Capítulo 2

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En el Cementerio

El cielo estaba cubierto de nubes grises, como si el mismo firmamento compartiera el dolor que se cernía sobre el cementerio. Los árboles, oscuros y silenciosos, parecían testigos mudos del sufrimiento de Shaoran mientras observaba el ataúd de su esposa y su hijo descender en la fría tierra. Su corazón, una vez lleno de vida y amor, ahora era un páramo desolado.

El viento acariciaba suavemente las lápidas, llevando consigo los susurros de las despedidas y las promesas rotas. Shaoran, con los ojos vidriosos y perdidos, permanecía de pie, inmóvil, mientras el clérigo pronunciaba las últimas palabras del rito. Cada sílaba se hundía en él como un eco distante, perdido en la vastedad de su dolor.

—Hijo, ya terminó la ceremonia. Vamos a casa —su madre, con la voz temblorosa y los ojos enrojecidos, intentó atraerlo de vuelta a la realidad.

Pero Shaoran no respondió, su mente atrapada en un torbellino de recuerdos y sufrimiento.

—Shaoran, Shaoran... —insistió su madre, su voz quebrada por la preocupación y la tristeza.

Shaoran parpadeó, sacudido de sus pensamientos.

—Dime, mamá, ¿qué decías? —su voz era apenas un susurro, ahogada por la pena.

—Que hay que volver a casa, hijo. Ya terminó la ceremonia —repitió ella, observando el vacío en sus ojos.

—No, quiero quedarme un poco más. Si quieres, puedes irte primero a casa —respondió Shaoran, su voz quebrada pero firme, sus ojos aún fijos en las tumbas recién cubiertas.

—Shaoran... está bien. Pero vuelve a casa temprano o mandaré a algunos guardaespaldas para que te lleven a casa —aceptó su madre, su voz teñida de preocupación.

—Sí, mamá. Lo haré —dijo Shaoran, aunque su mente ya no estaba allí.

—Bueno, hijo. Nos vemos en casa —dijo ella suavemente, dándole una última mirada antes de alejarse, con el corazón encogido por la impotencia.

Shaoran se quedó solo en el cementerio, el frío de la noche comenzando a calar en sus huesos. Se arrodilló ante las tumbas, sus manos temblorosas tocando la tierra recién movida.

—Akiho... ¿por qué se fueron de mi lado? ¿Por qué? —su voz se quebró y las lágrimas comenzaron a fluir, un torrente incontenible de dolor y desesperación.

La oscuridad de la noche parecía envolverlo, y en medio de su llanto, el dolor se transformó en una resolución fría y brutal.

—Haré que pague la persona que les arrebató la vida a ambos... Sufrirá más de lo que ustedes sufrieron, se los juro —dijo, sus palabras llenas de un odio gélido que comenzó a endurecer su corazón. En ese momento, su espíritu se llenó de una sed insaciable de venganza, oscureciendo cualquier rastro de la persona que había sido.

En la Actualidad: Tres Años Después

Los rascacielos de la ciudad reflejaban la luz del sol mientras el coche de Shaoran se acercaba al edificio de su corporación. La prensa se arremolinaba afuera, ansiosa por captar una imagen del joven empresario más rico y enigmático del país. Con solo 28 años, Shaoran Rin había conquistado un imperio empresarial en tiempo récord, pero su mirada y su corazón eran tan fríos como el acero.

Al salir del coche, los flashes de las cámaras lo cegaron momentáneamente. Los reporteros lo rodearon, gritando preguntas mientras él avanzaba hacia la entrada del edificio.

Reporteros

—¡Shaoran Rin! ¿Es cierto que logró adquirir 19 empresas en tan solo un año? —gritó un reportero, tratando de hacerse oír por encima del tumulto.

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