Capítulo 6

152 17 2
                                    

Aunque Percy y yo tenemos dos clases en común, solo nos sentamos juntos en Lengua. Así pues, no se acerca a mí hasta que recojo las cosas y salgo de la clase de Arte que hay a sexta hora.

Corre para alcanzarme y me sujeta la puerta mientras salgo del aula con los  ojos clavados en el suelo, preguntándome cómo puedo deshacerme de él.

-Tus amigos me pidieron que me pasara por tu casa esta noche -dice mientras camina a mi lado-. Pero creo que no podré ir.

-¡Oh! -exclamo sin querer, y me avergüenza que mi voz haya revelado lo feliz que me hace esa noticia-. Quiero decir... ¿estás seguro? -Intento parecer más amable, más resignada, como si de verdad quisiera que viniera a mi casa, aunque ya es demasiado tarde.

Él me mira con un brillo divertido en los ojos.
-Sí, claro... Te veré el lunes -me dice antes de acelerar el paso para dirigirse a su coche, que está aparcado en la zona roja y que, inexplicablemente, tiene el motor en marcha.

Cuando llego hasta mi Miata, Will me está esperando con los brazos cruzados, los ojos entornados y la típica sonrisa desdeñosa que pone de manifiesto su enfado.

-Será mejor que me digas qué es lo que acaba de pasar, porque no tenía muy buena pinta -dice al tiempo que se sienta en el asiento del acompañante.

-Ha dicho que no vendría. Dijo que no podía. -Hago un gesto que indiferencia y miro por encima del hombro mientras doy marcha atrás.

-Pero ¿qué le dijiste para que no quisiera venir? -pregunta con una mirada asesina.

-Nada.

La sonrisa desdeñosa se hace más amplia.
-En serio, no tengo la culpa de que se te hay a fastidiado la noche. -Salgo del aparcamiento a la calle, pero, al notar que Will no deja de mirarme, pregunto-: ¿Qué pasa?

-Nada. -Mi amigo arquea las cejas y se pone a mirar por la ventanilla.

Aunque sé lo que está pensando, prefiero concentrarme en la conducción.
Instantes después, él se gira hacia mí y me dice-: Bueno, prométeme que no te enfadarás.

Yo cierro los ojos con un suspiro. Vamos allá..., pienso. Respiro hondo y me niego a reaccionar. Sobre todo porque las cosas están a punto de ponerse mucho peor.

-Para empezar, eres una tía guapísima... o al menos yo creo que lo eres, porque es difícil saberlo si siempre te escondes debajo de esas espantosas y enormes sudaderas con capucha. Siento ser yo quien te lo diga, Annabeth, pero tu ropa es de lo peor, como un disfraz de indigente, y no tiene sentido fingir lo contrario. Además, y aunque tal vez no debiera soltártelo de esta manera, el hecho de que hagas todo lo posible por rechazar a ese tío nuevo que está como un tren resulta más bien rarito.

Se calla el tiempo suficiente para darme ánimos con la mirada. Yo me preparo para lo que viene a continuación.
-A menos, claro está, que seas homosexual.

Giro a la derecha y suspiro con fuerza, agradecida por primera vez por contar con mis habilidades psíquicas, ya que sin duda me han ayudado a suavizar el golpe.

--No pasaría nada si lo fueras -continúa Will -. Bueno, ya sabes que yo soy gay, así que no voy a discriminarte por eso; lo sabes, ¿verdad? -Suelta una carcajada; una especie de risotada nerviosa que indica que pisa terrenos inexplorados.
Yo me limito a sacudir la cabeza antes de pisar el freno.

-El mero hecho de que no esté interesada en Percy no significa que sea homosexual -le digo, aunque noto que parezco mucho más a la defensiva de lo que es mi intención-. Por si no lo sabes, la atracción se basa en muchas más cosas que en el aspecto físico.

En cosas como un contacto cálido, unos ojos verdes y abrasadores y una voz seductora que silencia el mundo...
-¿Es por Calipso? -pregunta Will que no se ha tragado mi excusa.

EternidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora