Capítulo 41

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Alba despertó al día siguiente con la idea de que debía enseñarle a Natalia algo distinto. Las pruebas habían salido bien y ella le había prometido sorprenderla. Era el momento de que empezase a relacionarse con aquella gente y su cultura, era el momento de que comenzase a enamorarse de África y si tenía que enfermar de algo, que fuera del que ellos llamaban Mal de África. Su mente comenzó a barajar opciones y, finalmente, sonrió satisfecha. Hacía unos días que había visitado a su amiga y le prometió volver con la pediatra y eso estaba dispuesta a hacer, solo tenía que sortear un escollo, Germán. Se levantó sin hacer ruido y se fue en busca del médico. Lo encontró desayunando.

- Buenos días, Germán.

- Buenos días – le sonrió – uy yu yui, ¿qué es lo que ronda por tu cabecita?

- ¿Cómo lo sabes? – le dijo alegre.

- Porque has llegado como una exhalación, porque te brillan los ojos, porque me has buscado a mi antes que a un café...

- Vale, vale, me has pillado – reconoció – quiero llevar a Natalia a la aldea, quiero que conozca a Yumbura.

- No sé Alba – la miró pensativo moviendo la cabeza de un lado a otro - anoche me pareció que estaba demasiado cansada y... confusa. Una cosa es salir un rato y otra que esté el día entero ...

- Por favor, te juro que si la veo cansada me la traigo de vuelta.

- Ayer le dolía la garganta – dijo pensativo – y... hay que ser prudentes.

- ¿Qué! no me lo ha dicho – respondió preocupada.

- La tranquilicé. No tiene los ganglios inflamados. Lo normal es que su cuerpo esté empezando a crear defensas, pero...

- ¿No será por el baño en el río? – lo interrumpió.

- No. Tranquila. Estaba todo bien.

- Pero... ¿por qué no me habéis dicho nada?

- No quería preocuparte, dice que te lo tomas todo a la tremenda.

- Eso no es verdad. Me preocupa lo cabezona que es y que no te haga caso, por eso estoy encima de ella.

- No es una inconsciente – la defendió – deberías dejarla....

- ¿No? – lo interrumpió de nuevo - pues te recuerdo que le dijiste que no tomase nada y la pillé tomándose unas vitaminas que ni yo sabía que tenía.

- ¿Cuándo! ¿anoche? – le preguntó mostrándose repentinamente alarmado.

- Sí, ayer, cuando volví de Kampala.

- Pero... ¿por qué no me lo dijiste anoche cuando te pregunte?

- Pues.... Porque me acabo de acordar ahora.

- ¡Joder!

- ¿Qué pasa?

- Espero que nada y que yo también me esté tomando todo a la tremenda – comentó con el ceño fruncido – por favor, que no vuelva a tomar nada que no le haya dado yo.

- Germán.... por favor... ¿me vas a decir qué pasa! ya no está delante – le dijo recordando lo esquivo que había estado de madrugada.

- No lo sé – clavó sus ojos en ella con sinceridad. Alba ladeó la cabeza incrédula e instándolo a que se explicase – en serio, si lo supiera te lo diría. Solo... hay algunas cosas que no entiendo. Anoche tenía las pupilas completamente dilatadas, y nada de lo que yo le he dado puede provocarle eso. Además... ese aturdimiento, lo difícil que es despertarla... ¿no te da la sensación de que a veces parece perder la cabeza? ... - preguntó más para sí y suspiró - hay algo que se me escapa...

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