Capítulo XVIII

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En un abrir y cerrar de ojos me encontraba en el portón del castillo. Si antes la estructura parecía abandonada ahora parecía que se caería en pedazos. Las paredes se habían agrietado y enredaderas escalaban por la pared mohosa. La puerta principal estaba casi completamente tapiada por la planta a tal grado que tuve que abrirme paso para encontrar la aldaba.

Toqué varias veces pero nadie atendió la puerta. La empujé con los hombros y para mi sorpresa cedió. El piso estaba llenó de enredaderas haciendo incómodo caminar. Esto era mi culpa.

«No debí marcharme nunca»

Tenía que encontrar a Bastien. Necesitaba saber que estaba bien. Me abrí pasó hasta llegar a la escalera. Busqué en mi habitación pero él no estaba ahí. La desesperación y la preocupación me invadían, ya había perdido demasiado no podía perderlo a él también. Yo seguía viva y eso era una buena señal porque significaba que él también lo estaba. Fui a su habitación y solté un grito ahogado cuando lo vi tendido sobre su cama con el cuerpo cubierto de enredaderas dejando a la vista su rostro.

Se las quité de encima con desespero.
Tomé su rostro entre mis manos y estaba frío al tacto.

—¡¡Bastien!! Por favor, despierta—dije sacudiéndole pero no reaccionaba.

Un peso cayó sobre mi pecho como si me hubiera tragado una piedra. Pensé que al regresar él me estaría esperando con los brazos abiertos no tendido como una estatua caída. El peso en mi pecho empezó a doler, tenía deseos de llorar pero las lágrimas no salían. Me acomodé a su lado temblando como una hoja en un último esfuerzo de que despertara.

— No me dejes—murmuré abrazada a su pecho—Eres lo único que tengo. Vuelve conmigo.

—Tal vez debería dejaros salir más a menudo si con ello consigo escuchar ese tipo de confesión salir de tus labios—escucharlo me sobresaltó y me incorporé un poco para mirarle.

Sus ojos grises se veían cansados pero logró esbozar una sonrisa mientras peinaba mi cabello con sus dedos. Me quedé atontada mirándole unos cuantos segundos hasta que reaccioné y le pegué un codazo en el costado.

—¡Auch!

Me paré de la cama y tomé una almohada posiblemente para asfixiarlo.

—¡Sois un idiota!—dije molesta pegándole con la almohada— Me asustasteis.

—Tranquilizate, sólo era una broma—dijo mientras se protegía de mis almohadazos.

—Una broma—le tiré definitivamente la almohada—Estaba preocupada, pensé que estabais muerto.

— No estaríais viva.

—Lo sé, pero en este lugar nunca se sabe.

—Tienes razón, fui un imbécil.—él bajó la mirada pasándose la mano por el cuello—Vienes de un funeral  es lógico que no estés de humor.

—Ya no tengo familia—fue lo único que pude decir mirando el suelo.

Me tomó suavemente de la muñeca y me sentó en la cama a su lado.

—¿Pasó algo?

—Es difícil de explicar—dije casi conteniendo la respiración para no llorar.

—¿Tu padre te hizo algo?—preguntó mirándome intensamente como si quisiera destruir a cualquiera que me hiciera daño.

—No, no tuvo nada que ver. Ni siquiera es mi verdadero padre.

El me miró con los ojos abiertos como platos esperando a que le dijera que escuchó mal.

—Lo que oísteis, soy adoptada. Eso explica tantas cosas.

Belleza OscuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora