Capítulo 76

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Alba llegó a la recepción del hotel a toda prisa. Tan abstraída iba pensando en lo que debía pedir para librarse de las moscas, que no reparó en que Germán aún estaba allí. Él permaneció apoyado en el mostrador observándola divertido y cuando terminó de hablar y le dieron un bote de insecticida la sujetó por el brazo.

- ¿Ya está Lacunza con sus quejas? – le preguntó riendo, provocándole un sobresalto sin esperarse que nadie la sujetara.

- ¡Germán! – exclamó aliviada - ¿aún no te han dado tu tienda?

- No. Esperando me tienen – le sonrió - ¿Dónde te has dejado a Lacunza?

- En las duchas.

- ¿Puede sola? – preguntó extrañado conocedor de lo poco acondicionadas que estaban.

- Dice que sí, además tengo un encargo suyo que le interesa más que mi ayuda en la ducha.

- ¿Un encargo?

- Las moscas de la banda – soltó una carcajada con complicidad.

- ¡Qué paciencia tienes! – le dijo pasando su brazo por encima del hombro de la enfermera y atrayéndola cabía él como le gustaba hacer – no me extraña que te quiera como te quiere, estás todo el día mimándola.

- Bueno... a mí también me dan asco, y ella ha intentado echarlas, ¡tendrías que haberla visto dando toallazos! – volvió a reír, defendiéndola y contenta con su comentario.

- Niña, aprovechando que estamos solos... yo... quería decirte algo.

- ¿Qué pasa? – preguntó al verlo ponerse serio.

- Que... quisiera hablar contigo de lo de antes.

- ¿A qué te refieres?

- A lo que me contaste de que Lacunza notó un pellizco.

- Pues yo no quiero hablar de ello, ¡que ya te vale!

- ¿A mí? – preguntó con inocencia.

- Sí, a ti, te digo que seas discreto y se lo sueltas de golpe y luego te quedas como un pasmarote sin decir nada.

- Ya... es por eso – musitó.

- ¿Por qué iba a ser sino?

- Alba... Nat no está bien y... hay que ser prudentes con esos temas.

- ¿Qué quieres decir?

- Felipe me dijo que los bloqueos emocionales son muy peligrosos, y que... no se puede forzar al paciente, ni enfrentarlo bruscamente a la realidad. Si Nat tiene que salir de ese bloqueo, saldrá, pero no te impacientes.

- Eso ya lo sé – lo miró mohína interpretando que le estaba echando un rapapolvo – y si lo que insinúas es que me lo he inventado...

- No insinúo eso, pero debes tener cuidado.

- Sé que en cuanto lo negó debí callarme, pero... ¡es algo que me puede! Ella no era así y... no comprendo por qué sigue bloqueada, ahora es feliz, hace cosas que antes no se atrevía a hacer y... yo... solo quiero que reconozca la realidad.

- Tú tienes que ser fuerte y... ayudarla. Y... tienes que estar a su lado, será difícil.

- ¿De qué hablas?

- Pues de todo... de su trabajo, de... de ese bloqueo... deberías hablar con su psiquiatra, Vero ¿no! y contarle a ella lo que ha pasado.

- ¡En eso estaba pensando yo! – exclamó despectiva.

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