Nieve. Nieve blanca, fría y perfectamente compuesta por pequeños cristales de hielo de forma geométrica que se agrupaban en los copos que golpeaban mi ventana en aquel momento.
No podía estar nevando, el tiempo era plenamente predecible en Élite, había personas que lo controlaban por zonas y necesidades. Era muy rara la vez que hacía mal tiempo en Élite y desde luego la primera vez que hacía mal tiempo sin que hubiese sido anunciado antes en el pronóstico meteorológico.
No me alteraba tanto el hecho de que hiciera mal tiempo como el que fuera nieve lo que caía. Podía llover, granizar, incluso hubiese preferido que el cielo estuviera recubierto por enormes nubes grises capaces de provocar una tormenta eléctrica en cualquier momento pero no había signos de nada de eso.
Estaba dispuesta a admitir que había nevado la noche anterior en Seattle, daba igual que no tuviera ningún sentido, pero me negaba a creer que estuviese nevando allí en Élite.
Las únicas veces en las que había visto nevar en Élite habían sido en las aburridas tardes de vacaciones, especialmente de navidad, en las que Grace se había dedicado a crear una gran montaña de nieve en el jardín de mi casa para jugar conmigo, Eric e Ivy, y más tarde también con mi hermano.
No puedo negar que por mi mente pasaron las peores situaciones para explicar ese fenómeno. Que los rebeldes habían obligado a Grace a hacer que nevara sobre Élite como algún nuevo método de distracción antes de actuar de alguna manera, que le estaban provocando algún tipo de dolor tan fuerte como para perder el control sobre su habilidad de dominar el tiempo meteorológico y más específicamente la nieve. Casi cualquier cosa salvo pensar que podía haber alguien más en Élite que poseyera la misma habilidad que Grace.
-Liv, ¿me estás escuchando? -preguntó mi hermano a mi lado.
Mi vista seguía fija en los copos que azotaban mi ventana y se deshacían debido al contacto con la misma y la voz de Cody había quedado catalogada a un segundo plano mientras mi mente divagaba en lo que podía estar ocurriendo para provocar tal situación.
-Lo siento, estaba distraída -comenté apartando mi vista de la nieve del exterior cerrando las cortinas de nuevo.
-Te preguntaba si podíamos ir fuera a jugar. Porfa, porfa, porfa, no voy a parar hasta que me digas que sí -pidió mi hermano dedicándome una de esas miradas que hacía inevitable negarle algo.
-Está bien -terminé cediendo-, pero ponte ropa de abrigo, habrá más gente en la calle y por mucho que controles el fuego es raro que juegues con la nieve estando tan desabrigado. Si te das prisa puedo decirle a mamá que llame a las madres de Becca y Freddie para que quedéis todos juntos -comenté nerviosa intentado ganar tiempo.
No me parecía muy buena idea salir. Tal vez él no entendiera lo extraño que resultaba que estuviera nevando y solo se dejara llevar por la emoción del momento pero lo cierto es que algo así resultaba inquietante.
- ¡Sí! -contestó mi hermano sonriendo ampliamente-. ¡Eres la mejor Liv! -dijo él dándome un abrazo rápido antes de salir corriendo hacia su habitación para cambiarse.
Yo hice lo mismo. Me quité el pijama y tras adentrarme en el cuarto de baño me dirigí a mi armario para coger algo de ropa. Mi problema fundamental era que apenas tenía ropa de abrigo. Por lo general la ropa de verano me gustaba más, era más ajustada y bonita que la de invierno y era una ventaja no poder percibir el frío si no se trataba de temperaturas extremas. Ante mi escasa ropa de abrigo decidí que si me ponía una chaqueta encima de una camiseta sería suficiente y tras decidirme finalmente atraje mi móvil hacia mí mientras me dirigía a la habitación de mis padres.
Si mi hermano podía quedar con sus amigos supuse que no pasaría nada porque yo hiciera lo mismo. Especialmente, porque conociendo a las madres de Becca y Freddie, me dejarían a mí a cargo de los tres niños, y lo que sería aún peor, se encargarían también de llamar a más gente para que el grupo se reuniera al completo, y no pensaba hacerme cargo de seis niños inquietos yo sola.
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La Joya de los Elementos
FantasyLa vida solía ser fácil. Sólo tenía que preocuparme por la animación, por el instituto. Mis mayores problemas eran las noches a solas en Seattle y en ocasiones los proyectos escolares. ¿Mis pensamientos? Mis pensamientos eran sobre fiestas, sobre ch...