Capítulo 56

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Alba no sabía leer su gesto y la pediatra canalizó aquella rabia interna que le producía la impotencia de lo que no podría ser por mucho que lo desease, de lo que no controlaba ni de su cuerpo ni de su vida, en una pasión desmedida que sorprendió agradablemente a la enfermera que se entregó sin reparos a ella, esta vez Natalia llevó la voz cantante, la recorrió como solía hacer antaño. Alba disfrutaba de aquellas caricias, casi incapaz de controlarse, sintiendo lo excitante y maravilloso que era aquel juego que prevalecía sobre la excitación desmedida que Natalia le producía.

La pediatra se manejó con una pericia que nunca dejaba de sorprender a Alba, acercándose insinuante, deseosa y retirándose sin apenas un roce, enloqueciéndola, haciéndola palpitar de nuevo. Natalia buscaba sin descanso la suavidad de su piel y Alba se estremecía disfrutando de aquella pasión desbordante que estaba derrochando la pediatra. Nunca nadie la había tocado de esa manera, sus manos paseaban, seguras y firmes de no errar, por cada una de las áreas que más placer y excitación le procuraban y Natalia conocía todas y cada una de ellas, recorriéndolas con calma, saltando siempre en el mismo punto, en el que más anhelos concentraba la enfermera, jugando con ella, haciéndola sentir que pronto alcanzaría lo que tanto deseaba, y retirándose una y otra vez.

- Nat... - jadeo incapaz de aguantar más aquella borrachera de caricias, aquella presión y aquel calor que crecía de forma desmesurada.

La pediatra levantó la vista hacia ella y se detuvo, leyendo el deseo desmedido en sus ojos, viendo como los cerraba anhelando que la elevara sin más dilación de nuevo al cielo, sin embargo, permaneció inmóvil esperando su petición agónica y la enfermera abrió de nuevo los ojos, impaciente.

- Nat....

- Mírame – le pidió con una sonrisa maliciosa – mírame – repitió en un susurro insinuante con aquel tono de voz que Alba tanto había añorado y que la excitaba estuviese donde estuviese.

- Nat... - repitió con un deje de reproche velado, que escondía y al tiempo intentaba disimular su apremio, casi fuera de sí, incapaz de obedecer, deseando volverla a sentir en ella, en esa comunión perfecta que la mantenía en las nubes.

Natalia volvió a sonreírle, con los ojos clavados en ella, con agilidad se arrastró situándose encima de Alba, regalándole una leve caricia con todo su cuerpo que se apoyaba sobre sus brazos, para no dejarse caer. Alba ni siquiera era capaz de reparar en aquella fortaleza y agilidad que mostraba la pediatra concentrada en sus manos, en su boca, en su cuerpo que ahora reptaba sobre ella, arrancándole unas sensaciones indescriptibles, jamás sentidas hasta entonces. Una nueva caricia de sus pechos, su vientre y un beso tierno, intenso y demasiado fugaz que encendió aún más el deseo de la enfermera que se aferró a ella intentando atraerla sobre sí, necesitando fundirse con ella. Natalia perdió su rostro en su pelo, en su piel perfumada y volvió a rozarla suavemente con su cuerpo.

- Buenas noches – le susurró melosa en la oreja retirándose de nuevo. Observando extasiada y al tiempo divertida, el cuerpo de la enfermera sobre la cama, su maravilloso cuerpo que temblaba excitado y su expresión desesperada e incrédula.

- ¿Qué? – jadeo, sujetando el rostro de Natalia con ambas manos para mirar sus ojos, temerosa de que fuera cierto aún a sabiendas de que formaba parte de aquel juego pactado por ambas y, respirando aliviada al leer su burla en ellos, al ver la mueca de sus labios que se abrían insinuantes, juguetones... le devolvió la sonrisa, se elevó para perderse en su boca y, retirándose, musitó un suplicante – ¡por favor!

- Espera – habló igualmente bajo y Alba lanzó un suspiro tan profundo que Natalia supo que su petición era inútil, simplemente no era capaz de esperar más y eso lograba que ella se sintiese con un poder embriagador, amada y deseada al mismo tiempo, que su corazón se desbocase deseando enaltecerla y elevarla.

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