| Página cuarenta y dos |

1.1K 158 60
                                    

Todo era silencio y cierta incomodidad entre ellos hasta que (Nombre) sintió el verdadero terror al escuchar pasos a la lejanía.

Sus orejas lobunas de dirigieron con apremio a la dirección donde provenían, alertando a su vez a Bakugo que pensó lo mismo que la chica. Sería un gran problema si Aizawa o quien fuera, los encontraba juntos a esas horas de la noche. Ellos podrían decir el verdadero motivo por el que se encontraban ahí, pero nunca faltaba quien acomodaba la situación a su conveniencia e inventaba rumores o entendía lo que quería.

A él no le importaría, le daría igual, después de todo sabía lo que realmente estaba pasando, sin embargo, al ver el rostro de la chica, asustado e inquieto por encontrar un sitio donde esconderse, supo que no podría tratarse de algún compañero, sino de su profesor. Observó como la azabache juntó sus manos al pecho, temiendo ser encontrada en el área de chicos a altas horas de la noche cuando debería estar en su habitación durmiendo; y ahí supo que debía hacer algo para que ambos no tuvieran problemas. Por lo tanto, sin aviso alguno, jaló a la chica hacia él y la adentró a su habitación, tapándole la boca hábilmente y cerrando la puerta con cuidado de no generar un ruido sospechoso para quien fuera que pasara por el pasillo.

A (Nombre) le tomó por sorpresa aquella acción, trató de resistirse, pero al oír más de cerca aquellos pasos, cedió a entrar a la habitación del rubio. Y quizá fue cosa del momento que Bakugo, al recargarse en su perta para escuchar que la persona pasara, abrazó a la azabache por la espalda aun tapándole la boca, sin saber ni ver cómo la chica luchaba contra su nerviosismo para no moverse o hacer ruidos semejantes a un grito emocionado o sorprendido.

Y mientras él seguía con su atención puesta al exterior, (Nombre) logró encontrar calma al pasear su vista por todo le lugar, apreciando lo organizado que era Katsuki con sus libros sobre el escritorio, donde, por curiosa, logró ver su diario y saber que realmente lo leía cuando notó una pluma en su interior funcionando como separador. Le provocaba ansia saberlo y que quizá se tomaba la libertad de hacer anotaciones, seguro respondiéndole que era una tonta por hacerlo, eso fue lo primero que le llegó a la mente. Aunque aún le inquietaba saber si ya conocía su identidad... quizá aún no lo hacía.

Por su parte, Bakugo se aseguró de no escuchar nada a las afueras de su habitación, como si la persona ya hubiera pasado de largo, teniendo el campo libre para que (Nombre) pudiera marcharse a su habitación. Sin embargo, cuando fue consciente de cómo se encontraban, su cuerpo se puso rígido, pero se relajó cuando un olor familiar a vainilla llegó hasta su nariz y se perdió por un instante en él. Tal vez le hubiera agradado apoyar su mentón sobre la cabeza de ella, pero reaccionó a tiempo y no encontraba una explicación a esa sensación de querer hacerlo.

—Parece que ya se ha ido, pero... —habló soltando a la chica con lentitud y ella, quizá como él en lo más profundo de su ser, no quería que lo hiciera— no parece confiable que salgas ahora, es mejor esperar y estar seguros —sugirió en un susurró, esperando a tener respuesta de la chica.

—Bien... —ella asintió cohibida, quedándose parada en su lugar, cerca pero lejitos de él, sin saber qué hacer.

Era la primera vez que estaba en la habitación del chico... del que estaba enamorada ¿Cómo podía actuar? ¿Qué podía hacer? sacar un tema de conversación se volvió complicado cuando apreció sus vistas en la oscuridad, agradeciendo que su compañero careciera de esa cualidad de ver sin problemas como ella. Vestías unos pantalones cortos y una ramera que dejaba al descubierto sus brazos; no era nada fuera de lo común verlo de esa manera, pero considerar que estaban solos en su habitación, a esas horas de la noche, no era el escenario adecuado para intentar conservar la calma. Díganme ¿ustedes lo harían?

—¿Vas a quedarte ahí parada? —la voz de Bakugo la sacó de sus pensamientos en los que conversaba con la autora por la penosa situación en la que la había puesto. Lo miró con un gesto confundido y supo que no lo había escuchado—. Siéntate donde quieras, no puedo verte con claridad, pero es un poco perturbador ver tu sombra ahí, quieta.

Diario perdido  •Katsuki Bakugō•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora