Capítulo 15

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En la habitación de los bebés

Sakura se reclinó en la silla al lado de las cunas, observando con una sonrisa tierna cómo sus gemelos finalmente se quedaban dormidos. Sus respiraciones suaves y rítmicas eran como una melodía que llenaba la habitación de paz.

—Qué bien, por fin se han quedado dormidos —murmuró, más para sí misma que para Umiko.

Umiko, que había estado ayudando a Sakura, se acercó silenciosamente, observando con una mezcla de admiración y preocupación.

—Debe ser muy difícil para ti cuidar de ellos sola —dijo con suavidad, sabiendo bien el peso de esas palabras.

Sakura suspiró, pero sus ojos brillaron con amor y orgullo al mirar a sus pequeños. —Sí, es difícil, pero son lo más lindo que tengo en el mundo. No cambiaría esto por nada.

Se acomodó en la silla, sus ojos viajando entre los dos bebés dormidos. La pequeña Nakuru, con su cabello rubio y suave adornado con pequeños moñitos rosas, parecía una muñequita de porcelana. Su piel clara y sus ojos verdes, aunque ahora cerrados, siempre resplandecían con la pureza y la inocencia de la niñez. Su ropita rosa complementaba perfectamente su carácter angelical, y su boca pequeña se curvaba en una ligera sonrisa, como si estuviera soñando con algo maravilloso. De vez en cuando, hacía un pequeño gesto con sus manitas, como si intentara abrazar el aire.

Eriol, en contraste, tenía el cabello oscuro y ondulado, que caía en suaves rizos sobre su frente. Sus grandes ojos azules, ahora cerrados en un sueño profundo, solían mirar el mundo con una curiosidad asombrosa. Su pijama azul claro acentuaba su complexión robusta y saludable, y su expresión serena parecía reflejar una calma interior, como si explorara algún enigma en sus sueños. Incluso mientras dormía, había una tranquilidad en él que era reconfortante de observar.

El abuelo de Sakura entró silenciosamente en la habitación de los bebés, su mirada se suavizó al ver a su nieta y a los pequeños. Su mezcla de orgullo y preocupación era evidente en cada arruga de su rostro.

—Sakura —dijo en un susurro, tratando de no despertar a los gemelos—, quiero hablar un momento a solas contigo.

Umiko, captando la seriedad en su tono, se levantó con una sonrisa tranquila. —Yo estaré un rato en la cocina. Nos vemos luego.

Sakura asintió agradecida mientras Umiko salía de la habitación, dejándolos en una atmósfera de serenidad.

—Dime, abuelo, ¿qué necesitas? —preguntó Sakura, su tono calmado pero curioso.

Ambos se trasladaron a la sala, un espacio cálido y lleno de historia familiar. Fotografías enmarcadas de generaciones anteriores adornaban las paredes, y cada rincón parecía contar una historia de amor y lucha. La luz suave de la tarde entraba por la ventana, envolviéndolos en un resplandor dorado mientras se sentaban en el sofá.

—Quiero vender mi empresa —comenzó el abuelo, su voz cargada de fatiga y resolución—. Ya estoy muy viejo para seguir al frente y necesito descansar.

Sakura lo miró, sorprendida. —Pero abuelo, esa empresa ha sido el fruto de todos tus esfuerzos. ¿Quieres renunciar a ella?

El abuelo asintió lentamente, la decisión claramente le pesaba. —Sí, Sakura. Es hora de que me retire.

Sakura, con una chispa de determinación en sus ojos, se inclinó hacia adelante. —Si me das tu autorización, puedo ocupar tu lugar. Me gradué en administración de empresas y estoy segura de que puedo manejarlo.

El abuelo observó las manos de Sakura, notando cómo temblaban ligeramente por la pasión con la que hablaba. —Pero eres madre ahora —dijo con suavidad—, y cuidar de la empresa será muy complicado para ti.

Sakura levantó la vista, sus ojos brillando con una mezcla de esperanza y resolución. —Cumpliré con mis dos deberes. No descuidaré ninguna de mis obligaciones, abuelo.

El abuelo suspiró profundamente, viendo en Sakura no solo a su nieta, sino también a una mujer fuerte y decidida. —Está bien —dijo finalmente, con una voz teñida de orgullo y resignación—. Mañana, si quieres, te presentaré a los empleados.

Sakura sonrió, su alivio y gratitud evidentes. —Gracias, abuelo. No te defraudaré.

El abuelo asintió, viendo en ella el reflejo de la determinación que había llevado a la familia a través de generaciones. —Mañana nos iremos todos a la ciudad.

De repente, el sonido de llantos de los bebés rompió el silencio, devolviendo a Sakura a la realidad.

—Waaa waaa waaa... waaaaa.

Sakura se levantó de inmediato, sus instintos maternos tomando el control. —Parece que los bebés se han despertado.

El abuelo sonrió, asintiendo con comprensión. —Está bien, puedes ir a atenderlos.

Sakura se dirigió rápidamente a la habitación de los bebés, su corazón acelerándose con cada paso. Al abrir la puerta, encontró a Nakuru y Eriol con sus rostros llorosos, clamando por la comodidad de su madre.

—¿Qué pasa, mis niños? Ya no lloren. Vengan con mamá.

Sakura tomó a Nakuru y a Eriol en sus brazos, sintiendo el peso y el calor de sus cuerpos diminutos contra su pecho. Sus llantos se suavizaron al instante, encontrando consuelo en los latidos del corazón de su madre.

—Ustedes son lo más precioso que tengo —murmuró, sus palabras llenas de amor y ternura. Mientras los mecía suavemente, su mente se llenó de preocupación. (Algún día, mis hijos me preguntarán por su padre. No sé qué haré cuando llegue ese momento. Y si su padre se entera de su existencia, me los arrebatará. No quiero que eso pase. Debo protegerlos a toda costa.)

El sonido de suaves golpes en la puerta la sacó de sus pensamientos.

—Toc, toc, toc.

—Adelante —dijo Sakura, su voz aún calmada pero alerta.

Umiko entró con una sonrisa cálida, sosteniendo unos biberones. —Aquí traje unos biberones porque escuché a los bebés llorando.

Sakura suspiró de alivio, agradecida por la ayuda de su amiga. —Muchas gracias, Umiko.

Umiko sonrió y se acercó a la cuna de Eriol. —No es nada.

Sakura colocó a Nakuru nuevamente en su cuna y tomó uno de los biberones, comenzando a alimentar a su hija mientras Umiko se ocupaba de Eriol. La atmósfera se llenó de una tranquilidad palpable, solo interrumpida por el suave sonido de los bebés alimentándose.

—Umiko —dijo Sakura después de un momento, su voz llena de gratitud—, ¿podrías hacerme un favor?

Umiko asintió, siempre dispuesta a ayudar. —Claro, dime.

—Mañana iremos todos a la ciudad y necesito que cuides a los bebés mientras estoy en la empresa de mi abuelo.

Umiko miró a Sakura con comprensión y asintió de nuevo. —Está bien. Luego aprovecharé para visitar a mi familia también.

Sakura sonrió, sintiéndose aliviada por tener a alguien en quien confiar. —Gracias, Umiko. Sé que te pido mucho, pero realmente necesito tu ayuda.

—No te preocupes. Me gusta pasar tiempo con los niños —dijo Umiko, devolviendo la sonrisa.

Sakura miró a sus bebés con amor mientras sus pequeños ojos empezaban a cerrarse una vez más, relajándose en el abrazo seguro de su madre. Umiko se retiró silenciosamente de la habitación, dejándolos en la calma de la noche.

Sakura susurró suavemente, acunando a sus pequeños. —Buenas noches, mis amores. Prometo que haré todo lo que pueda para protegerlos y darles la vida que se merecen.

Se quedó con ellos hasta que sus respiraciones se hicieron profundas y regulares, señal de que habían caído en un sueño pacífico. Con una última mirada amorosa, se levantó y apagó la luz, dejando la puerta entreabierta mientras salía de la habitación, su corazón lleno de una mezcla de amor, esperanza y determinación.

☆♡Cómo puedo convertirme en Ceo ♡☆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora