Capítulo 36

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En el instante en que Zoë desaparece, me echo a llorar; sé que he hecho lo correcto, pero desearía que no doliera tanto. Me quedo así un rato, acurrucada en el sofá recordando lo que dijo acerca del accidente, lo de que no era culpa mía.

Pero aunque me gustaría poder creerlo, sé que no es cierto. Aquel día se perdieron cuatro vidas, y todo por mi culpa.

Todo por una estúpida sudadera azul de un campamento de animadoras.

—Te compraré otra —dijo mi padre mientras me observaba por el espejo retrovisor. Sus ojos grises eran idénticos a los míos—. Si doy la vuelta ahora, nos encontraremos mucho tráfico.

—Pero es mi favorita... —lloriqueé—. La que conseguí en el campamento de animadoras. No se puede comprar en ningún sitio. —Hice un mohín, a sabiendas de que estaba a punto de salirme con la mía.

—¿De verdad la necesitas tanto?

Asentí y sonreí al ver que mi padre sacudía la cabeza, respiraba hondo y hacía girar el coche. Me miró por el espejo retrovisor en el mismo instante en el que el ciervo apareció en la carretera.

Quería creer a Zoë, implantar en mi cerebro esa nueva idea. Pero el hecho de conocer la verdad garantizaba que eso nunca ocurriría.

Me enjugo las lágrimas de la cara y recuerdo las palabras de Circe. Pienso que si Zoë era la persona a la que debía decirle adiós, entonces Percy debe de ser la persona equivocada.

Tiendo el brazo para coger la piruleta que he colocado sobre la mesa y ahogo una exclamación al ver que se ha transformado en un tulipán.

En un enorme y brillante tulipán rojo.

Corro hasta mi habitación, pongo el ordenador portátil sobre la cama e inicio una búsqueda sobre el significado de las flores; observo la página hasta que leo:

En el siglo XVIII, la gente a menudo comunicaba sus intenciones por medio de las flores que enviaban, ya que las distintas variedades tienen significados específicos. Aquí les exponemos algunos de los usos más tradicionales:

Desplazo hacia abajo la lista organizada en orden alfabético mientras busco con la mirada los tulipanes. Cuando los encuentro, contengo el aliento y leo:

Tulipanes rojos: amor eterno.

Después, solo por curiosidad, busco las rosas blancas y suelto una carcajada cuando leo:

Rosas blancas: el corazón que no conoce el amor, el corazón que es ajeno al amor.

Y comprendo que Percy me estaba poniendo a prueba. Todo el tiempo.

Tenía un secreto de esos que te cambian la vida y no sabía cómo decírmelo; no sabía si yo lo aceptaría, lo rechazaría o le daría la espalda.

Flirtear con Bianca no era más que un modo de conseguir una reacción para poder leerme los pensamientos y descubrir si me importaba. Y yo me había convertido en una experta a la hora de mentirme a mí misma, de negar mis sentimientos con respecto a casi todo, así que conseguí que ambos nos sintiéramos confundidos.

Y aunque desde luego no puedo perdonar lo que hizo, debo admitir que funcionó. Ahora lo único que tengo que hacer para verlo de nuevo es pronunciar las palabras en voz alta, y él aparecerá justo delante de mí. Porque lo cierto es que le quiero. Le he querido siempre. Le he querido desde el primer día. Le quería incluso cuando juraba que no lo hacía. Le quiero sin poder remediarlo. Y aunque no sé de qué va todo ese rollo de la inmortalidad, Summerland es un lugar genial. Además, si Zoë está en lo cierto, si existe esa cosa llamada destino, entonces puede que también pueda aplicarse a esto, ¿no?

Cierro los ojos e imagino el maravilloso cuerpo cálido de Percy acurrucado junto al mío; el susurro de sus labios suaves junto a mi oreja, mi cuello y mi mejilla; la sensación que me provocan sus labios cuando se aprietan contra los míos... Mantengo esa imagen en mente, las sensaciones que me provocan nuestro amor perfecto y nuestros besos perfectos, y susurro las palabras que me he guardado todo este tiempo. Las palabras que me asusta pronunciar. Las palabras que lo traerán hasta mí.

Las pronuncio una y otra vez, y mi voz gana fuerza a medida que resuenan en la estancia.

Sin embargo, cuando abro los ojos descubro que estoy sola.

Y entonces comprendo que he esperado demasiado tiempo.

EternidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora