Capítulo 20

135 15 4
                                    

A la mañana siguiente, mientras me preparo para el instituto, Zoë se sienta en mi cómoda disfrazada de Mujer Maravilla y se pone a contar secretos de los famosos. Al parecer, se ha hartado de observar las payasadas de nuestros antiguos vecinos y amigos y ha concentrado su atención en Hollywood, lo que le permite comentar los trapos sucios mejor que cualquier revista del corazón.

—¡No me digas! —La miro con la boca abierta—. ¡No puedo creerlo! ¡Will alucinará cuando se entere de esto!

—No te haces ni la menor idea. —Sacude la cabeza, haciendo que sus rizos negros se balanceen de un lado a otro. Tiene un aspecto agotado, hastiado, como alguien que ha visto demasiadas cosas... y más aún—. Nada es lo que parece. En serio. Las cosas no son más que una ilusión, tan falsas como las películas que hacen. Y créeme, esos publicistas se rompen el culo para mantener todos esos sucios secretillos... en secreto.

—¿A quién más has espiado? —pregunto, impaciente por escuchar más. Me pregunto por qué nunca se me ha ocurrido tratar de interpretar sus energías mientras veo la tele o al hojear una revista—. ¿Qué...?

Estoy a punto de preguntarle si los rumores sobre mi actriz favorita son ciertos cuando Sally asoma la cabeza por la puerta de mi habitación y dice:

—¿Qué ibas a preguntar?

Miro a Zoë y veo que se está partiendo de risa. Me aclaro la garganta y contesto:

—Hummm, nada, no he dicho nada.

Sally me mira extrañada y Zoë sacude la cabeza antes de decir:

—Una respuesta estupenda, Annabeth. Muy convincente.

—¿Necesitas algo? —pregunto mientras le doy la espalda a Zoë y me concentro en el propósito de la visita de Sally... La han invitado a pasar el fin de semana fuera y no sabe cómo decírmelo.

Mi tía entra en la habitación con una pose tensa y dando unas zancadas demasiado rígidas. Después respira hondo y se sienta en el borde de la cama.

Está nerviosa, y enreda los dedos en un hilo suelto de mi edredón azul mientras piensa en la mejor forma de contármelo.

—Poseidon me ha invitado a pasar el fin de semana fuera. —Frunce el ceño—.Pero he creído que debería consultártelo primero.

—¿Quién es Poseidon? —le pregunto mientras me pongo los pendientes y me giro hacia ella. Aunque conozco la respuesta, me parece necesario formularla de todas formas.

—Lo conociste en la fiesta. Vino disfrazado de Frankenstein. —Me mira a los ojos. El sentimiento de culpa inunda su mente; se siente una tutora negligente, un mal ejemplo a seguir, aunque eso todavía no ha afectado a su aura, que sigue teniendo un brillante y feliz tono rosado.

Meto los libros en la mochila para ganar algo de tiempo mientras decido qué hacer. Lo cierto es que Poseidon no es el tipo que le gusta. Ni de lejos. No obstante, por lo que puedo «ver» , a él le gusta mi tía de verdad y no tiene intención de hacerle daño. Y ha pasado tanto tiempo desde la última vez que la vi tan feliz que no me atrevo a decírselo. Además, ¿cómo podría hacerlo? «Oye, perdona, pero ese tal Poseidon, el señor Banquero Fanfarrón, no es el tipo que tú crees que es. De hecho, ¡todavía vive con su madre! No me preguntes cómo lo sé, pero... créeme, lo sé.»

No. Ni hablar. No puedo hacerlo. Además, las relaciones siempre se solucionan por sí solas, a su modo y en el momento apropiado. Y yo ya tengo una relación de la que preocuparme. Ahora que las cosas con Percy empiezan a estabilizarse, ahora que empezamos a conocernos mejor y a comportarnos como una pareja, creo que ha llegado el momento de dejar de apartarlo de mí. Tal vez haya llegado la hora de dar un paso más. Y si Sally se marcha de la ciudad durante un par de días... Bueno, es una oportunidad que puede que no se presente de nuevo.

EternidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora