Capítulo 26

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- ¿Pero eres consciente de que con cada día que pase sin poseerla, tu cordura irá desapareciendo?. Para cuando el mes esté llegando a su fin, serás un loco desesperado por la falta de sexo y la única forma de sanarte será ceder a tus deseos. Si no lo haces, hermano, sufrirás una agonía tan dolorosa que el castigo de Prometeo a tu lado parecerá una estancia en los Campos Elíseos.
Selena jadeó.
- ¿Prometeo no es el dios que supuestamente entregó el fuego a la humanidad? — preguntó ____.
- Sí — respondió Cupido.
___ miró nerviosa a Niall.
- ¿El que fue encadenado a una roca y condenado a que todos los días un águila se comiese sus entrañas?.
- Y a que cada noche se recuperara para que el pájaro pudiera seguir comiendo al día siguiente — acabó Niall en su lugar. Los dioses sabían cómo castigar a aquellos que los fastidiaban.
Una ira amarga se extendió por sus venas mientras observaba a Cupido.
- Los odio.
Cupido asintió.
- Lo sé. Ojalá no hubiese hecho nunca lo que me pediste. Lo siento mucho. Lo creas o no, mamá y yo estamos muy arrepentidos.
Con las emociones revueltas, Niall no fue capaz de decir nada. Desolado, lo único que veía era el rostro de Penélope en su mente, y la visión le hacía encogerse de dolor. Una cosa era que su familia lo castigara a él, pero nunca deberían haber tocado a los que eran inocentes. Cupido depositó una cajita en la mesa, frente a él.
- Si no quieres abandonar la esperanza, vas a necesitar esto.
- Cuídate de los regalos de los dioses — dijo Niall amargamente, mientras abría la caja para encontrar dos pares de grilletes de plata y un juego de diminutas llaves, colocadas sobre un lecho de satén azul oscuro. Al instante reconoció el intrincado estilo de su padrastro.
- ¿Hefesto?.
Su hermano asintió.
- Ni Zeus puede romperlas. Cuando sientas que pierdes el control, te aconsejo que te encadenes a algo realmente sólido y que te mantengas... — esperó un momento mientras miraba fijamente a ___ — alejado de ella.
Niall tomó aire. Podría reírse ante la ironía, pero ni siquiera era capaz de reunir fuerzas. De una u otra manera, en cada invocación, siempre acababa encadenado a algo.
- Eso es inhumano — balbució ___.
Cupido le dedicó una mirada feroz.
- Nena, hazme caso; si no lo encadenas, lo lamentarás.
- ¿Cuánto tiempo tardará? — preguntó Niall.
Él se encogió de hombros.
- No lo sé. Depende mucho de ti y del autocontrol del que dispongas — espetó Cupido — Conociéndote, es bastante posible que ni siquiera las necesites.
Niall cerró la caja. Podía ser muy fuerte, pero no tenía el optimismo de su hermano. Lo había perdido hacía mucho, lenta y dolorosamente. Eros le palmeó la espalda.
- Buena suerte.
Niall no dijo nada mientras su hermano se alejaba. Miraba fijamente la caja mientras las palabras de Cupido resonaban en su cabeza. Si algo había aprendido a lo largo de los siglos, era a dejar que las Parcas se salieran con la suya. Era una estupidez pensar que tenía la oportunidad de ser libre. Era su penitencia y debía aceptarla. Era un esclavo, y un esclavo seguiría siendo.
- ¿Niall? — le llamó ___ — ¿Qué te pasa?.
- No podemos hacerlo. Llévame a casa,____. Llévame a casa y déjame que te haga el amor. Vamos a olvidarlo antes de que alguien, seguramente tú, salga herido.
- Pero ésta es tu oportunidad de ser libre. Podría ser la única que tengas. ¿Has sido convocado antes por alguna mujer que llevara el nombre de Alejandro?
- No.
- Entonces, debemos hacerlo.
- No lo entiendes — le dijo entre dientes — Si lo que Eros dice es cierto, para cuando llegue esa noche, no seré yo mismo.
- ¿Y quién serás?.
- Un monstruo.
___ le miró con escepticismo.
- No creo que pudieras serlo.
Él la observó, furioso.
- Tú no tienes ni idea de lo que soy capaz de hacer. Cuando la locura de los dioses se abate sobre alguien, no hay manera de encontrar ayuda, ni esperanza de hallarla — el estómago se le contrajo con un nudo — No deberías haberme convocado, ___ concluyó, alargando el brazo para coger su vaso.
- ¿Te has parado a pensar que quizás todo esto estaba predestinado? — preguntó ella súbitamente — Quizás fui yo la que te invocó porque estaba dispuesto que yo te liberara.
Niall contempló a Selena a través de la mesa.
- Me convocaste porque Selena te engañó. Lo único que quería era que tuvieras unas cuantas noches placenteras para que pudieras olvidarlo todo y buscases a un hombre decente, sin temor a que pudiera hacerte daño.
- Pero es posible que...
- No hay peros que valgan, ____. No estaba predestinado.
Ella bajó la mirada hasta su muñeca. Acercó la mano y acarició la inscripción en griego que ascendía por la cara interna del brazo.
- ¡Qué bonito! — exclamó — ¿Es un tatuaje?.
- No.
- ¿Y qué es? — insistió.
- Príapo lo grabó a fuego — respondió él, ignorando la pregunta.
Selena se incorporó un poco y le echó un vistazo.
- Dice: «Maldito seas por toda la eternidad y más allá».
____ dejó la mano sobre la inscripción y miró a Niall a los ojos. - No puedo imaginar todo lo que has debido sufrir durante tanto tiempo. Y más me cuesta entender que fuese tu propio hermano quien te hiciese algo así. - Como dijo Cupido, sabía que no debía tocar a una de las vírgenes de Príapo. - ¿Y por qué lo hiciste entonces? - Porque fui un estúpido. ___ rechinó los dientes; tenía unas ganas horribles de estrangularlo. ¿Por qué nunca contestaba a lo que se le preguntaba? - ¿Y qué te hizo...? - No me apetece hablar del tema — le espetó. Ella le soltó el brazo. - ¿Alguna vez has dejado que alguien se te acerque, Niall?. Apuesto a que siempre has sido uno de esos tipos que no abren su corazón porque no confían en nadie. Uno de ésos que preferirían que les cortasen la lengua antes de que alguien descubriera que no son seres insensibles, sino todo lo contrario. ¿Te comportaste así con Penélope?. Niall apartó la mirada mientras los recuerdos le embargaban. Recuerdos de una infancia plagada de hambre y privaciones. Recuerdos de noches agónicas deseando... - Sí — respondió sencillamente — Siempre estuve solo. ___ sufría por él. Pero no podía permitir que se conformara. De algún modo tenía que encontrar la forma de llegar hasta su corazón. De animarle a que luchara por romper la maldición. Debía haber algún modo de hacerle luchar. Y en ese momento juró encontrarlo.
Niall y ___ ayudaron a Selena a desmontar el puestecito ambulante y a guardarlo todo en el jeep, antes de regresar a casa sorteando el tráfico típico de un viernes por la noche. - Has estado muy callado — le dijo ella mientras se detenía en un semáforo en rojo. Observó cómo la mirada de Niall seguía el movimiento de los automóviles que pasaban junto a ellos. Parecía perdido, como alguien que se debatiera en el límite entre la fantasía y la realidad. - No sé qué decir — respondió tras una breve pausa. - Dime cómo te sientes. - ¿Sobre qué?.___ se rio. - Definitivamente, eres un hombre — le dijo — ¿Sabes?. Las sesiones con los hombres son las más difíciles. Llegan y pagan ciento veinticinco dólares para no decir prácticamente nada. Jamás lograré entenderlo. Niall bajó la vista hasta su regazo, y ella observó el modo en que acariciaba distraídamente su anillo con el pulgar. - Dijiste que eras una sexóloga, ¿ qué es eso exactamente?. El semáforo se puso en verde y se internaron de nuevo en el tráfico. - Tú y yo estamos en el mismo negocio, más o menos. Ayudo a las personas que tienen problemas con sus parejas. Mujeres que tienen miedo de tener relaciones íntimas con los hombres, o mujeres a las que les gustan los hombres un poco más de la cuenta. - ¿Ninfómanas?. ___ asintió.

El dios del sexo (Niall Horan y tu) HotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora