Capítulo 21

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Cuando llego al camino de entrada de mi casa, me sorprendo al ver que hay alguien sentado en la escalera principal; pero al acercarme, me sorprendo aún más al ver que se trata de Zoë.

—Hola —le digo al tiempo que cojo la mochila y cierro la puerta del coche algo más fuerte de lo que pretendía.

—¡Jolines! —exclama mi hermana, que sacude la cabeza y me fulmina con la mirada—. Creí que ibas a atropellarme.

—Lo siento, pensé que eras Percy —replico de camino hacia la puerta.

—Vaya, ¿qué es lo que ha hecho ahora? —Zoë se echa a reír.

Me encojo de hombros y abro la puerta. No tengo ninguna intención de darle detalles.

—¿Qué ha ocurrido? ¿Se te ha cerrado la puerta o qué? —le pregunto mientras entro en la casa.

—Qué graciosa... —Hace una mueca de exasperación y se dirige a la cocina, donde toma asiento en la mesa del desayuno mientras yo dejo la mochila en la encimera y meto la cabeza en el frigorífico.

—Bueno, ¿qué pasa? —La miro y me pregunto por qué está tan callada. Tal vez mi mal humor sea contagioso.

—Nada. —Zoë apoya la barbilla en la palma de su mano y me observa.

—Pues eso no es lo que parece. —Cojo una botella de agua en lugar del helado que en realidad me apetece y me apoyo contra la encimera de granito.

Me fijo en que el pelo negro de mi hermana está bastante enredado y en que su disfraz de Mujer Maravilla parece algo desmejorado. Zoë hace un gesto indiferente con los hombros.

—¿Y qué vas a hacer? —me pregunta mientras se inclina en el taburete de una forma que me pone los nervios de punta, aunque sé que no puede caerse y hacerse daño—. Esto es el sueño adolescente hecho realidad, ¿no? Tienes la casa entera para ti sola, sin carabinas. —Mueve las cejas arriba y abajo de una forma que resulta falsa, como si intentara parecer alegre con todas sus fuerzas.

Doy un trago de agua y me encojo de hombros; una parte de mí desea confiar en ella y contarle mis secretos, los buenos, los malos y los vomitivos. Sería maravilloso quitarme esa carga de encima y no tener que soportar más tiempo el peso de la carga yo sola. Pero cuando la miro de nuevo, recuerdo que se ha pasado media vida deseando cumplir los trece, viendo pasar cada año como si fuera ese el que la acercaría a tan importante cifra de dos dígitos. Y no puedo evitar preguntarme por qué está aquí. Dado que le robé su sueño, no le queda más remedio que vivir a través de mí.

—Bueno, siento mucho decepcionarte —le digo por fin—, pero sé muy bien que ya te has dado cuenta de que soy un absoluto desastre en lo que se refiere a sueños adolescentes. —Levanto la vista para mirarla con timidez y mis mejillas se ruborizan al ver que ella asiente para mostrar su acuerdo—. ¿Recuerdas todas aquellas promesas que hice en Oregón? ¿Todo aquello sobre los amigos, el novio y lo de ser animadora? Pues ya no hay nada que hacer. Se acabó. |¿Y los dos únicos amigos que tengo en Bay View? Pues no se hablan. Lo que por desgracia significa que apenas me hablan a mí tampoco. Y aunque por alguna extraña, inexplicable e inconcebible casualidad he conseguido atrapar un novio sexy que está como un tren, la verdad es que no todo es tan bueno como parece. Porque cuando no se comporta de manera extraña o se desvanece en mitad de la nada, trata de convencerme de que me salte las clases, me lleva a apostar a las carreras y a muchos otros lugares sórdidos del estilo. Me parece que es una mala influencia.

Hago una mueca al darme cuenta de que no debería haberle contado nada de eso, aunque ya es demasiado tarde. Sin embargo, cuando miro a mi hermana de nuevo me percato de que no me está escuchando. Tiene la mirada clavada en la encimera mientras sigue los dibujos del granito con la punta de los dedos. Está claro que tiene la cabeza en algún otro sitio.

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