EPÍLOGO

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Dos años después. Jamie lanzó una maldición mientras tomaba sus zapatillas favoritas, las cuales ahora estaban completamente dañadas y ensuciadas por la saliva de Nico. - Perro inútil.- susurró Jamie, mientras lo fulminaba con la mirada.- juro que te arrepentirás de haberlo hecho. Nico movió la cola y, como si se estuviera burlando de él, levantó la cabeza y se acercó para quitarle las zapatillas de las manos. - Quédatelas, ya no me sirven.- gruñó. Mordiendo las zapatillas con la boca, Nico se las llevó a un rincón de la sala y se acostó para concentrarse en la faena de morderlas. Desde que Jamie se compró esas zapatillas Nico había prestado toda su atención en ellas, y al darse cuenta de eso, Jamie las había cuidado con su vida escondiéndolas de él. Pero justo hoy se descuidó y en menos de lo que pensó Nico ya los había encontrado al dejarlas tiradas en su habitación. Edd se rió por detrás. - ¿Qué pasa, Jamie? ¿Desde cuando te dejas manejar por un perro? Yo si fuese tú le enseñaría quien manda en esta casa - Créeme que eso es lo que mas me gustaría hacer.- bufó.- pero si lo toco Dakota me corta las pelotas. - Pagaría por ver eso.- sonrió y Jamie lo miró mal.- vamos, no te enojes, pero ambos sabemos que Nico fácilmente te ganaría en todos los sentidos. Y era verdad. Ahora, Nico no tenía el tamaño de un cachorro, sino que tenía el tamaño perfecto de un saludable Rottweiler adulto. Edd miró su reloj de pulsera. - Me voy. Se hace tarde y tengo que llegar temprano a casa, de seguro Barbara ha de estar esperándome. Jamie asintió y Edd se fue. Las últimas semanas, Edd había viajado a Alaska para ver a Jamie y pasársela bien, pero lo que nunca imaginó, fue que iba a conocer el amor de su vida. Ahora tenía a Barbara y el tiempo que iba a pasar en Alaska se extendió. Dakota apareció en la sala bajando las escaleras después de haber llamado a sus padres. Desde el día en que les contó la idea de mudarse con Jamie a Alaska, ellos se negaron rotundamente ya que no dejarían a su única hija irse con un criminal después terminaron aceptándolo siempre y cuando los llamara continuamente para saber como estaba. - ¿Ocurre algo, Jamie?- preguntó ella mientras caminaba hacia él.- te noto tenso. - Tu perro. Míralo. Ella se volteó a verlo, y no pudo evitar soltar una carcajada. Jamie la miró mal. - No te rías, de verdad amaba esas zapatillas. Eran de los Lakers, edición limitada, ¿Sabes lo que significa eso?. - Bueno, te dije que si no las cuidabas bien, Nico te las iba a romper. - Lo odio. Dakota puso los ojos en blanco. Sabia que no hablaba enserio, y que en lo más profundo de su corazón lo quería y que disfrutaba pelear con él. Dakota jadeó y se tambaleó hacia atrás. Jamie la cogió del brazo y la miró, preocupado. - ¿Estas bien? Ella le regaló una sonrisa débil. - Si, lo lamento. Es que el bebé da patadas como nunca. Los ojos de Jamie se iluminaron. Suavemente, posicionó sus manos sobre su ahora abultado vientre y lo acarició. Jamie pudo sentir bajo sus manos a su pequeño hijo moverse en el interior de su vientre y el corazón le latió rápidamente por la emoción. Dakota tenía siete meses de embarazo, y cada día que pasaba y la veía con su hijo en su interior, como si fuese posible, él sentía que la amaba cada vez más. - Dios, ya no puedo esperar a que nazca.- murmuró Jamie. con la voz temblorosa. - Ni yo.- sonrió. - ¿Crees que se enfade si te bese?- preguntó refiriéndose a Nico. - No lo sé, pero a mi si me importa si no lo haces. - Entonces, ven aquí.- ordenó con un ronco gruñido. Dakota sonrió y lo besó. Luego Jamie se separó un poco y la miró con todo el amor que sentía por ella. - Al fin soy feliz, Dakota. Tú me haces feliz. F.I.N *-*

acosada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora