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gimió cuando Jamie atrapó su seno derecho con la mano. Lo acarició, y él pudo sentir la dureza de su pezón al erguirse. - Tienes unos pechos preciosos.- dijo él, su voz ronca por la lujuria. Dakota alzó la vista y se encontró con los ojos hambrientos de Jamie. La miraba como si fuese una deliciosa chuleta de cordero y él un lobo desesperado por devorarla. Ella se inclinó y lo besó. Con el corazón enloquecido, Jamie cerró los ojos y hundió los dedos en su cabello para acercarla más a él. Sus lenguas se juntaron y bailaron al mismo ritmo que sus labios. Fue un beso salvaje y exigente. Un beso que hablaba de deseo. Jamie rompió el beso mordisqueándole los labios y bajó hasta su cuello para depositar tres sonoros besos ahí. Dakota suspiró. - Te quiero, Jamie - Lo sé, gatita, lo sé. Jamie se quitó la camisa. Dakota apoyó sus manos en sus hombros y las fue bajando hasta su pecho con una lentitud que lo izo temblar. Con el dedo índice, Dakota trazó la línea de sus abdominales, haciendo que su entrepierna ardiera por ella. Jamie disfrutaba de cada caricia suya, era como si sus manos tuvieran alguna magia extraña que lo asía derretir cada vez que lo tocase. Las manos de Dakota bajaron hasta su ombligo, y el deseó que bajara un poco más. Su erección se profundizó bajo el pantalón. Palpitaba por la cruel necesidad de querer sentir las calidas manos de Dakota encerrarse alrededor de él. No tuvo que esperar demasiado para que Dakota bajara sus manos, desabotonara el botón de su pantalón y le bajara la cremallera. Jamie gimió cuando Dakota cogió su miembro hinchado, ciñéndolo con fuerza alrededor de sus manos y empezó a deslizar sus manos de arriba hacia abajo, con una lentitud que lo hacía jadear por más. - Ah….- gimió él, entrecerrando los ojos.- Dios, si… me gusta como lo haces, nena. Los ojos de Jamie jamás se apartaron de ella mientras la observaba como lo tocaba. Sus pechos se mecían al mismo tiempo que lo masturbaba. Con el cuerpo hirviendo por ella, Jamie la tomó de la cintura y giró sobre ambos. Deslizó sus bragas por sus piernas hasta dejarlas caer al piso y la besó con una intensidad que la dejó sin aliento. - Me encanta sentir tus manos sobre mi piel.- susurró Jamie. Una sonrisa se dibujó en los labios de Dakota, casi enseguida para borrarla y substituirla por un grito cuando se hundió en ella. Jamie se quedo quieto dentro de ella, y observó la expresión de placer en su rostro. Se veía preciosa empapada de sudor y el pelo alborotado, cayendo sobre las sabanas. - Te ves tan bonita cuando te hago el amor. - Oh, Jamie.- gimoteó ella, cogiéndolo del trasero para acercarlo más a ella.- eres… fantástico. Jamie gruñó ante su atrevimiento, y lentamente, comenzó a moverse. El corazón le martilló mientras el amor que sentía por ella lo poseía y lo asía desear querer ser tierno con ella. En el silencio de la habitación lo único que se oían eran sus gemidos, mientras las embestidas aumentaban cada vez más. Cuando ambos llegaron al orgasmo, no se detuvieron. Como si el grito de Dakota al decir su nombre lo incitara, Jamie enterró sus dedos en su cadera y se metió en ella hasta el fondo. Robert se mordió el labio y aumentó la velocidad de sus envites. Más y más rápido. Dakota clavó sus uñas en su espalda y chilló, poseída por todas las sensaciones que la abrumaban en ese momento. Y cuando perdieron la cuenta de cuantos orgasmos habían llegado, Jamie  colapsó encima de ella, jadeando y temblando. Sus corazones, acelerados, latían por recuperar el pulso normal y respiraban con rapidez ante la urgencia de llenar sus pulmones con aire. Al paso de unos minutos, Jamie habló. - Abrázame, Dakota. Por favor.- pidió. Dakota se sorprendió que un hombre tan duro como él buscara protección entre sus brazos. Pero la súplica que teñía su voz fue lo que la conmovió. Con el corazón encogido, ella lo abrazó. Jamie apoyó su cabeza en sus pechos, cerró los ojos y cayó en un agradable sueño en el...

acosada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora