Capítulo 31

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Al principio, Rachel se limita a mirarme con sus ojos verdes llenos de incredulidad; después alza la barbilla y me muestra los dientes. Sin embargo, arremeto contra ella antes de que pueda atacarme, decidida a ser yo quien golpee primero, a derrotarla mientras pueda. Pero, justo cuando salto hacia delante, veo ese velo brillante de suave luz dorada, un círculo luminoso que aparece a un lado y cuyo resplandor parece llamarme igual que en mi sueño. Y aunque fue Rachel quien implantó ese sueño en mi cabeza, aunque sé que lo más probable es que se trate de una trampa, no puedo evitar girarme hacia la luz.

Caigo a través de una bruma deslumbrante, un chaparrón de luz tan afectuoso, cálido e intenso que calma mis nervios y acalla todos mis temores. Y cuando aterrizo en un campo de hierba fuerte y vibrante, las briznas me sujetan, me sostienen y amortiguan la caída.

Contemplo el prado que me rodea. Las flores tienen pétalos que parecen iluminados por dentro. Los árboles parecen llegar hasta el cielo y sus ramas están cargadas de frutos maduros y jugosos. Mientras permanezco aquí tumbada, tranquila, fijándome en todo, no puedo evitar sentir que ya he estado en este lugar con anterioridad.

-Annabeth...

Me pongo en pie de un salto, lista para luchar. Y cuando veo que se trata de Percy, doy un paso atrás. No sé de qué lado está él.

-Relájate, Annabeth. No pasa nada. -Asiente y sonríe mientras me ofrece la mano.

Pero yo me niego a aceptarla, me niego a morder su anzuelo, así que retrocedo otro paso al tiempo que busco a Rachel con la mirada.

-Ella no está aquí. -Clava sus ojos en los míos-. Estás a salvo; aquí no hay nadie más que yo.

Titubeo. No sé si creerlo o no y dudo que estar con él pueda considerarse «seguro» . Lo observo con detenimiento mientras sopeso mis opciones (que son muy pocas, desde luego).

-¿Dónde estamos? -digo al final, aunque la verdadera pregunta es: «¿Estoy muerta?».

-Te aseguro que no estás muerta. -Se echa a reír cuando me lee los pensamientos-. Estás en Summerland, la Tierra del Verano.

Lo miro absolutamente perdida.

-Es una especie de... lugar entre lugares. Como una sala de espera. Un área de descanso. Una dimensión entre dimensiones, si lo prefieres.

-¿Dimensiones? -Lo miro con los ojos entornados. La palabra me resulta extraña, desconocida, al menos en el sentido en el que él la utiliza. Y cuando Percy estira el brazo para tomar mi mano, me aparto con rapidez, ya que sé que es imposible ver las cosas con claridad cuando me toca.

Él me observa y después se encoge de hombros. Me hace un gesto para que lo siga a través del claro en el que cada flor, cada árbol, cada brizna de hierba se inclinan y giran como si fueran compañeros en una danza eterna.

-Cierra los ojos -susurra. Y al ver que no lo hago, añade-:Por favor...

Los cierro. Casi.

-Confía en mí. -Suspira-.Solo esta vez.

Hago lo que me pide.

-¿Y ahora qué?

-Ahora imagina algo.

-¿Qué quieres decir? -le pregunto, aunque de inmediato se me viene a la imaginación un elefante gigante.

-Imagina otra cosa -dice-, rápido.

Abro los ojos y me quedo atónita al ver que un gigantesco elefante corre hacia nosotros. No puedo evitar ahogar una exclamación de asombro cuando lo transformo en una mariposa... una hermosa mariposa monarca que se posa justo en la punta de mi dedo.

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