Capitulo cincuenta y cuatro: sin pesadillas

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Desde un año atrás tenía pesadillas casi todos los días. Aunque aún no sabía que esas pesadillas no pararían hasta que cumpliera los 27 años. Nunca supo porque se detuvieron, solo un día no volvió a tener ninguna pesadilla.
Pero esa noche fue una de tantas que tuvo en sus veintes. Y como siempre que tenía un mal sueño, al despertar no podía volver a dormir. Prefirió no seguir vagando en la cama y se levantó de inmediato; se puso un par de pantalones que llevaba usando durante tres días seguidos, se puso una chaqueta de mezclilla que lo mantendría caliente en la madrugada, y salió a caminar fuera de la residencia. Durante quince minutos se dedicó a andar erguido fumando cigarro tras cigarro. Siempre fumaba tres cigarros en el camino, pero el ultimo a duras penas lo disfrutaba, ya que cada vez que lo acercaba a su boca, agitaba la mano para que el aroma se fuera.

Se podía decir que vivía en un pueblo, aunque entre cada casa podía haber hasta un kilómetro de distancia. Esa era tierra de nadie. Siempre en venta. Pero para llegar a la casa vecina más cerca, tenía que cruzar la carretera y seguir un pequeño camino de tierra entre la maleza alta, marcado por los mismos carros y bicicletas que pasaban por ahí varias veces. Lo único que no le gustaba era tener que rodear el enorme muro que rodeaba aquella casa. Media hasta dos metros y medio de alto, no permitían ver mucho, pero a él no le importaba el frente de la casa. Aquellas noches que caminaba por la oscuridad del pueblo, rodeaba el muro hasta que la casa quedaba más cerca del mismo. La única parte de la casa que se acercaba al exterior, era una enorme ventana que tenía un pequeño balcón. Muchas partes de la casa eran así, pero solo esa ventana le importaba.
Tan pronto llego, apago su cigarro, sacudió su chaqueta, y lanzo dos piedras a la ventana.

Pasaron menos de 10 segundos cuando una luz se encendió en el interior, después escucho movimientos hasta que la ventana se abrió y dejo ver a un joven chico delgado, de cabellos rubios, ojos grandes y mirada joven.

Esa mirada medio dormida se mantendría en la mente de Kenny hasta sus cuarentas, algunas veces creía que Uri a sus veintes era tan hermoso como un ángel, y se culpaba a si mismo por no haber tomado fotos de sus años de juventud juntos.

–No puedo dormir –dijo Kenny a la mirada confusa del joven.

–Ya mismo bajo –escucho antes de que cerraran la puerta.

Detrás de la casa de los Reiss, había mucha maleza alta y algunos árboles delgados. Kenny sabía que debía mantenerse sentado, hasta que su amigo llegara, eso podía tomar varios minutos pues debía salir sin hacer ruido y rodear toda la casa.

–Ayer fui a ver a Kuchel –dijo Kenny cambiando el tema, después de varios minutos hablando, sentados en la tierra –Estaba en el lugar donde me dijo mi tía. Aunque no me acerque a ella, pude verla unos minutos desde lejos.

–¿Y qué tal está?

–Si realmente estas preguntando si está en embaraza, pues la respuesta es un sí, está embarazada. Bastante embarazada –en ese momento pensó en sacar un cigarro de su pantalón, pero recordó que era mejor no hacerlo –Debe de tener ya unos cinco meses, al menos. Con lo delgada que es, tiene la barriga enorme. Nunca creí verla así, pensé que se mantendría soltera toda la vida y que esta parte del linaje familiar se terminaría ya.

–Es tu fantasía de hermano mayor, pensar que siempre será una santa.

–No sé, no me gusta mucho pensar en mi hermana con Dean –sacudió su cabeza –Lo único que puedo pensar es en ella trabajando en ese mercado con su gran barriga. Me llena de coraje pensar que tiene que estar en una situación así, sola.

–Pero tú no vas a ayudarla, lo sabes –dijo Uri –y tampoco vas a obligar a ese bastardo a ayudarla.

–¡Vamos, Uri! ¿Qué esperas que haga? Mi tía me pidió que la dejara, que no me metiera, que ella está decidida. Si está tan convencida de que ella puede, la dejaré entonces.

Espantapájaros Amoris.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora