parte 3.

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Scarlett-.

Al despertar al día siguiente escuché una canción tan fuerte que sentí que tenía los audífonos puestos. Me enderecé y abrí mis ojos muy lentamente. Me enderecé y escuché su voz. ¡Demonios, es sábado! Caminé hacia mi balcón y él estaba sin camisa cantando esa canción peinándose su cabello mojado.

- ¡Baja el volumen! -pedí acercándome a su balcón.

- No -gritó él sin mirarme.

- ¿Vamos a tener esta discusión todos los malditos sábados? -pregunté mientras me rascaba un ojo con el dorso de la mano.

- No -dijo perfumándose como si apestara-, ahora la tendremos todos los días porque recuerda... son vacaciones.

- ¡Lárgate de vacaciones! -pedí por piedad.

- Esta año no, nena -dijo con media sonrisa. ¿La época más maravillosa de la vida en la que él se iba, no estaba disponible? ¿Por qué Dios? ¿Me odias?

- Baja el volumen -pedí de nuevo. Entré a mi cuarto y cerré las puertas de nuevo. A penas di algunos pasos cuando escuché su voz aún más fuerte. Ese maldito micrófono que su madre le había regalado lo haría desaparecer.

Entré a mi baño y luego de darme una provechosa ducha, cambiarme y ponerme una de mis preciadas blusas a cuadros, unos jeans azules y dejé mi cabello andar al natural. Me miré al espejo y sonreí, me veía bien. Bajé las escaleras y allí ya estaban mis padres. Desayunando juntos como siempre lo hacían.

- Buenos días hija -sonrió mi madre.

- Hola mamá -saludé mientras tomaba una dona de la caja panera.

- Siempre me he preguntado por qué las muchachas de ahora tienen problemas alimenticios -dijo mi padre.

- ¿Tengo un problema? -pregunté dándole una mordida. Me senté en la mesa y él sonrió.

- No, por eso lo digo... -su sonrisa hacía que aparecieran líneas al lado de sus ojos-. ¿Cómo es que son tan infelices preocupándose por las calorías cuando tú comes de todo a todas horas? -sonreí. Nunca había tenido problema con comer una hamburguesa, luego de un burrito o miles y millones de chocolates.

- Pues sí, pero todas esas chicas no tienen la condición y el metabolismo que tu hija tiene -exclamó mi madre.

- Pues desde que ya no se junta con Zayn ya no juega...

- Papá -susurré al escuchar su nombre- basta.

- Lo siento -dijo mordiendo un poco de su pan tostado.

- ¿Saldrás hoy a algún lado o porqué estás tan bien vestida? -preguntó mi madre. Yo suspiré y pensé en algún lugar para ir a visitar.

- No lo sé... no quiero permanecer aquí un sábado por la mañana -fruncí la boca y seguí comiendo mi dona.

- Hijita, ¿podemos hablar luego que termines tu desayuno?

- Si no tiene que ver con Zayn sí -dije mientras bebía de mi vaso de leche.

- No, no tiene que ver con él -admitió mi padre. Sonreí y asentí.

Luego del desayuno, mi padre tomó sus llaves y una sombrilla del lado de la puerta. El día comenzaba a nublarse y no quería que nos mojáramos. Supongo que sería una caminata como la que hacíamos cada cierto tiempo o en mi cumpleaños.

- ¿Cómo estás hija? -preguntó mi padre abrazándome y caminando así a mi lado.

- Estoy bien -dije haciendo media sonrisa- ¿por qué de repente quisiste caminar conmigo?

- Porque quería saber cómo se encontraba mi pequeña -su pequeña de 17, solo sonreí-. ¿Por qué de repente odias a Zayn?

- Papá...

- Ya venimos lejos de casa... -las calles ya habían pasado- te tengo abrazada y no puedes escapar de papá.

- Dijiste que no se trataría de esto -me miró molesto- ¿qué quieres saber?

- La verdad.

- Me lastimó -dije apenada, no quería que mi papá supiera lo que había pasado entre él y yo- simplemente me dañó y no quiero volver a mencionarlo, fuimos mejores amigos, crecimos juntos y la casa del árbol que está en el patio, allí sigue... simplemente no él no fue, quien yo pensé que sería.

- ¿Pero vale la pena odiarlo? -preguntó papá- Lo miras con tanto odio que su madre me ha dicho muchas veces ¿qué pasó con eso?

- Me disculparé con la señora Malik -dije apenada.

- ¿Qué pasa con él?

- No exageres papá -dije mientras me quitaba de su abrazo.

- Bueno, iremos ahora -dijo dándome la vuelta.

- Papá...

- No te niegues -resoplé- mientras más te resistas más te rogaré.

- Bien papá -dije molesta. Después de caminar por varias calles llegamos a su casa.

Respiré profundo y mi papá tocó con una gran sonrisa en su cara. ¿Por qué le daba tanto gusto que yo viniera a pedirle disculpas a la mamá de Zayn? Tragué saliva y luego de dos toquidos más la señora Tricia abrió la puerta.

- ¿Scar? -apreté el puño tan fuerte como pude y traté de sonreír.

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