Capítulo vigésimo quinto: Buenas noticias.

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Realmente la situación no debía de ser ni un poco incómoda para ninguno de los dos, pero dentro de sí mismos tenían sus corazones al mil por hora. No era como que no hubiesen pasado por algo similar antes, no debía de ser raro por las situaciones por las que habían estado tiempo antes y al ser un momento tan rápido el impacto debía ser mil veces peor.
Pero lamentablemente el de cabellos oscuros había cometido la más vergonzosa equivocación. Al no oír ruidos del interior había abierto la puerta del baño del gimnasio para dejar un par de toallas limpiar. A la mala (o quizá no tanto) suerte del hombre la castaña estaba recién salida de la bañera, llevando una única prenda encima que eran unas delgadas bragas, acompañando de una toalla azul que cubría todo su cabello.
Y como si estuviesen en un escenario frente a un millón de personas, ambos se quedaron tiesos del miedo, pero aquí había solo una persona.
Quizá no era la respuesta que ninguno de los esperaba, e incluso quizá hubiese habido una mejor manera de reaccionar pero el joven prefirió tranquilizarse y hacer como si fuese del todo normal.

–Me das permiso para guardar las toallas? –Preguntó el chico adentrándose más al baño.

–Ah, claro –Y al ver la seriedad del joven ella respondió con la misma calma.

Así que mientras el de cabellos oscuros se taba su tiempo para acomodar cada una de las toallas en sus respectivos lugares, la castaña se ponía su crema corporal.
No había nada que pasase por sus mentes en ese momento, solo un constante sentimiento de vergüenza. Pero, para suerte de ambos sabían aparentar que estaban tranquilos, y ninguno podía notar que su contrario estaba igual de nervioso.

–No vayas a dejar tanto desastre –Señaló el chico antes de cerrar la puerta del lugar.

Ahí camino lo más rápido que pudo hasta el cuarto de lavado. Con una completa calma dejo la canasta en donde tenía el resto de las toallas limpias en una mesa y se sentó en el piso. El joven no pudo evitar llevarse las manos al rostro que estaba completamente rojo. Su mente estaba lleno de imágenes de la que había visto momento antes. Aunque en una gran parte se sintió avergonzado de lo que acababa de ver, a la vez estaba feliz de haber visualizado a la chica como él quería.
Por otro lado aun en el baño, la chica estaba nerviosa a más no poder y algo destrozada. En su mente no dejaba de rondar el pensamiento de que ahora el joven le era indiferente. No sabía exactamente por qué le afectaba tanto, pero lo hacía. Y con un nudo en la garganta la chica prosiguió a cambiarse.

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Dieron las 12:30 pm y el par de casados aún no podían dirigirse ni la mirada completamente. Pero no había mucho por que sufrir, pues el chico interrumpió una sola vez en el estudio de la muchacha para decirle que se iría un rato.
Estaba pensando en tranquilizarse un poco al salir con sus amigos, pero en todo el camino a la plaza, donde solían reunirse siempre, no podía quitarse la gran sonrisa del rostro. Buscaba mantenerse serio y recordar en la vergüenza que le había dado, pero sus facciones estaban en su contra pues cada que se tallaba la boca y se ponía serio, rápidamente su sonrisa regresaba. Y ahí se dio cuenta que todo lo que había pasado solo no dejaba de regresar a su mente; una y otra vez volvía a aparecer esos fragmentos de recuerdos, aquellas vivas imágenes de la chica de ojos café y todo el pensamiento que tenía sobre ella hacia que se ruborizase y sonriera aún más. Le hacía tan feliz pensar que él había podido besarla, hacerlo tanto como con dulzura que como con excitación. Era una sensación de emoción y nerviosismo pensar que había sido de él, recordar cómo había tenido la suerte de tocarla y probarla.

Así que cuando llego junto a Isabel en la espera de Farlan estaba un poco más feliz de lo que esperaba, y cuando ella le pregunto cómo estaban las cosas con su esposa el respondió de la mejor manera posible.

Espantapájaros Amoris.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora