Cuarenta y nueve: los cantos de los angeles

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Era el día previo a Navidad y hacia bastante sol por la tarde. Kuchel no podía estar más feliz de lo que esperaba en la noche. No dejaba de cocinar postres y postres mientras preparaba un gran pavo desde temprano. Tenía años en el que no pasaba las fiestas con su familia más que con Levi, aunque no se sentía desdichada por pasar las fiestas solo con su hijo, sabía que siempre había extrañado estar con su hermano mayor, abuelos, y por momentos, extrañaba incluso a sus padres, de los cuales tenía muy pocos recuerdos.
Por otra parte, Levi estaba concentrado limpiando desde que despertó. Su madre no era mujer desordenada, pero prefería ir limpiando lo que ella dejaba para despejarla, además de que lo ayudaba a relajarse. Tenían esa rutina desde la navidad número cinco de Levi, siempre había sido algo que disfrutaban hacer juntos, pero aquel 24 de diciembre era diferente.

Kuchel estaba emocionada, hacia todo cantando y dando pequeños bailes no característicos de un Ackerman; pero Levi era todo lo contrario. Había podido quitar su tristeza del medio en esa festividad tan alegre, pero no podía evitar estar completamente en silencio, enfocándose en no pensar en nada. Limpiaba sin ningún gesto particular en su rostro, sin ánimos ni siquiera en su actividad favorita, solo estaba tranquilo.

Para Kuchel era algo que no le gustaba ver en su hijo, estaba triste de pensar que él estaba pasando por todo eso solo, ya que ni con ella, ni con su tío, había logrado expresar lo que sentía. Vivía una batalla interna que nadie más entendía.
Por otro lado también se preocupaba por Hanji, no sabía que era de ella, creía que ni siquiera su hijo lo sabía, pero pensaba que estaba pasando por un martirio de igual forma.
Llego a un punto en el que tuvo que bloquear todo método de contacto que tenía Killian con ella, pues su insistencia en juntar a sus dos hijos era tanta que no podía estar tranquila.

Su cabeza estaba envuelta en pensamientos sobre Hanji y Levi. Aunque Kuchel intentaba ser una mujer prudente y utilizar la razón antes de actuar, decidió darle un final a todo lo que estaba pasando. Interrumpió a su hijo cuando limpiaba el mueble de la televisión, tomo de su brazo y lo encamino a la mesa, pidiéndole indirectamente que tomara asiento.

–Levi, necesito hablar contigo –dijo para captar la atención total de su hijo –Planeo ser directa, así que –dudo un momento antes de hablar –¿Quieres divorciarte de Hanji?

Sabía que había solo dos respuestas. La primera era apoyar a su hijo en divorciarse de una mujer que ya no amaba o que quizá nunca amo. Y la segunda, era apoyar a su hijo en recuperar a su pareja. No importaba que decisión tomara él, siempre le brindaría su apoyo.

Frente a ella estaba sentado su pequeño hijo, que aun veía como un chico indefenso que proteger. Sabía que era fuerte, que durante la mayoría de su adolescencia se había transformado en un sujeto rudo. Pero, cuando vio como sus ojos se cristalizaron y suspiro para obtener fuerzas antes de hablar, recordó al pequeño Levi que temía de todo.

–No –dijo rápido antes de tomar valor para seguir hablando –Yo la extraño. Nunca pensaría en alejarme de ella.

Kuchel sabía que no podía acercarse a él para abrazarlo sin que se derrumbara alguno de los dos, así que solo tomo su mano esperando que sintiera que ella lo entendía. No pregunto más y espero a que él estuviera listo para seguir con la preparación de la fiesta. Supo que hizo lo correcto al preguntarle, porque las siguientes cuatro horas fueron más amenas. Conversaban de momentos y pusieron algo de música para pasar rápido la tarde.

Pasadas las siete de la tarde, Kenny y Uri llegaron a animar aún más el ambiente, tuvieron éxito, ya que parecía que nada malo pasaba por la mente de Levi, pues con forme la noche avanzaba estaban cada vez más alegres y despreocupados. También era de ayuda el alcohol que todos estaban tomando aquel día.

Espantapájaros Amoris.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora