Capítulo XIII

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Los días siguientes seguimos buscando exhaustivamente pero solo habíamos conseguido revisar la mitad de uno de los inmensos estantes. La esperanza se empezaba a marchitar como una flor y mi animo decaía al no encontrar ningún archivo o libro sobre el castillo. Por otra parte el invierno arreciaba y aún faltaba al menos mes y medio para la llegada de la primavera. Anhelaba ver el sol nuevamente y poder salir. En mi antiguo hogar el invierno era una oportunidad para que la familia estuviera junta nuevamente, mi hermano regresaba a casa y en la noche nos sentábamos frente a la chimenea a coser mientras escuchábamos historias de sus viajes.

Mi relación con Bastien había dado sus avances, ya no le odiaba, hasta me sentía sola cuando desaparecía durante el día y por raro que parezca ya no me molestaba que durmiera en mi habitación. Pero a pesar de que me demostraba que sus intenciones eran las mejores aún no me convencía del todo que su compañía me fuese tan grata. Últimamente no veía mucho a Lucian sólo cuando lo llamaba lo cual me resultaba extraño porque el tenía la costumbre de aparecer de la nada. Me preguntaba que hacía para matar el tiempo en este lugar. De vez en cuando mirada la llave que me había guardado y sentía una punzada de culpa por conservarla pero algo en ella me atraía y descubriría que era.

Era una mañana nevada cuando desperté y vi un vestido en el lado vacío de la cama. No era uno de los que había visto en el ropero. Me incorporé y lo examiné en el aire. Era rojo sangre y la falda inferior era de terciopelo color vino con brocado de oro. Pero no tenía mangas y la tela era fina, no era un vestido para llevar en invierno.

La puerta se abrió y Bastien entró.

Sólo por el hecho de dormir aquí entraba y salía como si la habitación fuera suya eso sin mencionar que jamás tocaba la puerta, así que tuve que hacer traer un biombo para vestirme. Hoy llevaba una camisa de seda blanca holgada sin chaleco y sin abrigo, pantalones oscuros y botas por encima del tobillo.

-¿Todavía no estás vestida?-dijo examinándome

-¿Con esto?-pregunté alzando el vestido.

- Sí ¿No te gusta?

-Por supuesto que me gusta pero hace demasiado frío para ponérmelo-expliqué lo obvio.-Vais a pescar un resfriado vestido así.-dije señalando su ropa.

El sonrío como si la loca fuera yo.

-Ponte el vestido. Hoy vamos a dar un paseo.

-¿En la nieve y con esta ropa?

-Shh-puso su dedo índice en mis labios-Hablas demasiado-dijo con voz suave mirándome a los ojos y vi esa chispa en su mirada-Sólo hazlo, confía en mi.

-Bien lo haré-dije apartándome con un cosquilleo en el lugar donde había estado su dedo. Últimamente su tacto me erizaba la piel y si no estuviera tan acostumbrada a él diría que la frialdad que sentía en mi estómago eran nervios al verlo, claro en el buen sentido-Pero si me congelo será un placer perseguirte como alma en pena toda la eternidad.

-Suena tentadora la idea-dijo sonriendo-Os espero abajo.

Me puse el vestido y me quedaba perfecto. Era más hermoso de lo que se veía en mis manos antes de ponérmelo. Fui hasta el tocador y decidí usar alguna joya. Tenía muchas pero no había usado ninguna por orgullo pero ya no tenía porque no hacerlo. Me puse un delicado colgante de oro con un pequeño rubí de dije y los aretes que iban a juego. Miré mi reflejo satisfecha y bajé las escaleras.

Él estaba al pié esperándome con una cesta de mimbre en la mano y por un momento parecía embelesado al verme pero me dije a mi misma que eran ideas mías.

-¿Ya estamos listos?-pregunté

-Vámonos-dijo agarrando mi mano tirando suavemente de mi.

-¿Adónde vamos?

Belleza OscuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora