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Aidan

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Aidan

La habitación oscura, inundaba exasperación, las viejas paredes me enfermaban, la atadura de las cuerdas que rodean mis muñecas me enferman, porque me inmovilizan y no pudo actuar.

Llevo tres días en esta habitación, otra vez separado de América, estamos tan cerca, pero tan lejos al mismos tiempo.

La pequeña y muy débil luz de una bombilla alumbraba al momento de que alguien accedía a la habitación.Como los días anteriores aparecía un hombre, dejaba comida y salía.

Pero hoy sería diferente, llevaba dos días planeando como salir, mis manos se encontraban atadas y la única forma para desasearme del amarre era cortando la soga.

Espere hasta que el hombre volviera por el plato vacío, como la iluminación apenas era poca, me paré detrás de él y pase mi manos por su cuello, cortándole la respiración, comencé a apretar más fuerte hasta que quedara inconsciente.

Después de que callo al piso saque su navaja que guardaba en su bolsa de enfrente de él pantalón, comencé a desgastar la cuerda hasta que esta se rompió.

Tenía que actuar rápido, cualquier mal paso que diera me llevaría al mismo lugar, tomé sus armas y salí por la vieja puerta de metal, al salir me sorprendió que este se encontraba sólido.

Avance por el, a los lejos se veían dos puestas mas, supuse que en una de ellas se encontraba América, mientras más haba Saba por el pasillo un frío recorrió mi espina dorsal y se expandió a todo mi cuerpo.

Tuve que entrar en la puerta de en medio, al ver que salía una mujer de la última con una charola, esta habitación era la única que se encontraba con buena iluminación y en ella se encontraban cosas y objetos para un niño pequeño.

No tenía tiempo así que no indague más, espere a que el pasillo volviera a quedar vacío y continué, una alarma comenzó a sonar muy fuerte por todo el pasillo, corrí hasta la puerta.

Entonces ahí se encontraba.

—Aidan...—Su voz es muy débil,me asegure de que estuviera bien y saque la navaja para romper  las ataduras.

La tome de su mano y la ayude a levantarse, ella se Mario un poco, pero algo en ella se había ido y eso lo sabía, ya no tenía el mismo brillo en sus ojos.

—América...Mírame—Le ordene.—No importa lo que pase tu sigue corriendo hasta que encuentres la salida, no te detengas por mi— Le entregue el arma que le había quitado al hombre.

Movió la cabeza en señal de que lo haría—Bien ahora vamos—Nos tomamos de las manos y nos dirigimos asía la puerta.

Pasos se escuchaban por el pasillo, su gente ya venía, —Solo uno podría salir—y eso lo sabíamos ambos.el pasillo de pinto de una luz rojiza.

La sombra del deseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora