El sonido del llanto de una mujer me despertó. Miré a mi al rededor y seguía en la habitación de Bastien. La luz de la Luna se colaba por la ventana y él seguía dormido. Nuevamente escuché el lamento como si alguien vagase llorando por los pasillos. Me levanté sin hacer ruido y reí para mis adentros porque Bastien no se inmutó cuando me levanté. Salí con cuidado de no hacer más ruido del que ya hacía la persona que se lamentaba. El pasillo estaba cubierto por un rastro de niebla tan densa que se podía cortar con un cuchillo.
Tragué en seco y me debatí entre seguir el rastro de niebla o volver a la seguridad de la habitación. Iba a volver sobre mis pasos cuando alguien gritó por ayuda. Corrí hacía donde se había escuchado el grito pero venía del pasillo cambiante y ni muerta volvería a entrar ahí. Al final del pasillo había una única puerta abierta. Seguramente la había abierto quien quiera que fuese el pobre desgraciado que gritaba. Tal vez pedía ayuda porque se había colado en una de la puertas mágicas. Pero aquí solo estábamos Bastien, Lucian y yo. No me imaginaba a Lucian dando gritos por los pasillos como alma en pena, eso no era propio de él.
Decidí inspeccionar si había un intruso en el castillo aunque Bastien había dicho que nada entraba ni salía sin su consentimiento los días en los que me marché su magia se debilitó eso sin contar los estragos que había causado la maldición en la estructura del castillo.
Tomé un candelabro y la espada ornamental del escudo de armas que colgaba de la pared. Llegué hasta la puerta y para mi sorpresa el pasillo no se movió en ningún momento. Iluminé el interior pero sólo vi unas escaleras de piedra que descendían. Bajé con cuidado porque la piedra estaba húmeda y resbaladiza. La escalera me condujo a lo que parecía una especie de calabozo mohoso parecido a la celda en la que estuve.
Volví a escuchar un llanto pero débil y estaba casi segura que era una mujer la que lloraba.
—Hola—la palabra retumbó por la estancia—¿Hay alguien ahí?
—Por aquí—respondió una voz quebrada desde una de las celdas.
Me acerqué y alumbré el interior de la celda. En el suelo había una mujer delgada con el cabello largo finísimo de un rubio casi blanco. Había algo familiar en ella pero no sabía que era. La mujer levantó el rostro y no parecía mucho mayor que yo y pese a su precaria situación era hermosa.
—¿Quién eres?—pregunté con firmeza.
—Una prisionera igual que tú.
— No soy una prisionera. Vivo aquí con mi esposo.
—Supongo que todos elegimos que mentira creer—dijo la mujer con una sonrisa torcida.
—Por favor, dime quien eres.
—¿Si te lo digo me ayudarás?
—Eso depende de tu respuesta.
—Si me ayudas te diré cualquier cosa que desees saber.
—¿Por ejemplo?
—Podría decirte como romper definitivamente la maldición.
—¿Cómo sabéis sobre eso?—dejé caer la espada —¿Fue Bastien quién os encerró?
— No, no fue él. Dudo que sepa que estoy aquí.
—¿Entonces quién fue?
— No puedo decirte.
—En ese caso buena suerte con esa persona. Quizás te libere.—dije fríamente volviendo a las escaleras.
—¡¡No!!—dijo sobresaltada— Ten piedad, llevo dos siglos aquí.
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Belleza Oscura
FantasyUna chica condenada a hacer algo que no quiere por el bien de su familia. Un castillo que guarda muchos secretos Dos hombres misteriosos Uno de aspecto sobrenatural y el otro sin recuerdos. La nueva portada es cortesía de @MarianMoreno55 muchas gr...