Capítulo 19

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Al día siguiente, cuando llego al aparcamiento, Percy no está allí. Así que salgo del coche, me cuelgo la mochila al hombro y me dirijo a clase mientras pronuncio unas palabras de ánimo para mis adentros y me preparo para lo peor. Sin embargo, cuando llego al aula, me quedo totalmente inmóvil. Miro como una estúpida la puerta pintada de verde, incapaz de abrirla. Puesto que mis habilidades psíquicas no sirven de nada en lo que a Percy se refiere, lo único que en realidad puedo « ver» es la pesadilla que se desarrolla enmi cabeza. La pesadilla en la que Percy aparece sentado al borde de la mesa de Bianca, riendo y flirteando, sacando rosas de todos los lugares posibles mientras yo agacho la cabeza y me dirijo a mi sitio, donde la calidez de su mirada pasa rozándome cuando él se gira para poder concentrarse en « ella» . Y sé que esta vez no podré soportarlo. En serio, no podré hacerlo. Porque aunque Bianca es cruel, mezquina, detestable y sádica, resulta que es cruel, mezquina, detestable y sádica de una manera abierta. No lo guarda en secreto, no es ningún misterio; muestra con claridad su desagradable comportamiento a todo el mundo. Y yo soy todo lo contrario: una persona paranoica y reservada que se oculta tras unas gafas de sol y una capucha, y que soporta una carga demasiado pesada. No hay nada sencillo en mí.

Extiendo la mano hacia el picaporte una vez más mientras me reprendo a mí misma: « Esto es ridículo. ¿Qué piensas hacer? ¿Dejar el instituto? Tendrás que lidiar con esto un año y medio más, así que acéptalo y entra de una vez» .

Pero mi mano comienza a temblar, negándose a obedecer, y justo cuando estoy a punto de huir, un chico aparece por detrás, se aclara la garganta y dice:

—Oye... ¿piensas abrirla? —Y completa la pregunta en su cabeza con unas palabras que no pronuncia en voz alta: « ¡Puto bicho raro!» .

Así que respiro hondo, abro la puerta y entro. Me siento peor de lo que podría haber imaginado, pero solo porque Percy no está allí.

En cuanto llego al comedor, examino las mesas en busca de Percy, pero al ver que no está me encamino hacia mi mesa habitual. Llego al mismo tiempo que Calipso.

—Han pasado seis días y sigo sin saber nada de Hylla—dice mientras deja caer la caja de su magdalena sobre la mesa y se sienta frente a mí.

—¿Has preguntado en el grupo? —Will se sienta junto a mí y desenrosca el tapón de su Vitamin Water.

Calipso pone los ojos en blanco.

—Es un grupo de personas anónimas, Will.

Mi amigo adopta una expresión exasperada.

—Me refería a su mentora...

—Se les llama « monitores de apoyo» . Y sí, la monitora no ha sido de ninguna ayuda, ya que no sabe nada. Rachel cree que estoy exagerando, que estoy sacando las cosas de quicio.

—¿Todavía está aquí? —Will la mira con atención.

Yo paseo la vista entre ellos, alarmada por el tono de su voz. Puesto que la mayor parte de las cosas relacionadas con Percy y con Rachel quedan fuera del alcance de mis habilidades psíquicas, siento tanta curiosidad por escuchar la respuesta como él.

—Pues claro que sí, Will. Ahora vive en esta ciudad. ¿Por qué? ¿Hay algún problema? —Lo mira con los ojos entornados.

Will se encoge de hombros y da un sorbo a la bebida. —Ningún problema. —No obstante, sus pensamientos dicen algo muy distinto y su aura amarilla se vuelve oscura y opaca mientras se debate entre decir lo que piensa o callarse la boca—. Es solo que... —comienza a decir.

—¿Solo que... qué? —Calipso clava la mirada en él con los párpados entornados y los labios apretados—. ¿Y bien?

Yo lo miro fijamente, pensando: « Hazlo, Will, ¡dilo! Rachel es arrogante, aborrecible, una mala influencia que solo traerá problemas. No eres el único que lo ve; y o también me he dado cuenta, así que adelante, dilo... ¡Esa tía es lo peor!» .

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