| Página dos |

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"A veces me siento como un depredador observando a su presa a lo lejos, o tal vez una acosadora. Pero es algo que no puedo evitar cada vez que él está en mi campo de visión. Su cabellera rubia ceniza y espigada, que siempre he tenido la tentación de tocarla para corroborar si es puntiaguda como un erizo o en realidad es suave, llama mi atención por más distraída o concentrada que esté en algo o platicando con alguien.

Me gusta observarlo a la distancia, estudiar cada uno de sus movimientos, gestos o escuchar sus gritos cuando contradice a alguien o quiere sobresalir por lo hábil que es en las prácticas de heroica. Su famoso "shine" suena en mi cabeza de diferentes formas que he logrado imaginarme: asustado, feliz, triste, entusiasmado, enamorado... pero en este último no logro encontrar el tono perfecto para que suene a él. Me hace pensar que, debido a los objetivos que se ha planteado desde mucho antes de entrar a Yuēi, no está interesado en esa clase de sentimientos.

Una razón más para negarme a confesarle lo que siento. Me siento mal con el simple hecho de imaginarlo utilizar esa palabra para rechazarme.


Me gustaría escuchar ese "shine" en un tono de chico enamorado... sería como un "te quiero" proveniente de ti..."





—¡¿QUÉ!? —un grito se escuchó en el vestidor de mujeres, llamando la atención de todos los chicos en la habitación de al lado, sobre todo Mineta, que no esperó a imaginarse un sinfín de sucesos algo perturbadores en su cabeza.

Sin embargo, del otro lado, una chica trataba de mantener la calma después de dejarles caer una noticia inesperada como una bomba a sus amigas.

—(Apellido)-san ¿Estás segura de lo que nos dices? —inquirió Momo incrédula. Llevó una de sus manos al rostro para cubrir su boca, que formaba un circulo casi perfecto de la impresión. El resto de las chicas también tenía una expresión similar, salvo Jiro, que solo logró agrandar un poco más sus ojos, y Tsuyu, que colocó su dedo índice sobre su mentón, formulaba alguna otra pregunta o comentario al respecto.

La chica de orejas lobunas solo bajó la cabeza después de asentir en respuesta a la pregunta de Yaoyorozu. Llevó sus manos, en forma de puño, hasta sus rodillas donde se limitó a ejercer presión sobre ellas y a ocultar un gran rubor de pena y vergüenza que la invadía en ese momento.

Todas aun conservaban sus trajes de heroína después de una práctica de heroica junto a la clase B, que se había retirado antes, y al regreso, la desesperación por recuperar su cuaderno la carcomía por dentro, no tenía las pruebas suficientes de que Bakugō lo hubiera encontrado y se atreviera a leer el contenido del mismo. Necesitaba recuperarlo cuanto antes y no dejar que leyera todo aquello que escribió de él, que en su mayoría no era nada vergonzoso, solo una chica enamorada escribiendo una especie de carta de amor al chico que le gusta. Pero no negaba que en algunas páginas se dejaba llevar por su traicionera imaginación. Ya no aguantaba más, así que decidió pedir ayuda a sus amigas, arriesgándose a recibir miradas incrédulas y, tal vez, burlas de su parte por el simple hecho de revelarles que ha estado enamorada del chico más problemático de la clase.

—No te preocupes (Nombre)-chan, te ayudaremos a recuperar ese cuaderno —la cálida mano de Uraraka se posó en el hombro derecho de la azabache, que enseguida levantó la mirada para encontrarse con los ojos marrones de la castaña, quien le regalaba una sonrisa comprensiva para darle confianza. A ella mayormente le sorprendía que su compañera desarrollara sentimientos afectivos hacia Katsuki, sin embargo, ahora entendía las veces en que su amiga no le prestaba mucha atención cuando se dirigían a la cafetería y hablaban de cualquier tema, lejos del estudio.

Diario perdido  •Katsuki Bakugō•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora