Capítulo 2

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Segundos antes de que entre el señor D, me bajo la capucha, apago el iPod y finjo estar leyendo el libro. Ni siquiera me molesto en levantar la vista cuando alguien dice:

—Chicos, este es Percy Jackson. Es de Nuevo México y a partir de ahora vivirá aquí. Bien, Percy, puedes ocupar el sitio vacío que hay al fondo del aula, el que está al lado de Annabeth. Tendrás que compartir su libro hasta que tengas uno.

Percy está buenísimo. Lo sé sin necesidad de mirarlo. Me concentro en el libro mientras él avanza hacia mí, porque ya sé demasiadas cosas sobre mis compañeros de clase. En lo que a mí concierne, un momento más de ignorancia es una auténtica bendición.

Sin embargo, según los pensamientos más íntimos de Blanca Di Angelo, que está sentada justo dos filas por delante de mí, «Percy Jackson está como un tren» . Su mejor amiga, Thalia, está totalmente de acuerdo. Y también el novio de Thalia, Ethan, pero esa es otra historia muy diferente.

—Hola. — Percy se sienta en el sitio que hay junto al mío y mi mochila hace un ruido sordo cuando él la deja caer al suelo.

Le devuelvo el saludo con un gesto de la cabeza. Me niego a mirar más allá de sus brillantes botas negras de motorista, que son más del tipo GQ que de los Ángeles del Infierno. Unas botas que parecen muy fuera de lugar entre las chanclas de colorines que suelen pisar la moqueta verde.

El señor D nos pide a todos que abramos nuestros libros por la página 133, así que Percy se inclina hacia mí antes de decir:

—¿Te importa que lo compartamos?

Yo vacilo, asustada por su proximidad, pero deslizo el libro hacia él hasta que se balancea al borde del pupitre. Y cuando él acerca la silla para acortar la pequeña distancia que nos separa, salgo pitando hacia la parte más alejada de mi asiento y me escondo bajo la capucha.

Él se ríe por lo bajo, pero, puesto que no lo estoy mirando, no tengo ni idea de por qué. Lo único que sé es que parece alegre y divertido, aunque también algo más.

Me agacho aún más; apoyo la mejilla en la palma de la mano y clavo los ojos en el reloj, decidida a pasar por alto todas las miradas asesinas y los comentarios que me dedican mis compañeros. Cosas como: « Pobrecillo el nuevo... ¡Tener que sentarse al lado de la rarita, con lo bueno que está!» . La idea procede de Bianca, Thalia y Ethan y de todos los demás presentes en la clase.

Bueno, de todos salvo del señor D, que desea que termine la clase casi tanto como yo.

A la hora del almuerzo, todo el mundo habla y a de Percy.

« ¿Has visto al nuevo, ese tal Percy? Está como un tren... Es tan sexy...» ,

« He oído que viene de México...» , « No... creo que es español...» , « Da igual, de algún país extranjero...» , « Estoy decidida a invitarlo al Winter Formal...» ,

« Pero si ni siquiera lo conoces todavía...» , « No te preocupes, lo haré...»

—¡Dios mío! ¿Has visto al chico nuevo, ese tal Percy?

Calipso se sienta a mi lado y me observa con atención a través de su largo flequillo, cuyas puntas desfiladas le llegan justo por encima de los labios de color rojo oscuro.

—Ay, no me digas que tú también estás igual, por favor... —Sacudo la cabeza y le doy un mordisco a mi manzana.

—No dirías eso si hubieras tenido el privilegio de verlo —replica ella mientras saca la magdalena de vainilla de la caja de cartón rosado y lame el glaseado de la parte superior, siguiendo su rutina habitual. Sin embargo, por su aspecto, cualquiera diría que preferiría beber sangre a comer dulces.

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