Alba estaba junto a Germán en el centro del patio. Esperaban heridos y todos sus planes de marchar a Jinja y después a Kampala se habían desbaratado de un golpe de sirena. Grecco llegó hasta ellos con calma y paso firme.
- Reche, Lacunza otra vez, ¿estás disponible o tienes mucho trabajo?
Germán lo miró extrañado de aquel tono y aquellas palabras, pero Alba no se molestó en responder. Corrió todo lo rápido que le permitían sus fuerzas hacia la radio, con el corazón desbocado y mariposas revoloteando en el estómago. Esta vez no iba a dejarse llevar por temores, recelos e inseguridades. Esta vez iba a serle franca y a confesarle que en unos días estaría allí, deseando verla.
- ¿Nat? – preguntó con premura colocándose los cascos y golpeando el intercomunicador.
- ¿Alba? ¿eres tú? – escuchó en la lejanía.
- ¡Sí! Te oigo muy bajito, habla más alto.
- No puedo, estoy... estoy en un restaurante y... está lleno.
Alba frunció el ceño pero no dijo nada. No quería volver a estropear todo. Aunque se imaginaba con quien estaría a esas horas.
- Alba... yo también te oigo muy bajo.
- La radio está hecha una mierda.
- Yo... yo estaba aquí cenando y... me he dicho... voy a llamarla porque... antes... vamos que... el otro día yo...
- Yo también lo siento, Nat – sonrió para sus adentros - ¿es eso lo que querías decirme?
- Exactamente, eso era. Que... que siento lo que te dije y que... que eso
- ¿Qué? ¡no te oigo! – gritó.
- Que lo siento.
- Me alegra que me hayas llamado, ¿cómo estás?
- Mejor. Ya recuerdo muchas más cosas – le dijo con ilusión.
- ¿Aún no recuerdas todo?
- No. Aún no. Los últimos meses... solo algún detalle.
- Seguro que pronto recuerdas todo. ¿Y lo demás todo bien?
- Sí. Todo bien. Las últimas pruebas parece que están bien y... parece que vamos a reabrir el campamento y... he estado con María José.
- ¡No te oigo!
- ¡Qué estuve con María José!
- Nat no te oigo.
- ¿Alba? – preguntó al no escuchar nada al otro extremo - ¿Alba sigues ahí? De pronto escuchó una explosión tan fuerte que se separó el móvil del oído, asustada.
- ¡Alba! – gritó - ¡Alba!
Ya no le importaba que la gente del restaurante la mirase con disimulo. Vero, que aguardaba en la distancia concediéndole unos minutos de intimidad, se acercó a la mesa preocupada.
- ¡Alba! ¿qué ha pasado? ¡Alba!
- ¿Nat?
- ¡Sí! ¿qué ha sido eso?
- No sé. Tengo que dejarte.
- ¡Espera! Pero ¿qué pasa?
- No sé, una explosión.
- ¡Espera! ¡Ten cuidado! ¡Alba!
- Nat, ya nos vemos, tengo billete para... Una nueva explosión aún más fuerte la ensordeció.
ESTÁS LEYENDO
La Clínica
ספרות חובביםAdaptación de una historia muy fuerte pero hermosa... Esta historia original pertenece a Moniatic (Maca y Esther)