Capítulo 57

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Una hora después Alba conducía a toda velocidad por la única carretera de asfalto que había en la zona, Natalia la había reconvenido en un par de ocasiones, pero la enfermera se justificó con la excusa de que era muy tarde y luego, cuando atravesasen Jinja tendrían que tomar una carretera de tierra que les impediría ir a mayor velocidad y debía ganar tiempo.

Natalia resignada se dedicó a disfrutar del paisaje y a sorprenderse de todo lo que veía como ya hiciera al salir de Kampala. Alba miraba hacia ella de vez en cuando, preocupada por el silencio que guardaba, esporádicamente interrumpido para hacer un leve comentario sobre el camino, temiendo que se hubiese mareado con la velocidad o que no se encontrase bien, ya le había parecido que al subir al jeep había mostrado cierta debilidad y cansancio, que Natalia se apresuró a justificar por no haber dormido en toda la noche. Alba temía haberla cansado demasiado y le preocupaban las décimas de fiebre que Natalia se empeñaba en negar, por eso intentaba no quitarle ojo, sin embargo, la pediatra siempre mantenía una expresión entre ensimismada y feliz que la tranquilizaba y le hacía elucubrar sobre lo que estaría pasando por su mente viendo todo aquello.

- ¿Estás segura de que es el mismo camino de anoche?

- Si, Nat, lo estoy – respondió ligeramente exasperada – es la tercera vez que me lo preguntas...

- Es que no recuerdo absolutamente nada – comentó sin tenerlas todas consigo – es... como si hubiera pasado por primera vez – comentó colocando su mano sobre el muslo de la enfermera, acariciándola con suavidad, sin dejar de mirar a un lado y otro – cariño... esto es... ¡precioso! – exclamó observando todo con atención.

- Tú lo has dicho, era de noche, no podías ver casi nada.

- ¡Es un bosque impresionante! – exclamó – no recuerdo que lo atravesáramos – insistió ante la mirada burlona y condescendiente de Alba.

- Sí, tiene fama de ser el bosque tropical más impresionante de Uganda y espera y verás, en un kilómetro entraremos en un túnel de vegetación, ¡eso sí que es impresionante!

- Alba....

- ¿Qué?

- Todo esto es... ¡increíble! Y Kampala.... me ha parecido tan... tan moderna.

Alba soltó una carcajada satisfecha de verla disfrutar de aquella manera, aún sin creer que estuviese en aquel jeep, sentada a su lado, con su mano siempre en contacto con ella, compartiendo con ella esos momentos de intimidad que la hacía sentir perennemente mariposas en el estómago.

- Te he llevado por los barrios más ricos, para que veas los hoteles, y las casas más ostentosas, pero si te meto por otros sitios te hubieras... asustado – le dijo burlona.

- No me asusto fácilmente - murmuró en tono de protesta.

- Lo sé, tonta, pero ... hay mucha pobreza y ...

- Alba – la cortó - ¿tú crees que aquí se podría hacer algo como la clínica?

- No sé Nat, imagino que... si... que se podría, ¿por qué? – le preguntó con curiosidad, ¿en qué estaría pensando para que se le ocurriese una idea como esa? - ¿estás pensando montar también una aquí? – le preguntó con tono burlón e internamente esperanzada en que Natalia estuviese barajando aquella opción. Natalia no respondió a su burla y Alba insistió - ¿por qué lo preguntas?

- Por... por nada... pensaba en la organización de Médicos sin fronteras y en los acuerdos que tengo con ellos y... no sé... solo... ¡vah! no me hagas caso.

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