| Página treinta y séis |

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—Tal vez debería regresar...

(Nombre) murmuró dubitativa, pues en los últimos quince minutos permanecía recargada en el tronco de un árbol, observando sus ramas y la peculiar distribución de éstas, sin aquellas hojas que antes relucían con un brillante verde. El invierno se adueñó de todo.

No le mencionó nada a Midoriya, no podría hacerlo viéndolo trabajar arduamente con Sato, su pareja de trabajo para ese primer periodo. Podría no haber ido a ese lugar y seguir practicando con Eijiro, quien antes de iniciar su práctica le dijo que no podría acompañarla ese par de horas extra que acordaron para entrenar cada día. Sin embargo, eso no fue lo más extraño, pues tampoco olvidaba la forma en que sus nervios se dispararon tanto como el ritmo de su corazón, amenazando con salir de su pecho no sin antes romperle una costilla o dos..., pues todo se resumía a una solitaria pero fuerte mano que la tomó desprevenida antes de dirigirse al especio designado exclusivamente para que ella practicara junto al pelirrojo.

Recordarlo una vez más hacía que sus mejillas se tiñeran de un tono carmín y sintiera un vuelco en el estómago.

Bakugō era el culpable.

Quizá podría tratarse de un sueño. Tal vez aún estaba dormida y el día no iniciaba, faltarían un par de horas para que su despertador sonara..., eso podría ser lo más obvio, lo más realista posible, y no que Katsuki la tomó de la muñeca para detenerla y decirle que la vería en el sitio donde practicaba con Deku para continuar después de clases. Decir que su tono de voz en un susurro erizó su piel, sería lo más sencillo a describir en su totalidad todo el desastre emocional y mental que provocó en ella, distrayéndola apenas siendo su tercer día de prácticas y obligarla a querer finalizarla a destiempo. Quería golpearse la cabeza contra uno de esos frondosos árboles por ello; porque, tal vez, muy en su interior, quiso detener la práctica solo para acudir al sitio donde entrenaba con Deku y esperarle, y no por "sentirse mal" tras usar su particularidad un par de veces ese día. Podría ser que también deseara ahorrar sus energías para practicar con Bakugō, demorarle que se había vuelto fuerte, aunque no dudaba ni un solo segundo que podría repetirse la misma situación con Kirishima y dar por finalizada su práctica apenas verlo llegar a ella.

Se sentía como una tonta, tal vez buscaba el motivo que se lo dijera de golpe. Que su yo del pasado, esa que juró olvidarlo, apareciera delante de ella para reclamarle el poco progreso que tenía, solo para empeorar aceptando verlo en aquel sitio. Pero no podía negarse a ello, no podía olvidarlo tan fácil, ni sacarlo de su corazón. A pesar del creciente enamoramiento que había en su interior, (Nombre) encontraba más sentimientos como la admiración hacia él, a su gran firmeza para lograr sus objetivos y el gran ego que tenía para mandar al diablo a cada persona que se atreviera a criticarle. Tampoco olvidaba la forma en que demostraba su empatía y cómo influyó en el grupo para que no le preguntaran de golpe temas relacionados a la muerte de su padre, eso se lo agradecía enormemente.

Pero ya había esperado demasiado. Ya era el momento de marcharse a la residencia. Le hubiera gustado hablarle a Deku y pedirle que practicaran ese día, pero se veía tan enfocado en su entrenamiento que mejor prefirió dejarlo ahí.

—No voy a esperarlo por más tiempo ¿Quién se cree que es? —la joven murmuró con un puchero en los labios, esforzándose para que la molestia surcara sus fracciones y no un tono nervioso por saber que esperaba a Bakugō.

—Debiste pensarlo antes de salir corriendo de los vestidores y no esperarme.

Cada parte de su cuerpo se tensó de golpe, un intenso hormigueo invadió sus extremidades y su estómago, sin saber si todo ello se trataba por la intimidación que Bakugō generó en ese momento o por lo nervios de contar con su inesperada presencia tras creer que se demoraría mucho más tiempo. Pero él llevaba razón.

Diario perdido  •Katsuki Bakugō•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora