Levi era de un temperamento un poco fuerte. Tenía el extraño don de alejar y acercar a ciertos tipos de personas sin pedirlo. Naturalmente tenía un grupo de chicas que le seguían como si de un artista de cine se tratase. Le gustaba un poco la idea, le daba la oportunidad de siempre tener alguna amante cuando se viera necesario, pero la mayoría del tiempo le disgustaba la atención exagerada que le brindaban. Solía sentirse incómodo y le molestaba no poder decirle a alguna chica que se alejara, y aunque lo hiciera, ellas seguirían allí.
Por otro lado, le era muy sencillo alejarse a los hombres. Si no le tenían miedo era envidia. No había día en que no se topara a alguien que no le agradara mucho. Por lo que las peleas eran parte de su rutina, obviamente, por la cantidad de tiempo que le dedicaba Levi a ejercitarse este siempre las ganaba.No era como que él lo pidiera, simplemente así era él.
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Como era de costumbre, salía de la escuela a la 1 de la tarde, después iba a su trabajo de medio tiempo, una pequeña carnicería, hasta las 6. Después de eso se iba a casa.
Kuchel nunca había dejado de trabajar arduamente para ella y para Levi. Solía tener dos trabajos siempre, aunque le era difícil mantenerlos. Los constantes acosos por sus superiores eran algo que no podía soportar, ningún Ackerman lo haría. Pero eso le costaba su puesto, siempre.
Tenía alrededor de 3 meses en un pequeño consultorio médico, era recepcionista, y aunque parecía irle muy bien no era suficiente. Puesto que al salir de ese lugar servía de mesera en un restaurante familiar. Y llegaba a casa solo media hora antes que su hijo para hacer de cenar.–Ya llegue –Le tomaba quizá unos 15 minutos en llegar a casa de la carnicería. Pero siempre era puntual.
–Bienvenido. –En cuanto la mujer se asomó de la cocina miro como el azabache tenía algunas cortadas en la cara y nudillos aun frescos, y como su mejilla izquierda estaba comenzando a inflamarse –¡Pero qué diablos te paso a ti! –Dijo poco antes de salir corriendo a buscar algo en el refrigerador
–Nada, mamá, no te preocupes. –El chico dejo sus Converse blancos en la entrada y se dirigió a la pequeña sala de estar para sentarse en un sillón café que tenían desde que él tenía memoria.
–¿Cómo diablos me dices que no me preocupe si diario llegas con un golpe nuevo? –La mujer que estaba en pantuflas que apenas le permitían caminar llego poniéndole una gran y mojada hoja de espinaca en la mejilla.
–¡Mamá! ¿Qué haces?
–Esto te bajara el hinchazón.
–Así estoy bien, de verdad.
–¡Nada de eso! –Dijo Kuchel mientras le limpiaba los golpes de la cara, dándole la hoja a Levi para que él mismo la sostuviera –Tan guapo que eres y no tienes nada de cuidado en tu rostro.
–Es porque me parezco a ti. –Sabía que eso la haría reír y la tranquilizaría.
–Igual ese no es el punto. –Suspiro –Tienes que dejar de meterte en problemas ¿Llegara el día en que pares?
–No es mi culpa.
–¡Entonces de quién? –Respondió la de tez clara elevando la voz.
Nunca respondía cuando su madre le regañaba. Tampoco era como que ella lo hiciera muy seguido. No tenía necesidad de retarle tanto, Levi era un chico muy educado y siempre hacía caso a lo que se le decía. El cariño que se tenían mutuamente era suficiente, no había necesidad de represalias.
–Te lo pido por favor, como siempre Levi –Decía ya más tranquila, aun limpiándole las heridas de la cara –No te metas en problemas.
Él suspiro –Si mamá.
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Espantapájaros Amoris.
Hayran KurguLa afinidad, amistad e incluso el amor es algo que surge con el tiempo, no se puede simplemente forzar. Sin embargo, muchas veces la gente no le molesta perjudicar a terceros. Levi y Hanji son dos jóvenes de solo poca distancia de edad. No habían...