Natalia abrió los ojos al amanecer. Una, aún tenue, luz comenzaba a filtrarse por la claraboya. Tenía la sensación agradable de estrenar el mundo, las noches junto a Alba eran perfectas, reconfortantes, la llenaban de energía, de esperanza y la hacían creer, firmemente, que todo iba a salir bien. Pensando en ella alargó la mano para acariciarla, para sentirla, para cerciorarse de que seguía ahí, junto a ella, pero Alba ya no estaba en el saco. Una desagradable sensación la invadió, su ausencia siempre le dejaba un regusto a vacío que sabía absurdo, pero que no era capaz de controlar. Le iba a resultar muy difícil volver a Madrid y vivir separada de ella, ¡muy difícil!
La enfermera entró en la tienda común con una enorme sonrisa de satisfacción. No podía evitar sentirse eufórica, a pesar de que le encantaría seguir allí, en las montañas, unos días más. Todo había salido como lo planeara. Habían visto a los gorilas y Natalia...
¡Natalia estaba rendida a sus pies! lo leía en sus ojos, lo notaba en sus caricias, lo intuía en sus palabras veladas, lo percibía en sus sonrisas, en sus bromas, en sus confidencias...
- ¡Niña! ¿se puede saber en qué estás pensando? – chascó Germán delante de su cara sus dedos con una sonora carcajada.
- Eh... ¡buenos días!
- Te has caído del saco – sonrió al verla ya esperando a que se calentase el agua.
- Bueno... venía a por agua y no quiero que se nos haga tarde.
- Pero... creía que anoche... ya... - balbuceó con timidez.
Alba enarcó las cejas con una mueca divertida que hizo enrojecer a su amigo que carraspeó nervioso.
- Imagino que la noche bien... ¿no?
- ¡Perfecta!
- ¿Y Lacunza?
- Ya te he dicho que perfecta.
- ¿No le ha dolido la cabeza, ni...?
- No, está bien.
- ¿Y cómo ha despertado?
- Aún duerme – sonrió – la verdad es que le costó un poco conciliar el sueño.
- ¿Se puso la heparina? – preguntó con el ceño fruncido.
- No – respondió, malinterpretando su gesto y mirándolo temerosa de que se enfadase por ello, segura de Natalia la había liado para no ponérsela – me dijo que tú preferías que usase la que le dabas en Jinja y...
- Sí, es cierto – reconoció asintiendo.
- ¿Y por qué? – sus ojos reflejaban interés y desconcierto.
- No estoy seguro, pero... tengo la sensación de que cada vez que se ponía una de esas... se sentía mal.
- ¿Crees que están en mal estado?
Germán la miró y comprendiendo que aunque Natalia se había negado a ponerse la heparina no le había contado nada a Alba de sus sospechas.
- ¿Te ayudo a llevar los cubos? – esquivó a respuesta.
- No. Tengo la mano mucho mejor – le dijo mostrándosela.
- ¿Os esperamos para desayunar?
- ¡Claro! No tardamos – le sonrió – pero... ¿me vas a decir qué pasa con la heparina? – no pensaba conformarse con esa respuesta vaga, comenzaba a estar harta de que le hablasen con evasivas.
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La Clínica
FanfictionAdaptación de una historia muy fuerte pero hermosa... Esta historia original pertenece a Moniatic (Maca y Esther)