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Jamie se despertó con la sensación de alguien envolverlo en sus brazos. Levantando la cabeza, se encontró aferrado al cuerpo de Dakota y sintió una paz interior al sentirla tan cerca de él. La abrazaba como si nunca quisiera dejarla ir. Estar con ella así era el paraíso. Pero hacer que ella lo amara sería… la gloria. Aquella noche, hicieron el amor hasta el cansancio y llegaron al orgasmo incontables veces. Clavó sus ojos en sus labios. Estos estaban levemente entreabiertos e hinchados por todos los besos que le había dado él. Deseaba con todo su ser besarla y embriagarse con el delicioso sabor de su boca, pero no quería despertarla. A mala gana, se soltó de la calidez de sus brazos y se levantó. Se sorprendió que sus piernas pudieran mantenerlo de pié sin quebrarse. Caminó hasta el baño y se duchó. Jamie siseó de dolor cuando el agua se deslizó sobre su espalda, y solo entonces fue consiente de los arañazos que Jamie le dio sobre su piel. Sonrió, ¿Cómo era posible que unas manos tan pequeñas pudieran causarle semejante dolor? Salió de la bañera y se enrolló la cintura con una toalla blanca para luego salir. Dakota aun dormía placidamente. Lentamente y sin hacer ruido, se cambió de ropa. Luego cogió su maleta y se fijó la hora en el velador. Las ocho con treinta y seis de la mañana. Inmóvil y sin dejar de mirar a Dakota, Jamie se quedó parado al frente de la cama. Si hay algo que más odiaba, eran las despedidas. Y jamás estaría preparado para despedirse de ella. Echándole una última mirada, Jamie se giró y salió de la habitación. Dakota abrió los ojos. Giró sobre el colchón, esperándose encontrar con el cuerpo de Jamie pero en vez de eso vio que la cama estaba vacía. Se sintió decepcionada al no encontrarlo a su lado al despertar. - ¿Jamie?- lo llamó, pero nadie contesto. Y entonces recordó, Jamie se había ido. Con el corazón vacío ante la idea de no tenerlo a su lado, Dakota se levantó y se bañó. Luego bajó las escaleras y fue a servirse el desayuno. Tiempo después, decidió preparase el almuerzo. Fue hacia la cocina y encendió la radio para no sentirse tan sola. Nico cruzó la puerta y la siguió de un lado para otro, con su característico trote. De repente, alguien tocó la puerta principal. Dakota  recordó que Jamie le había dicho que Edd la iba a visitar a menudo y cuando la fue a atender, efectivamente estaba él allí. - Hola.- saludó Edd, entrando a la casa. - Hola.- sonrió.- ¿Cómo estas? - Bien.- se quitó la chaqueta y la colgó en el perchero. Siguió a Dakota a través de la cocina.- ¿Qué estas cocinando? - Pasta.- sonrió otra vez, recordando que era la comida favorita de Jamie .- ¿Quieres ayudarme a cocinar? - Vale. Mientras Edd cortaba los vegetales, de repente, su celular comenzó a sonar. Edd fue a atender y cuando volvió, le extendió la mano a Dakota. - Es Jamie .- dijo.- quiere hablar contigo. Al instante Dakota dejó lo que estaba haciendo y tomó el móvil, emocionada. - Hola.- saludó ella. - Hola.- dijo, y Dakota sonrió al escuchar su voz.- ¿Qué estas haciendo? - Estoy cocinando pasta. - Mmh, pasta.- repitió.- mi comida favorita. Desearía estar ahí contigo. - Yo también, ¿Ya estas en Philadelphia? - Si, llegué hace una hora más o menos. Oye… - Dime. - Te extraño.

acosada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora