Epílogo

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No importa cuantos años, madurez y sabiduría he ganado, jamás lograré entender el funcionamiento del maldito horno-microondas. Intento, de manera casi trágica, seguir el video de YouTube, pero no es más que un caso pérdido. De tal modo, paso a mi plan B: calentar la lasagna en la sartén,lo cual no es tan desagradable si se acompaña con toneladas de queso y una buena ensalada.

-Mami- Una dulce voz hace que mis deseos de prender en llamas al maldito aparato de Satanás se deshagan en el aire.- Sebas no quiere ver las princesas.- Los ojos verdes intensos de mi chiquita me ven con detenimiento.

-¿Qué tal si veo las princesas contigo?- Sus coletas castañas se mueven de un lado al otro con duda-¿Un par de galletas de caramelo y una malteada de moras ? - sin respuesta alguna, solamente una sonrisa. Siento como el suspiro sale de mis pulmones al detener un posible choque de titanes. Tengo que admitir que esta niña tiene el carisma de su padre.

Si hace cinco años me hubiesen dicho que me encontraría casada, con hijos y un perro, creo que las únicas dos posibles respuestas serían que entré en coma por causa de intoxicación o simplemente decidí envolverme en el mundo de la fantasía. Sin embargo, el simple hecho de olvidar la fecha de caducidad del preservativo me lleva al presente.

5 años y un preservativo psicópata atrás...

¿Conocen ese momento en el que ven por primera vez el folleto universitario y piensan, con toda alegría, en las miles de aventuras que tendrán? Pues, dejenme ser honesta y confirmar que ningún maldito folleto colorido y repleto de estudiantes sonrientes puede desmentir la realidad por la que pasó. Nadie me informó que mi vida universitaria consistiría en partirme el trasero en una sillita de cuarta, escuchando al profesor renegar de su vida mientras pasa una presentación rápidamente. Además, tengo que mencionar los intentos de pasar cálculo mediante a procesos irónicamente satánicos y religiosos.

Apaga la crisis existencial, Nyx. Definitivamente, no tienes tiempo para orinar menos para esto,

Coloco mis alocados mechones de cabello en una coleta, intentando observar con mayor profundidad el libro de cálculo. Lamentablemente, tener más visibilidad no significa que las palabras entren a mi cabeza mágicamente. Suspiro y agarro mi borrador con fuerza, pensando en las mil y una maneras de estudiar o matarme con el libro de texto. El estruendoso sonido de la puerta principal cerrándose me interrumpe.Sin analizar mis movimientos salgo a toda velocidad a dónde proviene el ruido.

-¡Xav!- Grito a todo pulmón mientras corro a sus brazos. Lo sé, es cliché, pero llevo todo un día sin dopaminas en mi sistema. Sus ojos esmeralda me ven con amor y terror cuando choco fuertemente contra su pecho.- ¡Joder, estas hecho de acero!Creo que me rompí la nariz.- Toco la punta de esta para comprobar ninguna lesión severa.

-No seas dramática, Campanita. Tú fuiste la que corrió como demente al verme. Sé que estás desesperada, pero recuerda que debemos practicar estar separados por un par de minutos al día.- Mis ojos se achican ante su sarcasmo, pero igualmente trepo en su torso hasta quedar como un koala. Como si fuera un reflejo, sus manos van a mis piernas para acercarme más- Alguien está cariñosa.-

-Se llama "odio cálculo con toda mi vida'' .- Golpeo mi cabeza contra su pecho. Las malditas hormonas llenan mis ojos con lágrimas, pero sacudo mi cabeza para evitar que las emociones me ganen.-Quiero comida china.-

La risa de Xav llena la habitación, pero sus manos van lentamente a mi cabeza y suavemente toca mi cabello con ternura.

-Supongo que lo de siempre- escucho como marca el número del restaurante de la esquina- ¡Hola, señora Chen! Sí, estamos bien... Está en exámenes.- Una sutil risa sale de sus labios mientras me separo lentamente para poner la mesa- Claro, le diré.- Busco los platos con el estómago gruñendo de alegría.- No hay galletas de la fortuna, pero tienen té verde.-

Mi Caos RusoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora