Capítulo 23: Te creo

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La televisión estaba encendida con el juego que había recibido. Todavía tenía un control en la mano. Estaba boca arriba con un montón de sangre saliendo de su boca. Sus ojos estaban abiertos pero se movían nerviosamente de un lado para otro. Le agarré una mano y le dije que estaría todo bien.

–¡¡Mamá, papá!! –Grité lo más fuerte que mis pulmones me dejaron.

Comencé a revisar los alrededores en busca del celular de Dave. No estaba pero supuse que lo tendría en el bolsillo de sus pantalones. Lo saqué torpemente y a toda velocidad marqué el número de emergencias.

Cuando estaba pidiendo una ambulancia y la mujer al otro lado de la línea me aseguró que ya venía en camino, mis padres se asomaron por la puerta.

Mamá gritó y se tapó la boca con ambas manos. Se dejó caer por el borde de la pared mientras mi papá veía toda la situación ensimismado en sus pensamientos.

–Ya llamé a la ambulancia, vienen en camino.

–¿Qué le pasó? ¿Quién fue? –Papá se hincó al otro lado del cuerpo de Dave–. ¿Dónde está Chris?

–No lo sé.

Observé el cuerpo de mi hermano. Tenía la camiseta empapada en sangre así que supuse que tenía un corte en ese lugar pero me fue imposible comprender con qué se lo habían hecho. En ese momento escuchamos la sirena de la ambulancia acercándose. Mamá se acercó gateando a Dave, apartó a papá y le tomó la cara entre sus manos.

–Hijo –Lo llamó. Dave la miró apenas–. Mi niño, todo estará bien.

–Será mejor que busquemos algo más que ponernos que estos pijamas –Anunció papá–. Te traeré algo–. Le dijo a mamá.

Dos horas después estábamos en la sala de espera de la clínica. Mamá se había tomado un calmante y estaba acurrucada al costado de papá, que acariciaba su cabello con la vista fija en el piso enlozado. Yo, por mi parte, tomaba un café para frenar el frio que sentía. Aun así, seguía tiritando de la conmoción.

Lo que más tenía en mente eran los ojos oscuros de Chris, negros completamente, igual que los ojos de un Nephilim. Pero Chris no podía ser uno de ellos… ¿o sí?

En ese minuto llegó el doctor que se sacó la mascarilla de un tirón. Su rostro se veía cansado y surcado por varias arrugas. Noté que debía tener al menos sesenta años. Pero eso era lo de menos, lo que tenía que decirnos era lo más importante.

–¿Cómo esta, doctor? –Mamá se levantó de un salto, seguida de papá y de mí.

–La operación salió bien –Los tres suspiramos al mismo tiempo–. Esta fuera de peligro pero sigue estando grave.

–Gracias a dios –Mamá estalló en llanto.

Papá me apretó una mano entre la suya. Ya podíamos estar más tranquilos pero Dave todavía estaba grave.

–Ahora lo importante es saber quién le hizo esto a su hijo.

–Sí… los policías deben estar en camino –Aseguró papá.

Nunca había visto a papá llorar pero esa noche se le escaparon algunas lágrimas. Sin embargo, noté que se estaba reprimiendo porque debía ser el más fuerte por nosotras.

El doctor asintió en silencio. Mis padres le dieron las gracias por todo y luego él se retiró del pequeño saloncito. Volvimos a sentarnos, esperando que los policías llegaran en cualquier momento con sus preguntas. Yo, sin embargo, no supe qué iba a responder. Supuse que mis padres inculparían a Chris, el único sospechoso. Pero yo no podía decirle a la policía que seguramente él no era humano sino que un Nephilim. Me iban a encerrar por loca.

Un novio de otro mundo #1: DestinadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora