Capítulo 37

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Siseó de placer al sentir la lengua de Niall girar alrededor del endurecido pezón, rozándolo levemente y haciéndola arder.
La ayudó a sentarse en la bañera y la echó hacia atrás, apoyándola en el respaldo. El contraste de la fría porcelana en la espalda y del cálido cuerpo de Niall por delante, mientras el agua caía sobre ellos, la excitó de un modo que jamás hubiese creído posible.
Nunca antes había apreciado el enorme tamaño de la antigua bañera pero, en ese momento, no la cambiaría por nada del mundo.
- Tócame, ____ — le dijo con voz ronca, cogiéndole la mano y acercándosela hasta su hinchado miembro —. Quiero sentir tus manos sobre mí.
Niall se estremeció cuando ella acarició la dureza aterciopelada de su pene.
Cerró los ojos mientras las sensaciones lo abrumaban. Las caricias de ___ no se limitaban al plano físico, las percibía también a un nivel indefinible. Increíble.
Quería más de ella. Lo quería todo de ella.
- Me encanta sentir tus manos sobre mi piel — balbució mientras ella lo tomaba entre sus manos. ¡Por los dioses! La deseaba tanto que le dolía todo el cuerpo. Cómo deseaba que, tan sólo una vez, ella le hiciese el amor a él.
Que le hiciese el amor con el corazón.
El dolor volvió a desgarrarlo. No importaba cuántas veces tuviera relaciones sexuales, el resultado siempre era el mismo. Siempre acababa herido. Si no se trataba de su cuerpo, era en lo profundo de su alma.
«Ninguna mujer decente te querrá a la luz del día.»
Era verdad, y lo sabía.
____ percibió su tensión.
- ¿Te he hecho daño? — preguntó mientras alejaba la mano.
Él negó con la cabeza y le colocó las manos a ambos lados del cuello para besarla profundamente. Súbitamente el beso cambió, intensificándose, como si estuviese intentado probar algo ante los dos.
Deslizó la mano por el brazo de ____, hasta capturar la suya y enlazar los dedos. Después, movió las manos unidas y la acarició entre las piernas.
____ gimió mientras él la tocaba con las manos entrelazadas. Era lo más erótico que había experimentado jamás.
Temblaba de pies a cabeza mientras él aumentaba el ritmo de las caricias. Cuando introdujo los dedos de ambos en su interior, ______ gritó de placer.
- Eso es — le murmuró al oído —. Siéntenos a los dos unidos.
Sin aliento, ____ se agarró al hombro de Niall con la mano libre y el cuerpo en llamas. ¡Dios, era un amante increíble!
De pronto, él retiró las manos y le alzó una de las piernas para pasársela por la cintura.
_____ le dejó hacer, hasta que se dio cuenta de sus intenciones. Estaba preparándose para penetrarla.
- ¡No! — jadeó mientras lo empujaba —. Niall, no puedes.
Sus ojos llameaban de necesidad y deseo.
- Sólo quiero esto de ti, _______. Déjame poseerte.
Ella estuvo a punto de ceder.
Pero entonces, algo extraño le sucedió a sus ojos. Un velo oscuro cayó sobre ellos, y las pupilas se le dilataron por completo.
Se quedó inmóvil. Respiraba entre jadeos y cerró los ojos como si estuviese luchando con un enemigo invisible.
Lanzando una maldición, se alejó de ella.
- ¡Corre! — gritó.
____ no lo dudó.
Salió como pudo de debajo de él, agarró la toalla y corrió hacia la puerta. Pero no pudo abandonarlo.
Se detuvo en la entrada y miró hacia atrás. Vio cómo Niall se agachaba hasta quedar apoyado en las manos y las rodillas, y se agitaba como si lo estuviesen torturando.
Lo escuchó golpear la bañera con el puño cerrado mientras gruñía de dolor.
El corazón de____ martilleaba frenético al verlo luchar. Si supiese qué podía hacer...
Finalmente, cayó exhausto a la bañera.
Aterrorizada, y sin poder dejar de temblar, ______ entró en el cuarto de baño de nuevo y dio tres cautelosos pasos hacia la bañera, preparada para salir corriendo si él intentaba agarrarla.
Estaba tendido de costado, con los ojos cerrados. Respiraba con dificultad y parecía débil y agotado mientras el agua caía sobre él, aplastando los mechones sobre su rostro.
Cerró el grifo.
Niall no se movió.
- ¿Niall?
Abrió los ojos.
- ¿Te he asustado?
- Un poco — le contestó con franqueza.
Él respiró hondo, entrecortadamente, y se sentó despacio. No la miró. Tenía los ojos clavados en algo que estaba a su espalda, por encima de su hombro.
- No voy a ser capaz de luchar contra eso — dijo, tras una larga pausa. Entonces la miró —. Nos estamos engañando, _____. Déjame poseerte mientras estoy calmado.
- ¿Eso es lo que quieres de verdad?
Niall apretó los dientes al escuchar su pregunta. No, no era lo que quería. Pero lo que deseaba estaba más allá de su alcance.
Quería cosas que los dioses no habían dispuesto para él. Cosas que ni siquiera se atrevía a nombrar, porque el simple hecho de pronunciarlas hacía su ausencia aún más insoportable.
- Me gustaría poder morirme.
____ retrocedió ante la sincera respuesta. Cómo deseaba poder consolarlo. Alejar su sufrimiento.
- Lo sé — le dijo, con la voz ronca por las lágrimas que no se atrevía a derramar.
Le pasó los brazos alrededor de los fuertes y esbeltos hombros, y lo abrazó con fuerza. Para su sorpresa, Niall apoyó la mejilla sobre la suya. Ninguno de los dos pronunció una palabra mientras se abrazaban. Finalmente, él se apartó. - Es mejor que nos detengamos antes de que... — no acabó la frase, pero no era necesario que lo hiciese. ____ ya había sido testigo de las consecuencias, y no tenía ningún deseo de repetir la experiencia. Lo dejó en el cuarto de baño y fue a vestirse. Niall salió lentamente de la bañera y se secó con una toalla. Escuchaba a ______ en su habitación; estaba abriendo la puerta del armario. En su mente, se la imaginó desnuda y la visión lo enardeció. Una demoledora oleada de deseo lo asaltó, golpeándolo con tal fuerza que estuvo a punto de caer de espaldas al suelo. Se agarró al lavabo mientras luchaba consigo mismo. - No puedo seguir viviendo así — balbució —. No soy un animal. Alzó los ojos y se contempló en el espejo. Era la viva imagen de su padre. Miró su rostro con odio. Podía sentir los latigazos en la espalda, mientras su padre lo golpeaba hasta que casi no podía tenerse en pie. «No te atrevas a llorar, niño bonito. Ni un solo sollozo. Puede que seas el hijo de una diosa, pero éste es el mundo en el que vives, y aquí no mimamos a los niños bonitos como tú.» En el fondo de su mente, veía la mirada de desprecio de su padre mientras lo golpeaba con el puño hasta arrojarlo al suelo, y después lo levantaba por el cuello hasta casi asfixiarlo.
Él pateaba e intentaba defenderse con los puños, pero a los catorce años era demasiado joven e inexperto como para eludir los golpes del general. Con el rostro desfigurado por una mueca de desprecio, su padre le había cortado en la mejilla con una daga, hundiéndola hasta el hueso. Y todo porque había pescado a su esposa mirándolo mientras comían. «Veamos si ahora te desea.» El lacerante dolor del corte fue insoportable, y la hemorragia no se detuvo en todo el día. A la mañana siguiente, la herida había desaparecido sin dejar huella. La ira de su progenitor había sido inconmensurable. - ¿Niall? Sobresaltado, dio un pequeño brinco al escuchar una voz olvidada desde hacía dos mil años. Echó un vistazo a la estancia, pero no vio nada. Sin estar muy seguro de haber escuchado la voz, habló en voz baja. - ¿Atenea? La diosa se materializó delante de él, justo en el hueco de la puerta. Aunque llevaba ropas modernas, tenía el pelo negro recogido sobre la cabeza, al estilo griego, con mechones rizados que le caían sobre los hombros. Sus pálidos ojos azules se llenaron de ternura al sonreír. - Vengo en representación de tu madre. - ¿Todavía no es capaz de enfrentarme? Atenea apartó la mirada. Niall sintió el repentino impulso de reírse a carcajadas. ¿Por qué se molestaba en esperar que su madre quisiera verlo? Debería estar acostumbrado. Atenea jugueteaba con uno de sus rizos, envolviéndoselo en el dedo, mientras lo observaba con una extraña expresión de melancolía en el rostro. -
- Que conste que te habría ayudado de haber sabido esto. Eras mi general favorito. De repente, comprendió lo que había ocurrido tantos siglos atrás. - Me utilizaste en tu pulso contra Príapo, ¿verdad? Vio la culpa reflejada en los ojos de la diosa antes de que ella pudiese ocultarla. - Lo hecho, hecho está. Con los labios fruncidos por la ira, la miró furioso. - ¿Ah, sí? ¿Por qué me enviaste a esa batalla cuando sabías que Príapo me odiaba? - Porque sabía que podías ganar, y yo odiaba a los romanos. Eras el único general que tenía que podía deshacerse de Livio, y así lo hiciste. Jamás me he sentido más orgullosa de ti que aquel día, cuando le cortaste la cabeza.

El dios del sexo (Niall Horan y tu) HotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora