has preguntado qué hice para que me maldijeran. Lo hicieron porque traicioné al único hermano que jamás he conocido. La única familia que he tenido en la vida. La angustia de su voz caló muy hondo en Grace. Deseaba desesperadamente acariciarle la espalda, para reconfortarlo, pero no se atrevió por si él volvía a apartarse de nuevo.
- ¿Qué hiciste?
Niall se mesó el cabello y dejó enterrado el puño en él. Con la mandíbula más rígida que el acero y la mirada fija en la alfombra contestó:
- Permití que la envidia me envenenase.
- ¿Cómo?.
Permaneció callado un rato antes de volver a hablar. - Conocí a Demian poco después de que mi madrastra me enviase a vivir a los barracones. ___ apenas si recordaba una conversación con Selena en la que le explicaba que los barracones espartanos eran los lugares donde se obligaba a vivir a los niños, alejados de sus hogares y de sus familias. Siempre se los había imaginado como una especie de internado. - ¿Cuántos años tenías?. - Siete. Incapaz de imaginar que la obligaran a apartarse de sus padres a esa edad, ___ jadeó. - No había nada de raro en la decisión — dijo él sin mirarla — Y era grande para mi edad. Además, la vida en los barracones era infinitamente mejor que la que llevaba junto a mi madrastra. ___ percibía el veneno que destilaba su voz y se preguntó cómo habría sido la mujer. - ¿Entonces, Demian vivía contigo en los barracones? - Sí — murmuró él — Cada barracón estaba dividido en grupos, y cada uno elegía a un líder. Demian era el líder de mi grupo. - ¿Qué hacían esos grupos?. - Éramos una especie de unidad militar. Estudiábamos, limpiábamos nuestro barracón, pero sobre todo, nos las apañábamos entre todos para poder sobrevivir. ___ se sobresaltó ante esa palabra tan dura. - ¿Sobrevivir a qué?.
- Al estilo de vida espartano — contestó Niall con voz áspera — No sé si conoces algo sobre las costumbres de la gente de mi padre, pero no vivían con los lujos habituales del resto de los griegos. Los espartanos sólo querían una cosa de sus hijos: que nos convirtiéramos en la fuerza militar más impresionante del mundo antiguo. Para prepararnos, nos enseñaban a sobrevivir con las necesidades más básicas. Nos daban una sola túnica que debíamos conservar durante todo un año, y si se estropeaba, la perdíamos, o acababa por quedarnos pequeña, nos quedábamos sin ella. Teníamos que hacernos nuestra propia cama. Y una vez que llegábamos a la pubertad, no se nos permitía llevar ningún tipo de calzado. Aún puedo recordar cómo me dolían los pies durante el invierno. Teníamos prohibido encender fuego, y tampoco podíamos taparnos con una manta, así es que nos envolvíamos los pies con harapos para evitar que se nos congelaran durante la noche. Por la mañana sacábamos los cadáveres de los chicos que habían muerto de frío. ____ se encogió de espanto ante el mundo que Niall describía. Intentaba imaginarse cómo debía haber sido vivir así. Peor aún, recordó el berrinche que pilló a los trece años porque se encaprichó de unos zapatos de ochenta dólares que, según su madre, eran demasiado para ella; y a la misma edad, Niall habría estado buscando harapos. La injusticia de aquello la hacía pedazos. - Sólo eran niños.
Él la miró por encima del hombro; sus ojos tenían una expresión irónica. - Lo consideraban un deber cívico. Y, puesto que mi padre era el stratgoi de Esparta, la mayoría de los profesores y de los chicos me despreciaron desde el primer momento. Me daban mucha menos comida que al resto.

El dios del sexo (Niall Horan y tu) HotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora