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No paraba de imaginar lo difícil que hubiese sido detener a GrandAlpha si Kohaku tuviera la habilidad de controlar a otras personas y lo hubiese puesto en su contra; sin embargo, reconocía que hubiera sido un honor luchar contra una persona que podría haber sido digno del Top 10 de los héroes más fuertes. No estaba tan lejos de estar en uno de ellos, y quizá a (Nombre) le hubiera enorgullecido mucho más decir que era su padre.

No obstante, podría sentirse ciertamente afortunado de enfrentarse a una persona que apenas y comprendía la particularidad del padre de la chica, pues aún así le costó trabajo tratar de detenerlo. Su mayor fuerte era la resistencia que le otorgaba aquella particularidad que no era suya, haciéndolo sentirse desesperado por no poder hacerle más daño con sus explosiones. La frustración lo invadió cuando supo que Kohaku aún no desistía en intercambiar su particularidad con la de él, generándole incertidumbre por lo que podría pasar con la chica si eso sucedía.

Entonces, lo pensó un momento. Lo reflexionó. Quizá de esa forma (Nombre) no sufriría más a causa de ese hombre y tal vez él sería lo suficientemente fuerte para resistirse a lo que fuese que Kohaku llevara en su interior y que poco a poco le quitaba la vida.

Sabía muy bien lo que eso significaba, pero también confiaba en sus habilidades y capacidades para hacerle frente y derrotarlo, anulando así el efecto de su particularidad. Por ello, tras observar cómo la fuerza de Kohaku le rompía una de aquellas granadas gigantes que conformaban su traje de héroe, Katsuki Bakugo bajó la guardia y se quedó expuesto al próximo ataque del mayor.

Sus dientes chirriaron al observar cómo el contrario festejaba con una sonrisa el éxito que tendría al darse cuenta de que Katsuki le cedía el control de una particularidad que deseaba tener apenas la conoció, y una parte de él se sintió traicionado consigo mismo por exponerse de esa forma, sabiendo que se trataba de un motivo completamente diferente a sus objetivos impuestos desde tiempo atrás, pero se decía que aquello era lo correcto, lo que un héroe haría para ganar.

Sin embargo, solo le quedó ver cómo Kohaku recibió un golpe sorpresivo desde su diestra, sin poder apreciar el gesto iracundo y desesperado que (Nombre) tenía al creer que presenciaría cómo fue que su padre perdió contra él meses atrás.

Los ojos de Bakugo se abrieron de sobre manera al presenciar aquello y ver a la chica de vuelta pero con un semblante totalmente diferente al que llegó a ver antes de iniciar con el enfrentamiento. Su mirada había cambiado, se volvió más clara quizá, y su aspecto físico podía notarse ligeramente más robusto, como si sus músculos hubiesen crecido en ese lapso de tiempo que no la vio. Sin embargo, a pesar de ese cambio, sabía que se trataba de la misma chica que conocía, aquella que estaba dispuesta a darlo todo para detener a Kohaku con todo lo que estuviera en su mano y que, además, luchaba internamente con sus sentimientos, porque no pudo pasar por alto el hecho de ver sus ojos llorosos tratando de cumplir una promesa que se hizo así misma y que él fue testigo al oír.

—(Nombre...) —susurró él.

—No quiero perderte a ti también —musitó la contraria y lo miró con angustia—. Si crees que dejándote herir ganarás, estás muy equivocado.

Entonces ella se dio cuenta, fue lo que pensó Katsuki, y no pudo evitar sentirse como un tonto al suponer que aquello era necesario para ganar el enfrenamiento, porque de ese modo estaría menospreciando el esfuerzo de la chica, y (Nombre) no podría dar aquel paso necesario al enfrentar a su verdugo cara a cara; pero ella no podría saber que aquello estaba por ser un acto desesperado por verla de vuelta, por protegerla, por hacer todo lo que estuviera en sus manos para verla bien, y él tampoco.

Se sorprendió agarrando su diestra con la otra mano, impidiendo que llegara hasta ella para tocarla y asegurase de que era real, sabía que no era el momento, porque, además, no necesitaba otra cosa para saber que era verdad cuando sus primeras palabras calaron en lo más profundo de su ser, llenando de calidez su pecho.

Diario perdido  •Katsuki Bakugō•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora