Capítulo 30

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No quería llamarlo, pero tenía que hacerlo.

Habría llamado a Brandon en circunstancias normales, pero se habría asustado demasiado al decirle donde estaba y habría avisado a mis padres sin dejarme explicarle lo que ocurría.

Podía haber llamado a mis padres, pero sabía que tenían planes para almorzar con Grace, Kristen y Oscar, los padres de Eric, ahora que habían pasado unos días desde que Grace regresó a casa y no quería arruinarles la comida porque su hija estuviera en el hospital. Menos sabiendo que la razón que me había llevado allí era la misma por la que siempre terminaba en aquel lugar. Ya les explicaría lo que había pasado más tarde, aunque supuse que no les extrañaría demasiado.

- ¿Vienen a por ti? -me preguntó la enfermera que me había atendido al ver que cogía mis cosas.

Yo me limité a asentir tras darle las gracias por ayudarme con mi chaqueta y me dirigí al mostrador para firmar un par de papeles. Cuando me confirmaron que todo estaba bien y que me volverían a ver en unos días salí inmediatamente de allí. No me gustaba estar en el hospital por lo que me dediqué a esperar a Ethan sentada en los escalones que daban a la puerta desde fuera.

Su maravilloso coche blanco no tardó en llegar y vi que aparcaba rápidamente, pero yo corrí a meterme en el asiento del copiloto antes de que él pudiera bajar siquiera.

-Gracias por venir -dije en voz baja soltando mi bolsa en los asientos traseros-. No sabía a quién llamar.

- ¿No sabías a quién llamar? -exclamó él mirándome preocupado-. Liv, me has asustado. ¿Me llamas y sin darme explicaciones me pides que te recoja del hospital como si fuera lo más normal del mundo? Por cierto, aún no me has dicho que ha pasado.

Podía notar que estaba alterado pero pareció calmarse a medida que decía aquello.

-Lo siento, sé que no es normal para ti, pero yo vengo aquí más de lo que me gustaría -confesé mirándolo. Él suspiró intentando buscar sentido a mis palabras y yo me limité a subir la manga derecha de mi chaqueta con cuidado-. Me he abierto la muñeca.

- ¿Te duele? -me preguntó mirando la venda alrededor de mi muñeca al tiempo que yo bajaba la manga de nuevo.

-No -contesté instintivamente pero Ethan no parecía demasiado convencido-. Puede que un poco, pero no es nada. Es leve, solo tengo que estar cinco días con esto. Además, hago animación y gimnasia, no es la primera vez que me pasa y me he hecho cosas peores -expliqué sin darle importancia.

Los médicos habían dicho que volviera en cinco días, lo que para mí significaba que en tres días estaría curada y si hacía ejercicios en una semana y poco podría usar mi muñeca como antes. Para un ordinario no sería tan fácil, pero yo hacía tiempo que había descubierto que mi elemento puede ayudarme a recuperarme como si no hubiera pasado absolutamente nada.

- ¿Cómo ha pasado? -quiso saber mientras ponía el coche en marcha de nuevo.

-Lo de siempre. Animación, piruetas, mal aterrizaje, demasiadas cosas en mi cabeza en las que pensar. No es buena combinación -comenté abrochando mi cinturón cuando él salía del aparcamiento del hospital.

En realidad, aquello no era del todo cierto, pero no había manera en la que le contara la verdad.
Si me había distraído no era por tener muchas cosas en mi cabeza, era porque de la nada otra de aquellas comunes visiones que solía tener había aparecido en mi cabeza. Al menos tuve la suerte de que no durara demasiado esta vez, la preocupación por haber tenido una cuando hacía a penas una semana que aquello me había ocurrido por última vez era suficiente. No necesitaba que, además, se hubiese prolongado durante minutos.

La Joya de los ElementosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora