| Página veintidós |

2.3K 257 41
                                    


•◊•

Sin previo aviso el peligris volvió a utilizar su habilidad cortante contra ambas mujeres, obligándolas a reaccionar de inmediato para alejarse y posicionarse a sus costados—. (Nombre) aléjate —insistió la morena sin despegar sus orbes rojizos del sujeto delante, con una llama dentro de ellos sedienta de lucha y dispuesta a proteger a la azabache al intuir que se había vuelto el nuevo objetivo del villano. Sin embargo, (Nombre) seguía pasmada y no lograba escuchar la voz de Mirko, ni del villano, nada. Su mente divagó en suposiciones altamente descabelladas, imaginando la forma en que aquel hombre pudo haber robado el don de su padre, pero no lograba concentrarse.

Mientras tanto, entre la profesional y el villano. el encuentro estaba por dar comienzo no sin antes intercambiar algunas palabras llenas de burla por parte del peligris al notar la impresión en el rostro de la azabache, satisfecho de sembrar el temor en ella—. Sabes que es mejor que se quede ahí. Si se mueve no dudaré en lanzar otro ataque como el anterior y ahora no estarás cerca para evitarlo —amenazó con gracia observando las intenciones de Mirko por acercarse a ella, llevó su mano izquierda a un costado de su rostro mostrando sus garras y la facilidad que tendría de lanzar un zarpazo en dirección de (Nombre) con solo agitar su mano.

Mirko chasqueó la lengua con burla, mostrándose arrogante ante el villano como le era de costumbre antes de escupir la siguiente frase—: Confundes la cobardía con arrogancia al amenazarme con herir a una chica. Vaya, los villanos ya no son originales —sonrió de lado, despreocupada con lo que fuera a pasarle a (Nombre), como si no le importara —aunque en el fondo una pizca de desesperación afloraba— detonando la poca paciencia del peligris al caer en la provocación de la albina.

—Te enseñaré a no burlarte de mí —amenazó el sujeto con voz áspera y llena de ira que no hizo nada más que dibujar una sonrisa más grande en el rostro de Mirko.

—Adelante anciano —se burló la heroína conejo adoptando una posición de combate, no sin antes mirar a su pupila y notar su vista perdida en la nada. Maldiciendo internamente por el momento en que eligió estar de esa forma y ponerla al pendiente de ella, aunque no sería un problema puesto que solo es un villano y no más...

Kohaku se desplazó hasta Mirko con gran rapidez, dando un salto que fue acompañado con su puño derecho para golpearla directamente con toda su fuerza, mas este fue esquivado por ella que aprovechó su posición, encorvado y con pocas posibilidades de detenerle, para dar otra patada descendente sobre él creyendo que era suficiente para dejarle fuera del encuentro. Llevó gran parte de su fuerza a su pierna derecha elevándola tanto como su flexibilidad se lo permitió y dejándola caer sobre el villano con dirección a su nuca, confiada en que ese sería el lugar de impacto al no poder verlo con claridad dada la capa de polvo que le cubría.

Pero su pierna fue detenida a solo centímetros del cuerpo del villano, permaneciendo así algunos segundos hasta que logró divisar la mano izquierda del peligris sosteniéndola sin mucho esfuerzo. La sonrisa de Mirko se borró al corroborar la gran fuerza que el individuo delante de ella poseía, trató de zafarse de su agarre deseando evitar que esta vez le diera un golpe acertado, pero al ver que no cedía con gran facilidad lo utilizo a su favor para dar un rodillazo en el rostro de Kohaku con la pierna libre y garantizar así su liberación momentánea alejándose de él.

La risa estridente y malévola del peligris resonó en el lugar, logrando entrar por los oídos de (Nombre) llevándola a levantar el mentón y observarle a la distancia, sacándola de sus pensamientos poco coherentes y agobiantes donde no conseguía nada más que tener recuerdos de su padre usando su don cuando quiso mostrárselo alguna vez siendo exactamente igual al que ese hombre utilizaba ahora en su contra—. ¿Cómo es que él pudo...? —murmuró en un tono extrañado y quizá asustado por pensar lo peor. Las fuerzas abandonaron su cuerpo, obligándola a utilizar sus rodillas como apoyo para no caer en bruces, las sensaciones nauseabundas se instalaron en su estómago siendo más fuertes a aquellas que tuvo el día en que su padre murió y recibió la noticia por medio de una llamada. Luchaba fuertemente por mantenerse de pie.

Diario perdido  •Katsuki Bakugō•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora