Capítulo 13

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«Date la vuelta, Niall y mírame. Ahora sé un buen chico y haz lo que te ordeno. Tócame aquí. Mmm... sí, eso es. Buen chico, buen chico. Házmelo bien y te traeré de comer en un momento.»
Niall se encogió de temor ante la repentina invasión de los recuerdos de su última invocación. No era de extrañar que se comportara como un animal; le habían tratado como tal durante tanto tiempo que apenas recordaba cómo ser un hombre. Al menos, ____ no le había encadenado a la cama. Todavía. Asqueado, echó un vistazo alrededor de la cocina, mientras daba gracias mentalmente por el hecho de que ___ no hubiese presenciado su pérdida momentánea de control. Con la respiración entrecortada, cogió la mitad del melón y lo echó al recipiente donde había visto a ___ tirar la basura la noche anterior. Después, abrió el grifo del fregadero y se lavó para desprenderse de la pegajosa pulpa. Tan pronto como el agua fresca le rozó la piel, suspiró de placer. Agua. Fría y pura. Era lo que más echaba de menos durante su confinamiento. Lo que más anhelaba, hora tras hora, mientras su reseca garganta ardía de dolor. Dejó que el agua se deslizara por su piel antes de capturarla con las manos ahuecadas y beber directamente de ellas. Se chupó los dedos. Era maravillosamente relajante la sensación de sentir el frescor en la boca y después notar cómo bajaba por la garganta, calmando su sed. Lo único que deseaba en ese momento era meterse en el fregadero y dejar que el agua se deslizara por todo su cuerpo. Dejar que... Escuchó que alguien golpeaba suavemente la puerta y, al instante, un ruido de pasos que descendían por la escalera. Cerró el grifo y cogió el trapo seco que había junto al fregadero para secarse las manos y la cara. Cuando volvió a la encimera para recoger los restos del melón, reconoció la voz de Selena.
- ¿Dónde está?.
Niall agitó la cabeza ante el entusiasmo de la amiga de ____. Eso era lo que había esperado de ___. Las dos mujeres entraron a la cocina. Niall alzó la mirada y se encontró con unos ojos marrones tan grandes como dos escudos espartanos.
- ¡Jesús, María y José! — balbució Selena.
____ cruzó los brazos sobre el pecho, en sus ojos brillaba una mezcla de ira y diversión.
- Niall, ésta es Selena.
-¡Jesús, María y José! — repitió su amiga.
- ¿Selena?. — preguntó _____, moviendo la mano ante los ojos de su boquiabierta amiga, que ni siquiera parpadeó.
-¡Jesús, Ma...!
-¿Vas a dejarlo ya? — la reprendió ___.
Selena dejó que la ropa que llevaba en las manos cayera directa al suelo y dio una vuelta completa alrededor de Niall para poder ver su cuerpo desde todos los ángulos. Sus ojos comenzaron por la cabeza y descendieron hasta los dedos de los pies. ____ apenas pudo suprimir la ira ante semejante escrutinio.
- ¿Te gustaría mirarme los dientes tal vez, o prefieres que me baje los pantalones para que puedas inspeccionarme más a gusto? — le preguntó con más malicia de la que había pretendido en un principio. Después de todo, ella estaba, técnicamente, de su parte. Si cerrase la boca y dejara de mirarlo de aquel modo... Nunca había soportado ser el centro de esas desmedidas muestras de atención. Selena alargó la mano, insegura, para tocarle el brazo.
- ¡Uuuh! — se burló él, consiguiendo que Selena diera un respingo.
____ soltó una carcajada. Selena frunció el ceño y les dedicó a ambos una furiosa mirada.
- Muy bien, ¿están intentando reírse de mí?
- Te lo mereces — le dijo ___ mientras cogía un trozo de melón recién cortado por Niall y se lo llevaba a la boca — Por no mencionar que tú vas a ocuparte de él durante el día de hoy.
- ¿Qué?. — preguntaron Niall y Selena al unísono.
____ se tragó el bocado.
- Bueno, no puedo llevarlo conmigo a la consulta, ¿no?
Selena sonrió con malicia.
- Apuesto a que Lisa y tus pacientes femeninas estarían encantadas.
- Exactamente igual que el chico que tiene cita a las ocho. No obstante, no creo que fuese muy productivo.
- ¿No puedes cancelar las citas? — preguntó Selena.
Niall estuvo de acuerdo. No le apetecía en absoluto mostrarse en un sitio público. La única parte de la maldición que encontraba remotamente tolerable era el hecho de que la mayoría de sus invocadoras lo mantenían oculto en sus estancias privadas o en los jardines.
- Sabes perfectamente por qué — contestó ___— No tengo un maridito abogado que me mantenga. Además, no creo que a Niall le guste quedarse solo en casa todo el día, sin nada que hacer. Estoy segura de que le encantará salir y conocer la ciudad.
- Preferiría quedarme aquí contigo — dijo él.
Porque lo que realmente le apetecía era verla retorcerse otra vez bajo su cuerpo, y sentir cómo todo su miembro se empapaba con su flujo, mientras la hacía chillar de placer. ____ quedó atrapada en su mirada, y Niall reconoció el deseo que brillaba en las profundidades grises de sus ojos. En ese instante, descubrió lo que se proponía.


Se iba a trabajar para evitar quedarse a solas con él. Bien, tarde o temprano tendría que regresar a casa. Y, entonces, sería suya. Y una vez se rindiera, iba a demostrarle la resistencia y la pasión que poseía un soldado macedonio entrenado en el ejército espartano. La mañana pareció transcurrir muy lentamente con la habitual ronda de citas. Por mucho que intentase concentrarse en sus pacientes y sus problemas, no lo lograba. Una y otra vez, su mente volvía a recordar una piel tostada por el sol y unos ardientes ojos. Y una sonrisa... Cómo desearía que Niall no le hubiese sonreído jamás. Esa sonrisa podía muy bien ser su perdición. - ...Y entonces le dije: «Dave, mira, si quieres ponerte mi ropa, de acuerdo. Pero no toques mis vestidos de diseño, porque cuando te los pones, me doy cuenta de que te quedan mejor que a mí, y me dan ganas de dárselos todos al Ejército de Salvación.». ¿Hice bien, doctora? _____ alzó la vista del cuaderno donde garabateaba bocetos de hombres «contentos» con lanzas en ristre. - ¿Qué decías, Rachel? —le preguntó a la paciente, sentada en el sillón justo enfrente de ella. La mujer era una fotógrafa elegantemente vestida. - ¿Estuvo bien lo de decirle a Dave que no se pusiera mi ropa?. A ver, joder, no sienta muy bien que a tu novio le quede tu ropa mejor que a ti, ¿no?. ___ asintió. - Por supuesto. Es tu ropa y no tendrías por qué cerrar tu vestidor con llave.
- ¿Lo ve?. ¡Lo sabía!, eso fue lo que le dije. ¿Pero acaso me escuchó? No. Él puede llamarse Davida siempre que quiera, y decirme que es una mujer atrapada en el cuerpo de un hombre; pero cuando aterriza, me escucha como lo hacía mi ex-marido. Juraría... ______ miró inadvertidamente la hora... otra vez. Casi había acabado con Rachel. - Ya sabes, Rachel — le dijo, cortándola antes de que pudiese comenzar su consabida arenga sobre los hombres y sus irritantes costumbres. — quizás deberíamos dejar el tema para el lunes, cuando tengamos la sesión conjunta con Dave, ¿no crees?. Rachel asintió. - Estupendo. Pero recuérdeme el lunes que le hable sobre Chico. - ¿Chico?. - El chihuahua que vive en el apartamento de al lado. Juraría que ese perro me ha echado el ojo. ____ frunció el ceño. No era posible que Rachel insinuase lo que ella estaba imaginado que en el fondo quería decir. - ¿El ojo?. - Ya sabe, el ojo. Puede que parezca un chucho, pero ese perro sólo piensa en el sexo. Cada vez que paso a su lado, me mira la falda. Y no se imagina lo que hace con mis zapatillas de deporte. Ese perro es un pervertido. - Vale — contestó ____, interrumpiéndola de nuevo. Empezaba a sospechar que no podía hacer nada con Rachel, y su obsesión acerca de que todos los hombres del mundo se morían por poseerla — Definitivamente, nos ocuparemos de desentrañar el enamoramiento que ese chihuahua siente por ti.

- Gracias doctora. Es usted es la mejor — Rachel recogió su bolso del suelo y se encaminó hacia la puerta. ____ se frotó la frente mientras las palabras de Rachel aún resonaban en su cabeza. ¿Un chihuahua? ¡Jesús! Pobre Rachel. Tenía que haber algún modo de ayudar a esta pobre mujer. Aunque, por otro lado, era preferible tener a un chihuahua lanzando miradas lujuriosas a tu falda, que a un esclavo griego. - Ay, Lena — resopló — ¿ cómo consigues meterme en estos líos?. Antes de poder hilar ese pensamiento, sonó el zumbido del intercomunicador. - ¿Sí, Lisa?. - Su cita de las once ha sido cancelada, y durante la hora de la señorita Thibideaux, su amiga Selena Laurens ha llamado seis docenas de veces; y no estoy exagerando, ni bromeando. Ha dejado una cantidad impresionante de mensajes para que la llame al móvil tan pronto como sea posible. - Gracias, Lisa. Cogió el teléfono y marcó el número de Selena. - ¡Uf, gracias a Dios! — exclamó su amiga antes de que ____ pudiese pronunciar palabra — Mueve el culo hasta aquí y llévate a tu novio a tu casa. ¡Ahora mismo! - No es mi novio, es tu... - ¡Ah!, ¿quieres saber lo que es? — le preguntó Selena con un tono histérico — Es un jodido imán de estrógenos, eso es lo que es. Estoy rodeada de una multitud de mujeres en este mismo momento.



El dios del sexo (Niall Horan y tu) HotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora