Capítulo 13

146 18 5
                                    

Si pensaba que tenía una voz maravillosa por la forma en que silenciaba todo lo que había a mi alrededor, si creía que su contacto era increíble por la forma en que me erizaba piel... bueno, pues puedo asegurar que su forma de besar es de otro mundo. Y aunque no soy ninguna experta (solo he besado a unos cuantos chicos con anterioridad), estoy dispuesta a apostar cualquier cosa a que un beso como este, un beso tan completo y trascendente, es de las cosas que ocurren una sola vez en la vida.

Y cuando se aparta para mirarme a los ojos, cierro los míos de nuevo, lo agarro por las solapas y vuelvo a acercarlo a mí.

Hasta que Calipso dice:

—Caray, os he estado buscando por todas partes. Debería haber supuesto que estaríais escondidos aquí fuera.

Me aparto de Percy, horrorizada por haber sido atrapada con las manos en la masa poco después de jurar que ni siquiera me gustaba.

—Solo estábamos...

Ella alza la mano para acallarme.

—Por favor, ahórrame los detalles. Solo quería que supieras que Hylla y yo nos vamos ya.

—¿Tan pronto? —pregunto, aunque la verdad es que no sé cuánto tiempo llevamos fuera.

—Sí, mi amiga Rachel ha pasado por aquí y quiere llevarnos a otra fiesta. Estáis invitados a venir si queréis... aunque parece que estáis bastante ocupados.—Sonríe con sorna.

—¿Rachel? —pregunta Percy, que se pone en pie tan rápido que su cuerpo se transforma en un mero borrón.

—¿La conoces? —dice Calipso. Sin embargo, Percy ya ha empezado a alejarse tan deprisa que nosotras apenas podemos seguirlo.

Corro detrás de Calipso, impaciente por atraparla, desesperada por explicarle lo sucedido, pero cuando llego a las puertas de la terraza y la agarro del hombro me invade tal oscuridad, tal cantidad de ira y desprecio, que las palabras se me quedan congeladas en la punta de la lengua.

Ella se aparta y me mira por encima del hombro con expresión glacial.

—Ya te dije que se te da de pena mentir —dice antes de seguir adelante.

Tomo una profunda bocanada de aire y sigo sus pasos por la cocina hasta la sala de la fiesta y después hasta la puerta sin apartar los ojos de la nuca de Percy, que se mueve con velocidad y aplomo, como si supiera con precisión dónde encontrar a la tal Rachel. Y para el momento en que llego al vestíbulo, me quedo paralizada al verlos juntos: a él engalanado con todo el esplendor del siglo XVIII... y a ella disfrazada de una María Antonieta tan espléndida, adorable y exquisita que me deja a la altura del betún.

—Tú debes de ser... —Ella alza la barbilla mientras clava en mí unos ojos que parecen esferas de color verde esmeralda.

—Annabeth —susurro al tiempo que me fijo en su peluca rubio platino, su cremosa piel inmaculada y la maraña de perlas que le rodea la garganta. Sus perfectos labios rosados están separados y dejan ver unos dientes tan blancos que no parecen reales.

Me doy la vuelta hacia Percy con la esperanza de que él pueda aclararme algo, darme alguna razón lógica que explique por qué la pelirroja del Saint Regis ha acabado en mi vestíbulo. No obstante, él está tan ocupado mirándola que apenas es consciente de mi existencia.

—¿Qué estás haciendo aquí? —le pregunta casi en un susurro.

—Calipso me ha invitado —responde la pelirroja con una sonrisa.

Y, mientras paseo la mirada entre ambos, un miedo frío y aterrador invade mi cuerpo.

—¿De qué os conocéis? —pregunto al notar que el comportamiento de Percy ha cambiado por completo, que de repente se ha vuelto impasible, frío y distante... En estos momentos, hay una nube negra donde solía haber sol.

EternidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora