Capítulo 15

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No había hecho más que quedarme dormida cuando suena la llamada de Percy. Y aunque me he pasado los dos últimos días tratando de convencerme de que no me gusta, en el instante en que oigo su voz me rindo.

—¿Es demasiado tarde?

Observo los números verdes del despertador con los ojos entornados y confirmo que lo es, pero respondo

—No, no pasa nada.

—¿Estabas dormida?

—Casi.

Apilo las almohadas contra el cabecero tapizado en tela y después me apoyo sobre ellas.

—Me preguntaba si podría pasarme por ahí.

Miro de nuevo el reloj, aunque solo para confirmar que es una Pregunta de locos.

—Es probable que no sea una buena idea —le digo; el silencio Posterior es tan largo que estoy segura de que me ha colgado.

—Siento no haberte visto en el comedor —dice al fin—. Y tampoco en clase de Arte. Me marché después de Lengua.

—No pasa nada —murmuro sin saber muy bien qué otra cosa decirle. Puesto que no somos pareja, Percy no tiene por qué darme explicaciones.

—¿Seguro que es demasiado tarde? —pregunta con tono grave y persuasivo —. Me encantaría verte. Y no me quedaría mucho rato.

Sonrío entusiasmada por este pequeño cambio de poderes, por el hecho de ser yo quien tome las decisiones para variar.

Me felicito mentalmente antes de responder

—Nos veremos mañana en clase de Lengua.

—¿Qué te parece si te llevo al instituto? —pregunta. Su tono de voz casi logra convencerme de que se ha olvidado de Bianca, de Rachel, de su marcha apresurada de la fiesta, de todo. Borrón y cuenta nueva; el pasado, pasado está, y vamos a comenzar de nuevo.

Sin embargo, no he llegado tan lejos para rendirme con tanta facilidad, así que me obligo a decir:

—Will y yo siempre vamos juntos en coche, así que te veré en clase de Lengua. —Y sabiendo que es mejor no darme tiempo a cambiar de opinión, cuelgo el teléfono y lo arrojo al otro lado de la habitación.

A la mañana siguiente, Zoë aparece ante mí y dice:

—¿Sigues cabreada?

Pongo los ojos en blanco.

—Me tomaré eso como un sí. —Se echa a reír y salta encima de la cómoda antes de comenzar a empujar los cajones con los talones.

—Bueno, ¿y de quién vas disfrazada hoy? —Meto los libros en mi mochila y observo su ajustado corpino, la falda hasta los tobillos y el largo cabello castaño.

—De Elizabeth Swann. —Esboza una sonrisa.

Entorno los ojos mientras trato de recordar ese nombre.

—¿La de Piratas del Caribe?

—Pues claro. —Bizquea y me saca la lengua—. Bien, ¿qué tal va lo tuyo con el conde Fersen?

Me cuelgo la mochila del hombro y me dirijo a la puerta, decidida pasar por alto la pregunta.

—¿Vienes? —le digo.

Ella niega con la cabeza.

—Hoy no. Tengo una cita.

Me apoyo contra el marco de la puerta y la miro con los párpados entornados.

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