A diferencia del resto de los días, lo primero que oí al despertar no fue el sonido que la alarma provoca al sonar, sino la melodía que el teléfono produce cuando alguien llama.
Tuve que esperar unos segundos para que mis ojos se acostumbraran a la claridad de la habitación de Emma antes de poder buscar mi teléfono entre todas las cosas que la noche anterior habíamos dejado encima de la mesa y poder contestar a la llamada.
- ¿Quién es? -pregunté tras bostezar, mientras apartaba el pelo de mi cara y observaba la habitación.
Vanessa y Emma aún seguían dormidas en el suelo tal y como se habían quedado hacía unas pocas horas antes.
- ¿Quién soy? -preguntó alguien al otro lado de la línea. La voz me resultaba familiar, pero aún no pude reconocerla del todo-. Liv, pensé que habíamos quedado hace quince minutos, ¿dónde estás?
Tras decir aquello pude reconocer la voz completamente. Era Ethan. No podía creer que me hubiese quedado dormida. Todo había sido culpa de Emma, si no hubiese insistido en ir a casa de su vecino en mitad de la noche para gastarle una broma que nos mantuvo despiertas hasta altas horas de la madrugada yo hubiese llegado a tiempo a casa de Ethan.
- ¡Lo siento! -exclamé tirando el teléfono en la cama tras activar el altavoz y buscar mi ropa lo más rápido posible-. Me perdí, por esta zona todas las casas son bastante parecidas -mentí terminando de cambiarme de ropa y dirigirme rápidamente al baño.
Pude escuchar como Ethan suspiraba antes de volver a hablar:
-Tranquila, no eres a la única que le pasa. Ya te dije que no era buena idea quedar en mi casa para hacer el trabajo.
-No importa, ya casi estoy allí -contesté una vez terminé de arreglarme y cogía lo más importante tras dejarle una nota a Emma explicándole por qué me había ido y que me pasaría más tarde a recoger todas mis cosas y a devolverle la chaqueta que le había cogido prestada.
- ¿Seguro que no prefieres que vaya yo a buscarte? -preguntó Ethan algo preocupado.
-No te preocupes, te llamo si lo necesito -dije agarrando mi colgante y arrojándolo al aire para crear un portal hacia Seattle cuando finalicé la llamada.
En mi opinión, las piedras vorvoes eran una de las mejores cosas que existían en el mundo elemental, y por suerte eran abundantes. Cada habitante de las ciudades elementales posee una. Nos son otorgadas al nacer, y nos permiten el acceso entre lo que aquí llamamos "ciudades dimensionales ". Es decir, entre las ciudades dentro del mundo ordinario donde el uso de las habilidades que poseemos está prohibido y las ciudades del mundo elemental en las que, como Élite, una persona puede vivir feliz y tranquila haciendo uso de estas habilidades, sea por trabajo o solo por diversión. Esto hace que, en líneas generales, todos los que vivimos en Élite o cualquier otra de estas ciudades terminemos teniendo una doble vida. Aunque no es tan complicado como parece, teniendo en cuenta que en las ciudades elementales la mayoría de las actividades de ocio se realizan por la tarde precisamente para que todos los habitantes de las ciudades del mundo elemental puedan también realizar actividades en las ciudades ordinarias por lo qué perfectamente puedes tener esa "doble vida" sin complicación. La única desventaja es que las piedras vorvoes solo son capaces de crear portales entre ciudades dimensionales. Aún nadie ha descubierto una forma de abrir un portal que lleve hacia otro lugar dentro de una misma ciudad, pero según informó hace poco mi madrina, la presidenta de Élite, Grace Moore, actualmente hay investigadores trabajando en ello.
No cabía duda de que aquel era un barrio de prestigio, solo había que observar la limpieza de las calles, las grandes y luminosas farolas que se extendían a lo largo de toda ella y las blancas y relucientes fachadas de todas las casas.
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La Joya de los Elementos
FantasyLa vida solía ser fácil. Sólo tenía que preocuparme por la animación, por el instituto. Mis mayores problemas eran las noches a solas en Seattle y en ocasiones los proyectos escolares. ¿Mis pensamientos? Mis pensamientos eran sobre fiestas, sobre ch...